sábado, 12 de septiembre de 2009

Museo de Artes Decorativas

El solar que ocupa la casona colonial que abriga el Museo de Artes Decorativas, fue de los primeros en mercedarse en la recién fundada villa, en la última década del XVIII. Justo frente a la acabada de trazar Plaza de Armas, y haciendo esquina con una de las más antiguas calles de la villa, que entonces tuvo como primer nombre, la calle de los Huesitos.
©cAc/madsc
La casa fue en sus inicios de madera y guano, y era su propietaria, Antonia Coll. En los primeros años de 1730, comenzó a ser mejorada, y se le levantaron sus muros exteriores de mampostería. Fue la primera vivienda a cuya fachada fue integrado un portal sostenido por columnas, trabajo que realizó el sargento Agustín de Fleites. En 1740, la casa adquiere su aspecto puramente colonial, e irá integrando piezas, ventanas, trabajos de forja y madera, y la vida cotidiana de la familia tornará alrededor del hermoso patio en el cual quedó instalado un pozo criollo. La cochera daba a la calle del Rosario, nombre que reemplazó aquel de los Huesitos.
 
©cAc/madsc


Los elementos arquitectónicos originales de la vivienda le imprimen no solamente valor patrimonial, sino cierta pureza en el estilo, y un encanto particular que permite evocar los ambientes que fueron, con la modernidad, integrándose a la casona. Hacia 1820, la familia que la ocupaba emprendió grandes trabajos de rehabilitación, incluyendo la armonización de los portales de los inmuebles vecinos. La casa fue propiedad durante muchos años de la familia Carta, siendo Clarita Carta, la última de la saga en habitarla. Las leyes vigentes en materia de propiedad, y el interés de las autoridades en recuperar el valioso sitio, hicieron que por razones de interés público, la casa pasara a propiedad del Estado, y en su representación, la dirección de cultura de la ciudad. Corrían los agitados años de la octava década del siglo XX, cuando se acometieron los trabajos de restauración de la casa que se convertiría en exponente de la vida familiar cubana desde los tiempos coloniales, a través de la óptica mobiliaria y artística. Deambulando por sus salas, penetra uno en ese periodo de la historia cargado de la influencia colonial española y recreada con la identidad criolla que luchaba por su emancipación. Igualmente, piezas y muebles, nos trazarán el camino por la etapa republicana. Elegantes abanicos, tapicería, esculturas, pinturas, elementos del vestuario y pasamanería, fastuosas lámparas, muebles religiosos del XVIII, poltronas, comadritas, muebles de perilla, tinajeros, vajillas, todo proveniente del patrimonio familiar villaclareño, se expone en las salas del museo, que siguiendo la tradición barroca de las familias rancias y menos rancias, acumulaban en sus aposentos todo aquello que a la vista de los otros probara una marca de riqueza. 
  
  
©cAc/madsc

De las colecciones del museo, no puedo otra cosa hacer que incitarlos a que atraviesen el umbral de la casona frente al parque, pues no está permitido hacer fotos. No obstante, no faltarán imágenes que nos puedan acercar al patrimonio urbano de la ciudad de Marta.

2 comentarios:

  1. No conocía esa casona. Ahora sí. Gracias, amigo.

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    1. El comentario anterior es mío (Abel German). Pensé que saldría mi nombre de modo automático. Lo siento.

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