El sucesor de Juan Pablo II a la cabeza del Vaticano, Joseph Ratzinger, no sé si tendrá el privilegio que tuvo Karol Jósef Wojtyla en la isla de Cuba, y precisamente en el más central de su territorio, la ciudad de Santa Clara. Los tiempos no son los mismos, aunque sólo casi tres lustros separan la visita de Juan Pablo II y la de Benedicto XVI. Una, al final de un siglo con final tormentoso; la de ahora, comenzando el siglo XXI, no menos tormentoso, angustiante e incierto. A Juan Pablo II se le erigió una estatua en un monumento levantado para recordar la homilía que ofreciera el 22 de enero de 1998. El monumento, que nos hace pensar en una capilla, está situado en la avenida de Marta. De ese lado, es decir, en el sector norte de la carretera Central, el eje vial no mantenía el equilibrio de trazado con la avenida que se prolonga hacia el sur. En ocasión de la visita papal, el sector periurbano fue reordenado, y la calle devino continuación de la avenida de Marta hasta el sitio donde la base de la Loma del Capiro y la línea central del ferrocarril obligan a una bifurcación, al este, en dirección de la circunvalación, bordeando el nuevo reparto de casas construidas con “bajo costo” (reparto brisas del Capiro); y hacia el oeste, un acceso al barrio del Capiro por la calle Ana Pegudo, haciendo de frontera vial entre el reparto Bengochea y las áreas exteriores del estadio Sandino y otras instalaciones, y un acercamiento al centro de la ciudad, pero no precisamente un acceso. La vía termina en la calle 1ra, que a su vez sirve de barrera al área por donde corre el río Cubanicay. Y es justamente este eje el que popularmente se conoce como la avenida del Papa, pues fue por ella por donde accedieron los asistentes que venían desde el centro de la ciudad hasta el sitio donde fue oficiada la misa. El monumento fue levantado, yo diría, en un sitio recóndito de Santa Clara, y supongo que la elección está dada por estar aledaño al terreno desde donde el Santo Padre pidió que “abrieran las puertas a Cristo”. El sector, en su desarrollo urbano necesita también ese toque citadino que dan los monumentos y las esculturas. Desgraciadamente, el monumento en cuestión hubiera podido ser más ambicioso en su diseño, quizás en la talla de la estatua o del pedestal. En todo caso, el muro-cubierta alado y los spots del techo me remiten a los porches construidos en las décadas del 40 y el 50, en cines, clubes y en casas residenciales…©cAc-2012
©cAc-2009