La calle Marta Abreu de Santa
Clara, además de haber sido una de las primeras de la villa, y que se llamó en
sus inicios calle de la Amargura, vio levantar, siendo entonces la calle del
Calvario, en la mitad del siglo XIX, el que se convertiría en el primer
inmueble, alto de tres plantas, de la región central de la Isla. El edificio,
de un área de 380 m², fue construido de mampostería, con vigas y horcones de
una solidez excepcional. Para el techo, se privilegiaron tejas criollas
fabricadas en un tejar local. Tres niveles concebidos como vivienda y comercio,
éste ubicado en la planta baja. El valor ajustado en el catastro de la villa,
luego de su inscripción en el Registro de la Propiedad, fue estimado en poco
más de 14000 pesos-oro. En la década del 80’ en el propio siglo XIX, el
inmueble fue puesto en venta, y su comprador fue Vicente González Abreu, quien
lo adquirió por 19000 pesos-oro, monto que le proporcionó una plusvalía de 5000
pesos-oro a su vendedor. En efecto, Santa Clara era una villa recién titulada
ciudad, y el valor parcelario alrededor de la Plaza Mayor, comenzaba a
aumentar. El edificio, con su frente hacia Calvario, se alargaba por San José,
recibiendo la bendición del sol por su naciente. La familia ocupaba la primera
y segunda plantas, y en los bajos se agitaban los empleados del comercio y los
domésticos que servían la casa, y tenían allí sus cuartos. Con su aire de
grande entre los caserones que lo envolvían, el inmueble fue ajustándose al
tiempo y a principios del XX, el propietario hizo trabajos de rehabilitación.
El uso habitacional quedó solamente en la tercera planta, todo un mirador que
permitía disfrutar de las colinas ondulantes que abrazan Santa Clara.
Finalizando la década del 1910, fue instalado en el edificio la oficina de
telégrafos de la ciudad. Desde el 25 de enero de 1887, la calle había sido
rebautizada con el nombre de la noble patricia villaclareña, fallecida en Paris
en 1909. La oficina de telégrafos deja los locales de la calle Marta Abreu N°
52 en 1924, cuando la capital provincial se erguía como ciudad y cambiaba su
paisaje urbano y sus infraestructuras. Inmediatamente son ocupados los locales
por otros comercios, una sala de baile, una asociación a vocación espiritual
(Rajayoga) y una sala de billar. Y fue esta sala de billar quien le imprimió el
carácter y dio nombre al inmueble, que desde entonces y hasta nuestros días ha
sido llamado el “Billarista”. La sala de billar fue cerrada en 1959, al ser
instituido el INAV por la ley N° 86, promulgada en enero 26. El edificio cerró
los locales comerciales, igualmente intervenidos, y fue acogiendo familias que
se fueron instalando en los mismos. Otros locales nunca más reabrieron sus
puertas. La degradación comenzó a roer el vetusto inmueble, medio abandonado y
falto de conservación. Los años fueron pasando y haciendo mella. La
inhabitabilidad ganó terreno y ante la posibilidad de derrumbe, las familias
fueron reubicadas por las autoridades de Vivienda en la década de 1980. El
grado de deterioro fue calando muros y techos, balcones y carpintería. De igual
forma el vandalismo hizo de las suyas, y poco a poco la esquina en ruinas se
convirtió en un antro revestido de toda la sordidez que pueda imaginarse. Su
centralidad en la ciudad lo convirtió en foco de todos los rumores, y de todos
los miedos: NO PASE PELIGRO Derrumbe. Y los transeúntes cruzaban a la acera del
frente al llegar a Juan Bruno Zayas. Ingentes esfuerzos se realizaron en la
misma década del 80’, por parte del Centro provincial de Patrimonio, apoyado
por la facultad de Construcciones de la UCLV y las autoridades de Cultura. Para
entonces lograron consolidar su estructura y evitar la pérdida de su segunda
planta. De nuevo la incertidumbre, el deterioro, la espera. La espera de los
villaclareños temerosos de perder un símbolo del paisaje urbano, en pleno
centro de la ciudad. El valor patrimonial y de suelo no fue desdeñado por un
grupo de hotelería y recreación, que amasó la idea de convertirlo en hostal.
Alguna negativa hubo, que la idea no cuajó y mientras tanto, la sombra de la
ruina seguía ganando terreno en los casi 400m² de inmueble. El Billarista entró
al nuevo milenio, enfermo y acongojado, pero con deseos de seguir viviendo, y
en ese trance horrible que es la espera, se mantuvo otro lustro. En el 2005 el
derrumbe se revelaba inminente. Cuando me acerqué a su viejo casco de ciento
cincuenta y cuatro años, en el 2007, una valla metálica anunciaba la protección
del área ante el desplome. Les presento los años ruinosos del Billarista. La
memoria, toda, tiene un lugar en la historia urbana de los pueblos, y por qué vamos
a olvidar su lado triste?, a lo mejor ese lado nos alerta para ponerle freno a
otros abandonos. ©cAc-2020
El Billarista, calle de
Marta Abreu N° 52, fue publicado originalmente en enero del 2010. Me permito
volver a publicarlo, a raíz de una foto en blanco y negro tomada en 1899, publicada en FB y de la cual piden su ubicación
en la ciudad de Santa Clara. El edificio que aparece en la foto no es el
antiguo Billarista como casi todos comentan. El Billarista en cuestión después
de un largo periodo de abandono, fue rescatado y rehabilitado, y también fue
objeto de dos artículo de mi autoría.
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