La intimidad de la saleta era obra de los cinco paños de persianas, uno fijo en el extremo derecho, y cuatro, -dos de los cuales corresponden a la puerta hacia el pasillo exterior- abriendo hacia la saleta. Encima del enmaderado, como es usual en muchas casas de la ciudad, un vitral corrido compuesto de cinco vidrios de colores guarnecidos por veintidós vidrios blancos. A lo largo del pasillo, siguiendo la izquierda, la tercera habitación, el cuarto de baño instalado en los años 40’, pues originalmente estaba al fondo del patio, y la cocina-comedor. El techo del pasillo en forma de L está sostenido por una solera también en L sostenida a su vez por tres columnas que fueron inicialmente tres horcones delgados, dos de los cuales han sido remplazados por tubos de hierro. Y en el cierto abandono que imprime la tarde al patio y al pasillo, siento como una nostalgia por las casas de la ciudad. Y aunque ésta no es de las casas significativas de la ciudad, me parece bien hacer notar lo funcional de esas puertas ventanas y vidrios que dan el toque de intimidad a las saletas de Santa Clara. ©cAc
…un paseo en el tiempo, una mirada atrás para recordar calles y muros con sus tristezas y alegrías, los inicios polvorientos, la hora de los adoquines, del desorden, de las ingratitudes y de las esperanzas que se forjan escudriñando el viaje lento de una hoja flotando en las aguas del Bélico…
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