domingo, 23 de octubre de 2016

Colegio Las Teresianas / ESB “Juan O. Alvarado”

No me pregunten del interior, de su patio central y el soportal del claustro. Solo recuerdo escrito sobre un muro “La enseñanza, ¿quién no lo sabe?, es ante todo una obra de infinito amor”. Y a continuación, el rotulista escribió nueve letras que imprimen propiedad a la frase: José Martí. Hace de eso un lustro (enero del 2011), cuando una tarde pedí al celador del viejo colegio de monjas, que me permitiera ver el estado en que estaba el edificio por dentro. Daba grima. Amontonamiento de tejas, puestas como quiera, sin pensar en su fragilidad. Las rejas de hierro forjado pudriéndose a la intemperie. Las lucetas rotas o desaparecidas. La hierba creciendo en los techos. Las ventanas como orificios fantasmas sin marcos ni paños, los pisos destruidos, el escombro de ladrillos y paredes de azulejos arrancadas, mutiladas, maltratadas. Anaqueles de libros escolares expuestos a la humedad creciente, al abandono. Muros de bloques para evitar nuevas mutilaciones al ya deteriorado inmueble. Sobre una puerta, el número de un aula de octavo grado. Y pensé en Clarisa, en Miguel Ángel, atentos a aquella clase donde un sello de correos abría la curiosidad por la Historia. No me pregunten del interior, de la destrucción, que tanta roña causó en los pilongos que pasaban cotidianamente, tanto por la fachada principal como por el fondo de la escuela con salida lateral por Candelaria. Recuerdo haber llamado la atención con aquel S.O.S.  S.C. por el antiguo Colegio Teresiano y precedido por El colegio Teresiano y la lluvia caída, ambos de octubre del 2009. Los años pasaban y el deterioro aumentaba. Santa clara sigue equilibrando los derrumbes y tratando de caminar con muletas. Basta con darle una vuelta a la trama urbana que se articula alrededor del Parque Vidal. No hay calle que no sufra desmantelamiento en sus fachadas, o que mantenga apuntaladas las fachadas de viviendas. Vuelvo al Colegio Teresiano. No me pregunten del interior, el acceso está limitado por resoluciones ministeriales. Debe haber quedado bien hecha la restauración de muros, soportales, artesonados y grandes puertas ventanas. Y me imagino dentro, a Hilda Velia haciendo caso omiso a la madre superiora que la regañaba por bailar en medio del patio del colegio. Pero pude apreciar, desde la acera opuesta de la escuela, que hubo que clamar y batallar para darle vida al otrora colegio establecido en 1915 y llevado por misioneras de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. El inmueble ha sido enteramente reconstruido, y volvió a llenarse de la algarabía de los estudiantes de secundaria. El acceso se hace por Candelaria. La calle Cuba vuelve a mostrar la combinación de amarillo ocre y blanco de la fachada, y la herrería de sus balcones. Un viejo amigo me dice que del lobo un pelo. Tanto mejor si pelo a pelo, rescatamos la tradicional imagen urbana de la ciudad de Marta. ©cAc-2016
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