Entre 1689 y 1699 , Santa Clara era todavía el villorrio que respiraba el polvo que se levantaba como remolino en el cuadrilátero llamado plaza, la Plaza Mayor. De la plaza salían o llegaban las primeras calles que fueron el germen de la trama urbana que hoy conocemos. Alrededor de la plaza, todas las parcelas estaban mercedadas, y en ellas habían levantado vivienda los fundadores, todos remedianos. Al oeste de la plaza, el terreno quedó dividido en seis parcelas, con una peculiaridad en el terreno : un manantial brotaba entre las piedras, lo que trajo consigo que dos parcelas no colindaran, pues la fuente acuífera, mayormente en primavera, se convertía en un arroyuelo o cañada que vertía sus aguas quinientas varas al oeste en el arroyo de la Sabana (actual río Bélico). El arroyuelo en su curso atravesaba tierra sabanosa y en sus orillas, crecían además de malas hierbas, un mundo de flores. La separación entre esas dos parcelas se comenzó a llamar callejón, y no camino ni vereda, que también podría haber sido. Los poblanos, infantes y mayores, usaban el callejón y las márgenes de la cañada para llegar al río. Crecían flores en las márgenes, y habitaban patos, gallinas de guinea y gallinuelas. Pero lo más notable eran las flores, y el callejón se popularizó como de las Flores. Durante el siglo XVIII, el villorrio dio paso, con la extensión de las calles, al ensanche de la trama urbana. Con la evolución urbana entre 1700 y 1799, se consolidó el sentido de pueblo, y a uno y otro lado de la cañada, comenzaron a construirse viviendas en las parcelas. Las parcelas se dividieron, siguiendo el modelo colonial establecido por la Corona, trazado a eje y cordel, tomando como centro distintivo la plaza. La desecación del arroyuelo fue la consecuencia natural de la seca del manantial, que siguió siendo un hilo que no molestaba a los rivereños. Con el nacimiento del Condado, del otro lado del río, el callejón se extendió a ese lado, y fue poblándose hasta las inmediaciones del arroyuelo de la Botijuela (actual cañada de la Tenería). En el siglo XIX, ya había desaparecido la cañada, y se accedía al Condado por un paso de madera, que aparecía y desaparecía según las crecidas del Bélico. En el siglo XX, la construcción de la Carretera Central (CN N°1), por el declive del terreno y la obra ingeniera que se requería, no permitió que el callejón tuviera una trama unida por encima del río. Para entonces, en los albores de la República, el callejón de las Flores, desde su inicio en la plaza hasta su término en la calle Virtudes, había sido bautizado oficialmente como calle Padre Chao. ©cAc-2011