viernes, 18 de mayo de 2018

Escudriñando el edificio… Palacio de Justicia de SC (I)


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Imposible escudriñar el Palacio queriendo ofrecer el esplendor de antaño, el tiempo ha pasado…, imposible escudriñar hoy el Palacio queriendo mostrar esas viejas piedras salpicadas de historia, el acceso es difícil…, pero es posible imaginar, escudriñar viejas y nuevas imágenes, y ante la imposibilidad de entrar y poder apretar el obturador, -para como otros hicieron en diferentes momentos-, hacer grande y accesible la memoria histórica, me recuesto en la fuente, doy la espalda al monumento e intento acompañarme de ustedes, en la visita imaginaria al Palacio de Justicia.
Santa Clara duerme la siesta de un jueves azulado. Cruzo la calle, me detengo sobre el separador entre la calle y la calle anexa de parqueo temporal, miro la imponente fachada y el frontispicio soportado por las seis columnas que dejan ver las tres grandes puertas en arco que dan acceso al edificio y las tres ventanas del nivel intermedio. Subo los quince escalones que me llevan al soportal, y antes de entrar, volteo para desde allí mirar la perspectiva que ofrece el monumento y del otro lado de la carretera, la que fuera Cárcel Provincial. Molduras y relieves ornan la fachada, columnas decorativas adosadas y sendas lámparas en bronce flanqueando la puerta principal, que como las otras dos puertas, destacan sus arcos superiores, joya de la carpintería, la herrería y el vidrio, donde el escudo de la nación trona en el medio.

Al traspasar el umbral, se llega a un hall enorme con gruesas columnas estructurales, y cuya luz permite apreciar el comienzo de la escalera en mármol, protegida por una baranda de elegante obraje.
La escalera se divide en dos alas que llevan a la primera planta. Desde el entrepaño y hasta el siguiente nivel, se aprecian dos vitrales, que junto al de la claraboya, permiten luz y protección a la caja de escalera. Los tres vitrales, son obra del artista italiano Gino Ciolli, dos con detalles alegóricos a la justicia, y en el tercero se centra el escudo de la ciudad. En el nivel superior, aparece un segundo vestíbulo arropado por seis columnas, dos de las cuales flanquean el comienzo de una escalera en mármol, también protegida por una baranda cuyo pasamanos, como el de la baranda anterior, es de roble.  Nótese que el edificio contempla un patio interior, viva herencia del usual y agradable patio colonial, que no desentona con la vocación administrativa del inmueble. La escalera principal desemboca en un pasillo ancho también bautizado por la luz natural del patio interior, y que da acceso a diferentes salas y oficinas. 

Este nivel es de menor puntal y en él se suceden columnas estructurales que permiten atenuar la luz que llega por los ventanales que dan al patio y otorgan cierta discreción juiciosa. La elección de los pisos y los materiales imprimen solemnidad en el ajetrear de la justicia. La carpintería y la herrería fueron cuidadosamente diseñadas y trabajadas. Impecable mobiliario elaborado por sagrados carpinteros ebanistas. Lámparas y apliques luminarios en bronce dan un toque de luz compartido entre sobriedad y elegancia, esa luz que intenta llegar, llega o no llega, en el momento de hacer justicia. ©cAc-2018

jueves, 17 de mayo de 2018

La inauguración (30 de marzo de 1930)



Al finalizar 1929, año crucial para el mundo abocado por la Gran Depresión, el Palacio de Justicia era una obra cuasi terminada. El edificio se erguía airoso. Como se erguía el recién instalado monumento a la memoria de José Miguel Gómez. Sin embargo, ambos seguían en medio de la tierra seca y polvorienta, mientras no cayera una gota de lluvia. Ello no impidió que, comenzando la primavera de 1930, fuera inaugurado el Palacio de Justicia, en la ciudad de Marta, pero para toda la jurisdicción de Santa Clara, que era entonces el nombre de la provincia. En lo adelante, los santaclareños lo nombrarían Audiencia, tal como se le sigue llamando en nuestros días.
El hecho de ser la construcción más alta en todo el radio que circunda el edificio, le otorga gran parte de su majestuosidad. Su estilo arquitectónico tampoco lo demerita. La obra fue proyectada y ejecutada bajo la dirección del ingeniero Fernando Martínez, que, sin obviar el eclecticismo, se afincó en el neoclásico siguiendo variantes particulares, y otorgando a la planta una simetría casi perfecta. ©cAc-2018

lunes, 12 de febrero de 2018

Colocación de la primera piedra del Palacio de Justicia


Poco después de la demolición de la Audiencia, comenzó el movimiento de tierra y la nivelación del terreno. Hacia el río el terreno descendía suavemente, creando una ligera cuesta. Justo en el declive, fue conservado un fragmento de muro del otrora cuartel de Tarragona. Mientras avanzaba la construcción de la carretera Central viniendo desde Occidente, fue colocada la primera piedra del edificio. Corría el año 27. El tejido propiamente urbano aún no se había extendido en esa porción de la ciudad cuando comenzó la edificación del palacio. Por el norte, la Cárcel Pública se alzaba como línea divisoria entre el término de las pedregosas calles rebautizadas por la naciente república (J.B.Zayas y E.Villuendas), al Este, la trama vial ya se extendía desde el parque Leoncio Vidal hacia el Sur (Cuba), y a lo largo del Paseo de la Paz, se levantaban viviendas humildes, viejos caserones y quintas que se construyeron para los licenciados del ejército libertador. Hacia el Oeste, crecía el barrio Condado del otro lado del río. El palacio iba ganando en volumen y altura rodeado de una franja pedregosa y de sabana, que verdeaba gracias a la proximidad del río. Durante la época de lluvias, el lodazal y los estancamientos de agua eran moneda corriente, no obstante, los trabajos se hicieron tenaces y el andamiaje vaticinaba una gran obra. Mientras se construía el futuro Palacio de Justicia, otra obra iba naciendo frente al edificio: el sitio que albergaría el monumento a José Miguel Gómez, y cuya primera piedra había sido colocada, todavía estando en activo La Audiencia. Una vez comenzada la obra en 1927, no hubo pausa en los trabajos, de ahí que cada día el cronograma constructivo avanzara, y al comenzar 1928, el edificio ya había terminado su nivel más alto. 
En mayo de ese año los exteriores, -decoración y agregados-, ya habían culminado, y en los meses siguientes, los trabajos de marquetería no se hicieron esperar. La colocación de vidrios, lucetas y vitrales, por la fragilidad, fueron, antes del mobiliario, casi de las últimas etapas de la ejecución. Durante una visita de Carlos Miguel de Céspedes para inspeccionar los trabajos de la CN n°1, el ministro -hacedor de ideas- del recién creado ministerio de Obras Públicas- dio fe de la casi concluida obra, majestuosa, imponente, en la periferia de una ciudad provinciana, lejos del mar, pero en el camino que unía La Habana con el Oriente cubano. ©cAc-2018


sábado, 10 de febrero de 2018

El Palacio de Justicia de Santa Clara (generalidades)



Doscientos cuarenta y un años después de haberse fundado el villorrio que devendría ciudad en 1867, Santa Clara inauguró un majestuoso edificio para instituir justicia. Corría marzo de 1930. El juzgado había ocupado hasta 1927, el recinto del Cuartel de Tarragona, renovado y convertido en sede de la Audiencia de Santa Clara. Ese mismo año, el edificio fue demolido, quedó ajustado el presupuesto presentado por la municipalidad y se iniciaron los trabajos. Desde 1925 ocupaba la presidencia de la república, Gerardo Machado y Morales, que integrara el ejército Libertador durante la segunda guerra de independencia, y que, al término de la guerra, fuera alcalde de Santa Clara, entre 1899 y 1902. El primer mandato de Gerardo Machado (1925 – 1929) se caracterizó por la euforia constructiva y la urbanización de las ciudades, entre las cuales Santa Clara se vio beneficiada. La atravesaría la CN n°1, cuyo trazado pasaba frente al comenzado Palacio de Justicia. Carretera Central y Palacio de Justicia, dos obras que van a sacar a Santa Clara del letargo provinciano, casi al mismo tiempo. Cincuenta y seis días separaron la inauguración del Palacio de Justicia y la inauguración del tramo de carretera entre Matanzas y Santa Clara. Ambas inauguraciones se realizaron durante el segundo mandato de Machado (1929 – 1933). ©cAc-2018



miércoles, 7 de febrero de 2018

El Paredón de fusilamientos

Tristes son todos los fusilamientos. Porque truncan vidas y porque envuelven en sombras a las familias. Ensombrecen la historia y enlodecen los poderes. Crucificar, ahorcar, lapidar, fusilar, ensañamiento de los hombres contra los hombres desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días. Fusilar, triste manera de arrebatar la vida a quienes por la vida luchaban. Los fusilamientos durante la gesta independentista contra la dominación colonial española, triste pasaje en la historia de Cuba. Y muchos de los fatídicos fusilamientos, tuvieron sitio en la Santa Clara libertaria de la segunda mitad del siglo XIX. Un paño de pared que vio desplomarse seres consagrados a la más cara de las ilusiones: la libertad. Y por la libertad fueron allí fusilados, contra una pared de la que hoy queda un pan de muro, y que nuestros antecesores, en materia de memoria histórica, tuvieron el cuidado de conservar. Y justamente, cuando intentamos escribir la historia, nos asaltan dudas. La duda, en este caso, nos autoriza a preguntarnos si el sitio donde fusilaban hacía parte de una pared lateral del Cuartel de Tarragona o si el muro fue levantado expresamente, exterior al recinto militar para utilizarlo como lugar expedito para llevar a cabo los fusilamientos. Recordemos que el cuartel, terminada la dominación española, fue reconvertido en la Audiencia, y que más tarde, demolido el inmueble, el terreno fue utilizado para construir el Palacio de Justicia. Si la pared utilizada como paredón de fusilamientos fue mantenida en pie y conservada por santaclareños comprometidos con la recuperación de la memoria histórica, la acción se llevó a cabo durante los días en que estaba siendo demolido el edificio de la Audiencia, es decir, en 1927. En este caso, la ubicación espacial del cuartel, posteriormente Audiencia, difiere completamente con la idea hasta ahora contemplada. En realidad, el inmueble estaba situado mucho más próximo del camino que sería la carretera central, y su frente iba desde la calle más tarde convertida en Paseo hasta donde se sitúa el Paredón, limítrofe con la sabana existente en ese momento.De manera que el plano espacial quedaría de esta manera:
El pedazo de pared rescatado para la historia local se convirtió en un humilde sitio de memoria, al cual sus iniciadores, miembros del Club Revolucionario Villareño Martí, le adosaron una tarja de mármol con la siguiente inscripción: CAMINANTE! ¡DESCUBRETE! Este lugar está santificado por la sangre de los patriotas que el tirano hizo morir porque ansiaban la libertad de la Patria. Esta primera tarja fue colocada posterior a 1929 y antes que finalizara la década de 1930, pero no puedo precisar la fecha exacta. 

























Posteriormente, otro grupo de intelectuales y apasionados de la historia local multiplicó esfuerzos por conservar y rehabilitar la herencia cultural y patrimonial de la ciudad. Al Centro de Veteranos y al Grupo de los Mil se debe la placa de bronce colocada un poco más baja que la marmolea tarja. La placa, que data de 1951, lleva en relieve el escudo nacional cubano, un machete y una bandera, ambos cruzados, y tiene como inscripción: A la memoria de los patriotas fusilados en este lugar. Y seguidamente la relación de patriotas: José Pulido + Marzo 3 de 1896. Casildo de Armas + Oct. 23 de 1896. Adolfo García + Enero 20 de 1897. Domingo Niebla + Enero 20 de 1897. Hoy solamente queda adosada la placa de bronce. No conozco el momento y las razones por la que fue desmontada la primera tarja, pero todo hace suponer que existía aún cuando el muro de ladrillos fue pintado, pues durante mucho tiempo quedó la marca de la tarja. Aunque la placa de bronce recuerda solo a cuatro patriotas, una tercera placa podría recordar a Tello Mendoza, Vicente Machado, Cándido Rocha, Ramón Prieto, y al primer ejecutado en el sitio, el patriota Rolando Valderas, y por cuya memoria, el Ayuntamiento rebautizó la pedregosa calle Suburbios con su nombre, en época temprana de la República. Tampoco puede olvidarse a aquellos peninsulares anclados en la Isla y que se unieron al ejército Libertador: José Vega, Adriano Admidasay, Atanasio Ventura, Juan Iturralde y José Gómez.
El sitio del Paredón entre 1959 y 1961. Nótese la verja en hierro forjado como fuera concebida originalmente.
El muro de recordación y su entorno han sufrido transformaciones y el abandono de las autoridades, que, en lugar de valorizar el sitio, como sitio memorial, lo convirtieron en anexo de juegos y actividades artísticas, al quedar situado y encercado por la valla que delimita el área perteneciente al Palacio de Pioneros, antiguo Club de Leones. La colocación de una cerca de alambre tipo Peerless trajo consigo la transformación del sitio que perdió su cercado original, una pequeña cerca en hierro forjado. La valla impidió igualmente el acceso al monumento, quedando bloqueada la escalinata que desciende hasta el mismo. La escalinata está flanqueada por dos gruesos basamentos, sobre los cuales se yerguen todavía sendas farolas del mismo estilo de las utilizadas en el contiguo Parque de la Audiencia. La tercera farola se situaba sobre el basamento del extremo derecho del paredón. 
Foto tomada en el año 2004
Durante años, a cada preparación de Carnavales, el muro recibía dos brochazos de lechada y en ocasiones lechada coloreada. La estructura y el muro en cuestión se han visto pintados de blanco, amarillo, rosado… y pegado a la cerca que separa al muro de la calle, un quiosco y una pipa de cerveza. Puede así recordarse la historia local, sin tarja, e ignorantes del llamado a los paseantes? Sin necesidad de quitarse el sombrero, al menos el silencio y el respeto podrían sellar el llamado a no olvidar.
Foto tomada en el año 2009
Recientemente (noviembre de 2017) pude constatar trabajos en el área del Paredón del lado del “palacio de pioneros. Desgraciadamente no apreté el obturador cuando debí hacerlo y tampoco osé preguntar en qué consistían los trabajos. Pensé que, de cierta manera, tenían que ver con la renovación exterior del Palacio de Justicia como parte del proyecto Villaclara con todos. Pienso que para rescatar el sitio y rendir homenaje a todos los hombres allí fusilados, la primera etapa sería redimensionar el espacio alrededor del viejo muro y separarlo jurídicamente del terreno perteneciente al parque de pioneros. El antiguo Paredón de fusilamientos, que aparece en la relación de “Sitios históricos” de la Oficina de Patrimonio de Santa Clara, merece igualmente ser inscrito en la lista de Monumentos Locales de la ciudad. ©cAc-2018

viernes, 2 de febrero de 2018

La Real Cárcel de Santa Clara

Desde que fue fundado el villorrio en 1689 y hasta la segunda mitad del siglo XIX, Santa Clara no contó con una verdadera penitenciaría. Los presos cumplían la pena en celdas habilitadas, primero en el Cabildo de la calle Amargura (actual Marta Abreu), cuando fue fundado el villorrio, y más tarde en la Casa Capitular instalada en la vivienda del capitán Luis Pérez de Morales, frente a la Plaza Mayor. Con la sucesión de tenientes gobernadores, la casa albergando el Cabildo, mejoraba sus condiciones y seguía fungiendo como cárcel de la villa, función que duró hasta 1862. Cinco años antes de ser honorada con el título de ciudad, la villa se dotó de una prisión, que evidentemente se llamaría Real Cárcel de Santa Clara, siendo teniente gobernador, el coronel Patiño y Domínguez. La construcción de la cárcel estuvo dirigida por el comandante de Ingenieros Jorge Talces. Corría 1862, año terminal de Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre, como gobernador de la Capitanía General de Cuba.
Autorizada la Jefatura Militar de Santa Clara a construir la cárcel, y con el asentimiento del Ayuntamiento, las partes acordaron ejecutar la obra en un terreno donde finalizaban dos estrechas calles que cerraban en ese punto el horizonte urbano: Santo Espíritu (Juan Bruno Zayas) y San José (Enrique Villuendas).  Terrenos yermos, guayabales, caserones de madera distanciados, calles no delineadas, pedregosas y polvorientas, el Cuartel de Tarragona en la misma perspectiva, y más al Sur, si se trazaba una línea recta a partir de San José, el fondo del viejo hospital militar.


La cárcel fue construida siguiendo el estilo neoclásico, y asegurando una verdadera armonía de volúmenes. Originalmente concebida de una sola planta, el edificio estaba compuesto por un pórtico frontal de cubierta plana sostenida por diez columnas toscanas y flanqueadas por dos piezas a partir de las cuales, hacia el interior, se extendían sendas naves que formaban una herradura. Luego de un patio central cuadrado, una nave paralela al cuerpo frontal unía las alas izquierda y derecha del presidio. La dicha nave posibilitaba la inserción de un segundo patio, de forma rectangular. Todas las naves dejaban ver pequeñas ventanas rectangulares protegidas por rejas. Para la cubierta de las naves fue utilizada la teja criolla.  El pórtico estaba coronado por un pretil recto severo en su decoración, una puerta de acceso principal con arcada superior enrejada y seis ventanales a cada lado de la puerta, de simple herrería. En la explanada de tierra frente al inmueble fueron plantados algunos árboles. El resto del recinto carcelario estaba bordeado de un terreno que lo separaba de las “calles”, pero sin ningún muro divisorio ni cerca. A la entrada, sobre la pared, una placa de mármol fue colocada en el mismo año 1862 para recordar la construcción del inmueble.



La Real Cárcel dejó de ser Real para convertirse en Cárcel Pública al término de la dominación colonial (posteriormente Cárcel Provincial), y un año después la San José periurbana, donde se levantaba el penal fue convertida en Paseo de la Paz. El edificio no cambió de aspecto en todos esos años, pero los cambios republicanos dieron terminación o renovaron la maraña urbana heredada. A la Cárcel le fue agregado un recinto enrejado sostenido por pilares rematados en punta. En el jardín contiguo a la nave izquierda le fue incorporada una fuente circular, y fueron plantados olivos y palmas. Entre columna y columna de las que soportan el frontón, fueron insertadas rejas de hierro forjado. En 1923, el Paseo de la Paz es rebautizado Avenida General Juan Bruno Zayas, y una placa colocada en el cruce de la “avenida” con la calle Caridad, dio fe de este cambio (la placa desapareció no hace mucho cuando la vivienda enclavada en la esquina fue reconstruida). 


En un trágico accidente ocurrido en la esquina de la carretera Central y el Paseo de la Paz, en septiembre de 1950, perdieron la vida dos empleados del Juzgado, y para recordarlos, colegas de la profesión y amigos colocaron una placa “in memorian” en junio de 1951. Durante el ataque a Santa Clara por las tropas del ejército Rebelde, la penitenciaría fue asaltada y tomada el 31 de diciembre de 1958. La Cárcel Provincial devenida “la cárcel” después de 1959, estuvo en activo hasta la construcción del Penal de alta seguridad, conocido como Pretensado. ©cAc-2018



sábado, 20 de enero de 2018

La Audiencia de Santa Clara


Hasta el fin de la dominación española, en 1898, se mantuvo activo el Cuartel de Tarragona, situado al sur de la ciudad, de frente al camino Real. Entonces esa porción santaclareña, era un vasto espacio de manigua, frutales y solares yermos donde se levantaban algunas construcciones domésticas diseminadas. El Cuartel de Tarragona no fue una obra relevante de la arquitectura militar colonial cubana. Amén de haber sido clausurado con la vuelta de los militares españoles a la península, el inmueble sirvió de base constructiva para rehabilitarlo y usarlo en nuevas funciones. Santa Clara se dotaba de una institución de justicia: La Audiencia de Santa Clara, mal llamada Audiencia si consideramos que la tal institución tiene sus orígenes en la época de la Corona de Castilla, y en la América colonial, las Audiencias se establecieron en el siglo XVI, durante los reinados de Carlos I y Felipe II. La Audiencia de Santa Clara, también era conocida como “el Juzgado”.
El edificio que encausara y aplicara justicia en la región central de la Isla, no tardó en desaparecer con la evolución del progreso republicano, que demolía y construía en aras de la modernidad urbana. La Audiencia de Santa Clara, una vez salvaguardados los documentos y expedientes, fue demolida en 1927. La silla presidencial de la República la ocupaba Gerardo Machado y Morales, en su primer mandato. ©cAc-2018

jueves, 18 de enero de 2018

El Cuartel de Tarragona

Hasta el primer cuarto del siglo XIX, contaba la villa de Santa Clara con dos guarniciones militares acantonadas, una en el cuartel conocido como Cuartel de Lepanto, situado en la periferia sur, en los arrabales donde finalizaba la polvorienta calle San Francisco Javier, y la otra en un cuartel de mejor factura, pero de poca capacidad, situado en el cuartón norte donde comenzaban las calles San Francisco Javier y Segunda de San José. En los días en que se festejaban los 137 años de fundada la villa, llegaron a Santa Clara, comandados por Don Ignacio Castellá, tres compañías pertenecientes al Batallón de Tarragona. El Cuartel de Lepanto, viejo y poco confortable no tenía condiciones para albergar a los soldados españoles. Falto de cuartel, y sin sostén de la Real Hacienda, el Ayuntamiento se encarga de dar alojo a las tres compañías, y acondiciona y facilita una vivienda situada en la Plaza Mayor. 


Otro acontecimiento concerniendo alojo a militares vino a agravar los sobresaltos del cabildo. Poco después del arribo de las compañías del Batallón de Tarragona, llegó una fuerza del Regimiento de Caballería Dragones de América. El Ayuntamiento optó por alojar a la fuerza recién llegada en el inmueble construido en 1794 por el Presbítero Hurtado de Mendoza en la calle Santa Elena, la escuela para niños “Nuestra Señora de los Dolores”. Tiempo después, el Regimiento de Caballería fue trasladado a la guarnición norte de la villa, que devendría Cuartel de Dragones; y por espacio de diez años, las compañías del Batallón de Tarragona pernoctaron frente a la Plaza Mayor.

En 1835, la villa se convirtió en Jefatura Militar, dirigida por el coronel Don Francisco de Paula de Alburquerque, que a su vez también dirigió la Comandancia de Armas. La necesidad de trasladar a los hombres del Batallón de Tarragona a una verdadera guarnición era un sujeto caro al Ayuntamiento, el cual asintió a la demanda del coronel de Paula de construir una nueva guarnición en los terrenos maniguales colindantes al barrio de la Pastora, y ello en calidad de préstamo. Fue de esta manera, que vio la luz el Cuartel de Tarragona. Notable por haber sido prisión de patriotas y sitio de fusilamientos, que se llevaban a cabo en una pared lateral derecha del cuartel, y que se convirtiera en el triste paredón que cegara la vida de aquellos hombres que se levantaron en armas contra la dominación colonial. ©cAc-2018

miércoles, 17 de enero de 2018

Preámbulo para una memoria villaclareña

Desde hace mucho tiempo intento darle vida con letras a un espacio urbano santaclareño que comprende dos edificaciones, un parque, un sitio histórico y un antiguo club filantrópico. El conjunto está identificado en una trama vial que comprende una carretera nacional, un paseo, una corta avenida, dos calles, un callejón, y la margen de un río.
El espacio urbano al que me refiero está compuesto por:
Palacio de Justicia (1)
Parque de la Audiencia (2)
Paredón de Fusilamientos (3)
Esc. Fructuoso Rodríguez (4)
Parque “José Luis Miranda” (5)

La orilla derecha del río Bélico pone límite por el Suroeste, al terreno donde se extiende el Parque “J. L. Miranda”, el cual queda bordeado al Norte por la carretera Central, y al Este por el tramo final de la calle Juan Bruno Zayas. Justo pegado a la calle, el sitio que fuera Paredón de Fusilamientos, pero enclavado dentro del parque. Del otro lado de la calle que lleva el nombre del patriota villaclareño, el Palacio de Justicia y la Escuela. Entre ambas edificaciones, además de la carretera Central, una plaza abierta que los santaclareños denominan parque, el Parque de la Audiencia. Si nos situamos en el cruce de la carretera con el eje ancho, mirando hacia el Oriente, una vía larga de cien metros da acceso al barrio de la Pastora: la desconocida Avenida del General Juan Bruno Zayas, y hacia el sur buscando la salida que lleva a Manicaragua, el Paseo de la Paz, rebautizado como avenida Ramón Gonzales Coro. Por la derecha de la escuela pasa la calle Caridad, oficialmente nombrada General Roloff, también patriota de la gesta independentista. Al fondo del Palacio de Justicia se accede por una calle que nace en el Paseo, y serpentea el Parque de Pioneros hasta convertirse en la truncada calle Alemán que se desliza por el barrio Chamberi.

El área, que pudiera considerarse de notable valor histórico, ha visto en un largo periodo profundas renovaciones y rehabilitaciones, ha sufrido abandonos, ha sentido el deterioro del tiempo, la falta de mantenimiento y no pocas indisciplinas por parte de una franja de la población, que, por ignorancia o incivismo, destruyen el patrimonio urbano de la ciudad. ©cAc-2018