Mientras releía algunos textos de Un barrio, una
iglesia, un parque, no pude desviarme de un detalle que me taladraba el pensamiento: las lomas, las
cuestas y los declives que hacen parte de la trama orográfica e hidrográfica de
Santa Clara. En coches (hasta que desaparecieron del panorama urbano), a pie,
en bicicleta, en auto, y hasta en carretones de caballos, hemos subido y bajado
esas lomas convertidas en calles. Unas veces sin mucho esfuerzo (bajando por
San Miguel o por Villuendas), otras con el sofoco que impone una cuesta
(subiendo Nazareno o subiendo San Pablo), pero siempre ajenos a esos elementos
que hacen parte de la historia de una ciudad. Las lomas urbanas más conocidas
de Santa Clara, son la Loma del Carmen, (que fuera en los días fundacionales la
Loma de Francisco Alejo); la Loma de Belén, que más que loma es una barriada al
sur, limítrofe con la circunvalación y los maniguales del otro lado de la vía;
y la Loma del Capiro, todavía agreste y verde, y que da nombre al barrio
situado a sus pies. Tanoya nació en una loma, una loma sin nombre, y se
convirtió en barrio, sus primeros vecinos reclamaron un lugar de culto, y
levantaron una ermita en la parte más alta de la loma (tampoco muy alta que
digamos). La loma siguió sin nombre, el barrio fue rebautizado como Pastora,
por la ermita, y la trama de calles que se extendieron hacia el sur saliendo
desde la plaza, fueron cuestas (y lo son todavía: Cuba, Villuendas, Juan Bruno
Zayas, Alemán), y las calles transversales, es decir, del Este al poniente,
nacieron en los declives o pendientes que morían en el Arroyo de la Sabana,
actual río Bélico, y todavía hoy son calles que recuerdan que el barrio nacido
en los maniguales que fuera Tanoya, una loma que nunca tuvo nombre.
Esas calles son San Miguel, Pastora, Síndico y Caridad. Aunque nos parezca que
la trama es plana y fácil de andar, detengámonos en una esquina elevada de la
ciudad, en un muro de contención, en los restos de aceras altas con tres o
cuatro escalones para acceder a la puerta de una vivienda, y nos convenceremos
que Santa Clara nació del matrimonio entre sabanas y lomas, arropadas por
arroyos. ©cAc-2021