Mostrando entradas con la etiqueta Esquinas de Santa Clara. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Esquinas de Santa Clara. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de diciembre de 2020

Santa Bárbara, calle o callejón?


Diciembre se nos va de entre las manos. Pasó la fecha en que se celebra Santa Bárbara, y tenía yo la intención de indagar si el tramo que nace en la calle Villuendas (antigua San José) y que desciende suavemente al oeste hasta morir en la margen derecha del Bélico, es una calle o un callejón. Yo diría que es casi todo. Los callejones son estrechos, y por lo general no tienen salida. Santa Bárbara mide cuatrocientos metros, doscientos de los cuales corresponden a una sola cuadra. Al final no tiene salida, pero en su sentido Este a Oeste, se sale de ella tomando a la derecha en Juan Bruno Zayas, o bien a la izquierda en la calle Alemán. Desde sus orígenes, los poblanos la bautizaron Callejón de Santa Bárbara. En 1911, el Ayuntamiento acordó bautizar la calle Coronel Alberdi, para honrar al patriota y médico sagüero, con un historial honorable. Una infortunada acción del político en el Senado hizo que un consejal villaclareño propusiera quitar su nombre a la calle, y por un nuevo acuerdo del Ayuntamiento, el 2 de noviembre de 1917, la calle fue rebautizada Mariano Clemente Prado, esta vez para honrar al eminente educador villaclareño que naciera en una casa del callejón, en 1854. Las placas colocadas señalan M.Prado, aún menos comprensivo para quienes nunca han oído hablar de Mariano Clemente Prado. 

No creo que quede alguien vivo que recuerde que la calle se llamara en algún momento Coronel Alberdi, y aunque oficialmente se llame Mariano Clemente Prado, los santaclareños siguen llamando a la calle como Callejón de Santa Bárbara.

La casa donde naciera Mariano Clemente Prado, numerada 53, mantiene conservado su estilo colonial. Puerta principal, tres grandes ventanas con enrejado de hierro donde se aprecia la lira en el centro de las rejas y una puerta también protegida con un trabajo de barras finas de hierro insertadas en la madera. Una ventana colonial poco común en Santa Clara. El detalle que no pasa por alto un observador, es la mampostería insertada en los bajos en las tres ventanas, para evitar  que los pupilos se distraigan mirando al exterior. Creo que hubieran podido encontrar otras soluciones menos grotescas. La cubierta del inmueble es de tejas que mueren en una cornisa con molduras sencillas. En el espacio de pared situado entre las dos últimas ventanas, fue colocada una tarja el 31 de diciembre de 1917, en recuerdo del maestro Mariano Clemente Prado. En 1946, la casa fue convertida en la Escuela Pública N° 8, Dr Carlos de la Torre y Huerta. 



La esquina de Santa Bárbara y Juan Bruno Zayas, hace parte del pequeñísimo “barrio chino” que otrora tuvo vida en Santa Clara, y que estuvo a punto de renacer si el proyecto de rehabilitación y conservación hubiera sido aprobado y llevado a vías de hecho. Las cuatro esquinas son como siguen. A la izquierda, la casa de la familia De la Torre, cuya construcción data de la colonia. A pesar de sucesivas remodelaciones interiores, los muros exteriores no han sufrido transformaciones, aunque es evidente el deterioro de las ventanas y puertas-ventanas. Cruzando la calle, también a la izquierda, nos encontramos un vetusto inmueble colonial, que bien valdría una profunda rehabilitación antes de que desapareciera completamente. El edificio, convertido en cuartería, estuvo ocupado por diferentes familias cuyos intereses individuales primaron ante el interés de recuperar un pedazo del patrimonio urbano. La desidia y el abandono, la negligencia y la falta de control, fueron ingredientes que participaron en la casi destrucción del edificio, cuando hace unos tres años las llamas lo devoraron. Frente al edificio colonial, un inmueble art déco, que por ser más reciente y por su solidez constructiva, el tiempo y los caníbales del patrimonio no han podido ensañarse totalmente con él. Cierto, la humedad, la falta de mantenimiento, y la utilización de pinturas de mala calidad no han ayudado a sus muros. No obstante, las transformaciones son evidentes. Enrejados de cabillas en las ventanas de la planta alta, así como la transformación de las puertas de la planta baja, agreden su estilo. Un edificio superpoblado. La necesidad de solucionar problemas de espacio es una de las causas que provocan esas tristes transformaciones, cuando las familias que lo habitan, construyen entrepisos y barbacoas que no pasan inadvertidas para los que transitan por el lugar.

La otra esquina, fue un inmueble colonial que el tiempo y el abandono se encargaron de convertirlo en un célebre vertedero de los vecinos y de los pasantes. Triste final para el que fuera un típico edificio que pudiera testimoniar del pasado arquitectónico de la ciudad. El inmueble convertido en solar yermo, también estaba incluido en la transformación socio-urbana de esa esquina. El sitio, al interior ya no es vertedero, pero la basura que tiran los vecinos y los pasantes en la misma esquina a veces supera la insalubridad.

En la calle-callejón, quedan todavía viviendas coloniales y neocoloniales, hermosas ventanas hoy desvencijadas, casas rehabilitadas grotescamente, con enchapes de piedras, enrejados, puertas y ventanas que no pueden clasificar en otro estilo, que aquel de la burla al patrimonio urbano. Los curiosos pueden también observar la riqueza de mosaicos que cubren las pisos de las casas. Ojalá Santa Bárbara interceda en la conservación del patrimonio que queda en pie a lo largo de sus tres cuadras. ©cAc-2020

sábado, 7 de noviembre de 2020

Colón & San Cristóbal (El Fuego Verde Salón)

Ayer, viernes seis de noviembre, anotaba en mi cuarderno de confinamiento : « Se fue corriendo la tarde y terminé pelado a tijeras por dos manos y un peine confabulados con aquellas « cucarachas » que nos dejaba en la cabeza aquel barbero del Salón Verde. Me pregunto a dónde fue a parar todo aquello que se vendía en esa esquina cuando entonces albergaba la Quincallería El Fuego. » Este corte de cabello « fait maison » me ha dado pie para detenerme en otra esquina bien concurrida de la ciudad de Marta. Es un cruce de calles pero quiero solo referirme al « desarrollo » de una esquina, ustedes pensarán que estoy loco, que se trata de « involución », y no los contradigo, tienen toda la razón de pensar en la involución de esta esquina, parte del proceso involucionario de un tipo de vertebrados, que conceptualizan la evolución urbana a su libre albedrío.

Volvamos atrás, a la Santa Clara del siglo XIX. La esquina era como tantas otras, esquina de comercio, de quincallas, cuchillerías, loza y retacería, vecina del mercado levantado en épocas de transformaciones urbanas, y a doscientos metros de la plaza Mayor. Mucho antes debió haber sido un caserón familiar, mitad comercio, mitad vivienda, casi siempre al fondo del establecimiento. A la llegada del siglo XX, la esquina en cuestión, había cambiado de aspecto, y los propietarios de la parcela mitad comercio mitad vivienda, se hicieron construir una casa no lejos de la iglesia del Carmen, y reestructuraron la esquina exclusivamente como comercio. Puerta por San Cristóbal, puerta en la misma esquina y cuatro puertas por la calle Colón. El inmueble, estructuralmente comprendía otro comercio por Colón, también con cuatro puertas, pero los dueños del comercio no eran los propietarios del lote, y estos últimos no se sumaron a la reestructuración llevada a cabo por los vecinos colindantes.

La tienda o bazar, al que se accedía por todas sus puertas, vendía de todo, y la mercadería se situaba en los anaqueles de madera contra la pared. Un largo mostrador acogía a los clientes. Con la rehabilitación del inmueble, dejó de verse la cubierta de tejas con pendiente hacia Colón, oculta por un largo friso, dividido en paños rectangulares y una cornisa saliente de la misma extensión Sobre cada puerta, un guardapolvo imitando la cornisa. Las puertas, en su parte superior, carecían de vitrales, y en su lugar fueron incorporadas una rejillas forjadas que permitían ventilar el establecimiento, una vez cerrado. En esa primera reestructuración, las puertas del bazar no cambiaron, y se mantuvieron aquellas gruesas puertas de cedro en la que se distinguían los gruesos clavos. Para protegerse del sol que en la tarde da directamente sobre la fachada, fueron incorporadas en las puertas, una esterillas simples que se bajaban según se necesitara.

Las tres esquinas vecinas del bazar que completan el cruce de Colón y San Cristóbal, una era el Bazar Inglés, la segunda una ferretería y la tercera, que no era solo una esquina sino un cuadrante, el viejo mercado de Santa Clara, que había reemplazado al mercado de Las Tahonas, del otro lado de la plaza Mayor.

Años más tarde, siempre en ese rico periodo republicano, en el cual Santa Clara comenzó a desempolvarse de su letanía provinciana, la tienda-bazar se regaló un rejuvenecimiento en el cual, la intervención principal fue la modernización de las puertas. Las viejas puertas de cedro pueron reemplazadas por puertas también de madera noble, pero a cada paño se le incorporaron cuatro vidrios centrales con hermoso trabajo de carpintería encima y debajo de los vidrios. Toldos rayados esquivando el sol y con la llegada del neón, un lumínico saliendo del friso esquinado, para hacerle compañía al viejo cartel de la quincalla. Allí el electrodoméstico por excelencia, y anunciado en el lumínico, era el refrigerador Leonard. Supongo que con el progreso y la diversidad, la quincalla ofreció otras marcas de refrigeradores y los electrodomésticos de « nueva generación ».

El cierre de la quincallería (por falta de aprovisionamiento ?), es decir, la intervención del próspero negocio por las autoridades, se llevó a cabo de la noche a la mañana. Intervención, un administrador nombrado por el gobierno local, mala administración de lo que quedaba y cierre definitivo. Otros conocerán mejor la historia del nacimiento del Fuego y el apagado del mismo.

En algún momento nació el Salón Verde, verde claro en los muros del inmueble, y un miserable lumínico en una pared interior, neón coloreado de verde. Evidentemente, como el saltamontes, que no siempre es la esperanza. De las seis puertas del establecimiento, cuatro fueron convertidas en ventanas, desmantelada la carpintería, reducidas y reconstruidas en aluminio. En la pared por la calle Colón, le incorporaron el legendario poste luminoso de las barberías, blanco azul y rojo girando en espiral, no recuerdo si ese giraba encendido mientras se mantenía abierta la barbería. Si grotesca fue esa reestructuración de la carpintería, grotesca fue la desaparición de todo el largo friso (milagrosamente sobrevivió la cornisa y los guardapolvos) que ocultaba la cubierta de tejas. La humedad y el moho en la cornisa y las paredes es el resultado de la pérdida del friso. A qué dirigente se le ocurrió maltratar el patrimonio urbano de esa esquina ? Ese ya murió o digiere tranquilo su jubilación. ©cAc-2020

martes, 20 de octubre de 2020

El nuevo edificio (hostal y viviendas). Antigua Peluquería Pola.



Esquina sudeste. La última de las cuatro esquinas en el cruce de Cuba y San Miguel, que nos interesa desarrollar, es la situada en el cuartón sudeste. El edificio construido en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la calle Cuba se llamaba Carmen, fue indistintamente un cuartel del ejército español y también un convento. Para entonces, el edificio tenía cuatro puertas-ventanas por San Miguel, y por Carmen (Cuba), también cuatro puertas-ventanas, una puerta cochera y una puerta de servicio, que era la más distante de la esquina. Ambas funciones no logro verificarlas, y no me queda otra solución que imaginar usando los soportes visuales. La foto tomada en el 2010 tiene poco que ver con la tomada en el 2020. Considerando que el inmueble dejó de funcionar como cuartel o cerró como casa conventual, cien años después de su construcción, avancemos en fecha y situémonos en la segunda mitad del  XIX. Pensemos que la parcela fue dividida en cuatro lotes, dos con fachada por San Miguel y dos con fachada por la calle Cuba. Los cuatro lotes quedaron divididos usando la estructura común y bajo la misma cubierta. 

Por San Miguel, el lote más al este, linda con una parcela en la que existen tres viviendas gemelas o « en tira », en una de las cuales vivía la familia Muñíz. El lote al que nos referimos, albergó una sola vivienda, y con el tiempo se dividió en dos espacios habitables. Esta vivienda, en la década del 1950, ocupaba el mayor volumen de la parcela que fuera un solo inmueble en el siglo XVIII. La vivienda con entrada por San Miguel, comprendía una sala, una saleta, cuatro dormitorios, una cocina comedor y todo giraba alrededor de un patio colonial con un corredor cubierto. 

En el lote que hace esquina, estuvo situada la Peluquería Pola, que un buen día, por decisión de la peluquera o por decisión de las autoridades, dejó de serlo para con el tiempo convertirse en casa de vivienda. Y como vivienda, la esquina inició su proceso de transformación en la séptima u octava década del pasado siglo, y lo hizo remodelando la puerta principal, y reduciendo las dos puertas-ventanas a dos ventanas de persianas y lucetas, protegidas por una reja fabricadas a partir de cabillas de construcción. 

La otra parte del otrora convento o cuartel, es decir, las tres dependencias que daban a la calle Cuba, se convirtieron en dos consultas de dentistas, y un laboratorio dental. Estas tres dependencias dejaron de funcionar con las intervenciones revolucionarias, y también comenzaron a transformarse. La puerta cochera fue reducida al tamaño de una puerta ordinaria, y el restos de las puertas-ventanas perdieron su estructura de origen. Esta porción del antiguo inmueble colonial, puede apreciarse actualmente como una fachada lisa ausente de techo y por supuesto, sin el alero saliente. 

En qué se convirtió el ángulo donde se cruzan Cuba y San Miguel ? No podemos hablar de estilo arquitectónico ni de una expresión formal contemporánea que pudiera salvar esa esquina. A partir de la estructura original, la vivienda fue agregando plantas hasta un total de tres. La planta baja tiene dos entradas por San Miguel, y una ventana pequeña, y la ventana situada en la fachada por Cuba, fue remodelada pero mantuvo el volumen que ya tenía. Las protecciones de cabillas desaparecieron y fueron remplazadas por rejas en hierro forjado, siguiendo la tendencia del « todo enrejado » que ha hecho furor en la ciudad de Marta, y por consiguiente, la imagen de una ciudad enrejada/enjaulada. La primera planta, al decir de la situación de las ventanas, fue concebida como dormitorios (4 ?) y baños, cuatro si la planta tiene que ver con el logo en rojo situado en una de las puertas, que indica casa de arriendo, pero en pesos cubanos. La segunda planta tiene una pieza construida en diagonal, para poder situar una terraza abierta protegida por una baranda en ele, decorada con balaustres, y en cada extremo, fue incorporado un guardavecino. Nostalgia del proyectista de un pasado urbano colonial ? La azotea del edificio también está guarecida por una baranda idéntica a la de la planta inferior. En una esquina, también de alto valor suelo, la nueva construcción desarmoniza con el estilo colonial, neocolonial y ecléctico un centro histórico, que cada vez lo es menos. ©cAc-2020

Se conservará esta esquina en los próximos años ? Antigua Farmacia Dr Calderín.

 

Esquina suroeste. Lote estrecho por San Miguel, alargado por Cuba en dirección al sur. El inmueble, cuyos muros exteriores expresan la solidez con la cual fueron construidos, tiene dos puertas y tres ventanas. La puerta situada más al sur, pertenece a una segunda vivienda en la misma parcela, y da fe de eso el número situado a la derecha. La otra vivienda tiene dos ventanas por Cuba y una por San Miguel, ventanas que originalmente fueron como las puertas, hasta el suelo. Fue esta esquina un comercio antes de ser convertida en vivienda ? En efecto, lo fue, pues en el inmueble radicaba la farmacia Dr Calderín (no confundir con la farmacia W. Calderín, situada en Parque Vidal y Gloria), y que todavía a comienzos de 1960, era una de las cincuenta farmacias registradas en el directorio telefónico de la ciudad. Existió ese momento incierto de los comercios y locales, que le tocó vivir a la farmacia, hasta que el lote fue entregado a la Reforma Urbana, y ésta autorizó su uso como vivienda. Evidentemente, había que cambiar el aspecto de comercio a vivienda, y la rehabilitación no tardó. A pesar de la transformación de las puertas-ventanas, es la esquina que mantiene en mejores condiciones su cubierta de tejas que termina en un sencillo alero. Se conservará la esquina suroeste en los próximos años ? Buena cuestión. Hay un viejo refrán que dice « cuando las bardas de tu vecino veas arder pon atención a las tuyas », y la traigo a colación, porque justamente, los dos lotes vecinos por la acera de San Miguel, ya entraron, uno en proceso de demolición interior que milagrosamente ha conservado la fachada, y el lote más pegado a la esquina, desfigurada su fachada original. ©cAc-2020

La Bodega de Aneiros y la panadería La Paloma



Esquina noroeste. La edificación que existió en este ángulo noroeste del cruce, nos lleva a pensar que desde su parcelación, el objetivo fue comercial, y que la parcela estaba dividida en dos, quizás tres lotes, con fachada principal por San Miguel. Los tres lotes tenían el mismo ancho que el largo de la pared lateral por Cuba. Por San Miguel colindaba con una vivienda y por Cuba, colindaba con el antiguo colegio de las Teresianas, hoy una escuela secundaria. Esta esquina, siguiendo la tradición comercial de la época colonial y su continuación en el período republicano, fue una bodega, y no cualquier bodega, sino la gran bodega de Aneiros, un apellido gallego enraizado en la ciudad de Marta. El bodeguero Aneiros vio intervenido su comercio, y no puedo afirmar que siguiera siendo una bodega, porque cuando descubrí la esquina, ya estaba en su lugar la panadería La Paloma, y que estuvo haciendo panes, y asando lechones para fiestas navideñas familiares hasta el 2015. En el 2009, se derrumbó buena parte de la secundaria (calle Cuba). Una vez finalizados los trabajos de rescate del otrora colegio religioso (2016), comenzó el proceso de demolición del inmueble de la panadería. Un proceso que comenzó por el desconchado de los muros, lo cual nos permitió conocer que el inmueble por la calle Cuba, tuvo originalmente seis grandes puertas. Estas puertas seguramente pertenecían a la bodega de Aneiros. Hubo una etapa de demolición, robo de materiales que pertenecían a la estructura medio abandonada medio demolida, sorpresa de los vecinos, de los pasantes habituales, e incertidumbre por el futuro de esa esquina de un valor suelo innegable. El lote más al oeste, que colinda con una construcción doméstica, ahora sede de una empresa denominada Quimep, fue el primero en ser construido, un inmueble de tres plantas, que abriga dos viviendas, ambas inscritas como hostales que arriendan en divisas al decir del logo en azul (El Bunker de Oro y Villa Cristal). La segunda vivienda en el 2017 todavía estaba en construcción, si apreciamos que la fachada no había sido repellada y la foto tomada este año 2020 la muestra terminada, pero no se aprecia el cartel que colgaba sobre la puerta anunciando Hostal Perla Centro en diciembre del 2019. La esquina de marras, aquella que todavía conservaba la carpintería de su techo y la cubierta de tejas hasta más o menos el 2015, está a medio terminar en este 2020, y como las otras nuevas construcciones, distorsionan completamente el paisaje urbano de la ciudad. Ni bodega, ni panadería, una murió, la otra se fue volando. ©cAc-2020



lunes, 19 de octubre de 2020

La « panadería » imaginaria (antiguo diario La Publicidad)



Esquina nordeste. La esquina es estrecha por Cuba y la edificación se extiende por San Miguel hacia el este. Es posible que la parcela construida haya sido dividida en tres lotes, destinados a vivienda y comercio. Es indiscutible que la parte comercial de la edificación fue situada en la misma esquina, y lo advierte el ancho de las puertas que dan por Cuba, una de las cuales, fue completamente cementada, la otra transformada, convertida en puerta, y una ventana en la parte superior, lo que me permite pensar que en esa parte fue construido un entresuelo artesanal o barbacoa en lenguaje popular. Y bien, les cuento que en esta esquina tenía su sede el diario santaclareño La Publicidad, fundado en octubre de 1904, y las oficinas de su director, el señor Antonio J. Vidaurreta. El diario dejó de existir a partir de 1959, y la historia de esos muros, intervenidos por las autoridades regionales del gobierno revolucionario, podemos hacer abstracción e imaginarla. El renacimiento de la esquina está ligado al periodo de existencia de la panadería La Paloma. Actualmente, la esquina, y eso desde hace años, es un punto de venta de pan a la población para los vecinos de la circunscripción. Lo interesante es que los « consumidores » que se desplazan al punto de venta para comprar la cuota diaria de pan, en su imaginación van a la panadería, es decir, a una panadería inexistente !, pues la esquina no es otra cosa que un mostrador que distribuye el pan, que viene de alguna panadería o centro de elaboración. Los dos lotes que le siguen, si consideramos la transformación de la fachada, no puedo saber si originalmente fueron lotes con función de comercio o de vivienda. Habría que preguntarle a la familia del señor Vidaurreta. La transformación de esas fachadas es caótica, y actualmente ambos lotes corresponden a viviendas. ©cAc-2020

Un cruce, cuatro esquinas



Querer llegar al fondo de un pozo es siempre difícil y por muchas razones, Santa Clara se convierte en un profundo pozo a la hora de buscar información. La esquina de Cuba y San Miguel, es uno de los fondos de pozo de acceso difícil. Me han empujado a desenpolvar fotos recientes, y como escribir sobre la ciudad de Marta, me llena de satisfacción, huérfano de documentación, echo a volar mi imaginación para tratar de imbricar historia conocida, la historia contada por antiguos ocupantes y la historia que nadie me ha contado. 

Las cuatro esquinas fueron edificadas en la misma época, con cierta  similitud en el tamaño de las parcelas, la solidez de los muros de las fachadas, la cubierta de los techos, la carpintería y el diseño de los aleros. De hecho, cuatro esquinas con la misma tipología arquitectónica, que globalmente permitían considerarse como armónicas, y que si bien eran de escaso valor arquitectónico, podrían haberse tenido en cuenta por el valor urbanístico. Les propongo, en un próximo post, ver detalles de cada esquina, cardinalmente, dando la espalda al sur, o sea, mirando hacia el norte, al parque Vidal. ©cAc-2020

domingo, 18 de octubre de 2020

Esquina de San Miguel y Cuba…

 


…o Cuba y San Miguel, según la orientación que se le quiera dar a esas cuatro esquinas que hasta hace poco mantuvieron la armonía arquitectónica de la época colonial. Para llegar a esa esquina vamos a remontarnos a los primeros años de la fundación de Gloriosa Santa Clara. La calle que se abría al sur desde el ángulo suroeste de la plaza de Armas fue denominada San Pablo. Era como todas, polvorienta en la seca y pantanosa en la época de lluvias, y el tramo parcelado no pasó de 120 varas. El arroyo Marmolejo, que nacía en la laguna del Francés, fue el primer obstáculo en el alargamiento de San Pablo hacia el sur. La laguna del Francés, que de hecho era pequeña se fue secando, aunque el manatial  siguió vertiendo su hilo de agua hacia el Marmolejo. El curso de agua nunca desapareció, pero fue perdiendo fuerza como arroyo. Continuaron mercedándose las parcelas a medida que se extendía San Pablo, y la calle dejó de llamarse así para convertirse en la calle Carmen, la cual llegó hasta la actual calle de San Miguel. La manigua iba desapareciendo, y ese sector sur fue denominado Tanoya, un barrio en el que se asentaron familias pobres, en su mayoría pardos y negros libres. Otro cambio en la señalética, hizo que nombraran Carmen a la calle del Provincial (actual Máximo Gómez), y la otrora San Pablo fue rebautizada como calle Cuba, esto ocurría en la mitad del siglo XVIII. La villa progresaba y seguía la urbanización del sector sur, y a medida que la calle se extendía, surgían otras transversales. Y fue entonces que nació el cruce de la calle Cuba con la calle San Miguel. La teja y la mampostería se iban imponiendo en la urbanización. Las cuatro esquinas vieron levantar caserones de gruesos muros, altos techos cubiertos de tejas, con aleros salientes. En las parcelas se construían viviendas y también comercios y menestrales. Los caserones, que fueran viviendas o comercios, llegaron hasta nuestros días, y aunque muchas veces los pasantes, a fuerza de pasar no pusieran atención a ellos, la huella del urbanismo colonial estaba enraizada en esas cuatro esquinas, y cuyo cruce se llamó en los albores de la República, calle de José de Jesús Monteagudo (Cuba), patriota de la gesta independentista, y calle Manuel Dionisio González (San Miguel), en honor a nuestro primer historiador santaclareño. Ambas apelaciones no cuajaron en la oralidad popular, que siguió llamándolas Cuba y San Miguel, aunque esta última, una vez más fue rebautizada después de 1959, y las placas la señalan como Avenida 9 de Abril. Los invito a seguir leyendo en venideros post, sobre esta esquina, y bienvenidos los comentarios… ©cAc-2020

viernes, 1 de mayo de 2020

El Billarista, 157 años después (enero del 2010)


El Billarista se muestra flamante y nuevo en su esquina de siempre: Marta Abreu y Villuendas, esquina que lo viera empinarse como el inmueble más alto y sólido construido en la mitad del siglo XIX en la región central de la Isla. Ahora le han vuelto los colores y su aire de caserón grande con hermosa balconería en hierro forjado. Ciento cincuenta y siete años de construido, fungiendo como vivienda, comercios, oficina de telégrafo, billar, y como paredes mudas ante el abandono y el ir y venir de las ratas que llegaron a apropiarse del lugar. Adiós escombros, ratas y murciélagos. El Billarista ha renacido y de sus ruinas nada queda, salvo el recuerdo triste de haberlo visto envejecer a fuerza de maltratos. Recupera la ciudad una perla de su patrimonio urbano, recuperamos todos, el aliento sabiéndolo nuestro. Una tienda por departamentos, -su nueva función, distribuidos en sus tres niveles. La planta que fuera originalmente vivienda, ha sido dedicada a calzados, peletería y accesorios. El nivel intermedio ofrece también calzado, prendas deportivas y sus accesorios. La planta baja, concebida desde sus orígenes como planta comercial, acoge bisutería, joyería y perfumería. Su función totalmente comercial multiplicará el uso del inmueble, pero también se han concretizado las futuras intervenciones periódicas a fin de que no pierda el esplendor rescatado. El Billarista impone su silueta, y la tercera planta es visible desde la esquina del Teatro La Caridad, con su techo rojizo, imitando la criollez de las tejas y el amarillo de época bañando sus paredes. Visto desde donde comienza el callejón de Santa Bárbara, el fondo del edificio, que fuera colindante con un inmueble también colonial, de dos niveles, -dejado al abandono y ahora desaparecido durante la remodelación del Billarista, deja demasiado a la vista los sistemas de climatización y ventilación. Como comentaba recientemente, no me dejaré llevar por visiones subjetivas, es posible que el espacio abierto entre las viviendas y el Billarista, encuentre un proyecto renovador, y quién sabe si ya está rodando el mismo. ©cAc-2010

El Billarista, rescatado, 10 años después (mayo del 2020)

“El Billarista, 157 años después” fue publicada en el 2010, recién acabadas las obras de rescate y restauración. Fue la tercera crónica acerca del edificio, y siempre pensé que por su valor patrimonial para la ciudad, estaría en la mira de todos, del pasante, del que entra para comprar o para husmear, de todos los santaclareños, de los arquitectos e ingenieros que hicieron posible el rescate, y por supuesto, de las autoridades de patrimonio, y otras direcciones que administran el cotidiano de un territorio. Han pasado diez años desde la re-inauguración del inmueble convertido en tienda por departamentos. Y en una isla húmeda y propensa al deterioro, -tanto por la humedad como por la consabida falta de mantenimiento, que empuja al descuido, y el descuido que empuja a su vez a la desidia-, el Billarista iba a sufrir rasguñaduras exteriores e interiores. Basta levantar la cabeza y mirar las cornisas, la pintura, la limpieza, los cambios y movimientos de mostradores, un cierre aquí y un cierre allá, este pedazo clausurado al público, la atención al cliente con una sonrisa o con una mueca, y lo que hay y lo que nunca hay, en la que fuera tildada de megatienda en los días sucesivos a su apertura. A inicios del año 2009, la periodista Idalia Vázquez Zerquera hacía referencia al Billarista en un artículo de prensa digital[1], y comentaba que al término de los trabajos de la otrora Cámara de Comercio, y del desaparecido Bar Los Taínos, y del propio Billarista se daba “paso a uno de los complejos de tiendas más grandes y funcionales de Cuba”. Han pasado dos lustros, y digo, bravo por haberse recuperado el Billarista y la fachada esquinada de la Cámara de Comercio, (los dos otros inmuebles fueron demolidos y anexados para extender el volumen de la futura tienda), y me pregunto, son ellas “uno de los complejos de tiendas más grandes y funcionales de Cuba”? ©cAc-2020

[1] Restauran primer edificio de tres plantas del centro de Cuba. Idalia Vázquez Zerquera. Vanguardia digital. Villaclara, Cuba. 13 de abril de 2009.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Parque & Tristá (Esquinas de Santa Clara)


La esquina que hoy conocemos como Parque & Tristá (Rafael Tristá), fue en los primeros años de la fundación, la esquina desde donde comenzaba la calle Paso Real del Río, yendo hacia el Oeste. La plaza era polvorienta. El terreno mercedado sirvió primero para levantar una vivienda, que con los años fue cambiando su aspecto, incluso además de vivienda, sirvió de comercio, pues ese tramo de calle hasta la plaza, era conocido por las bodegas, menestrales y otros negocios, como lo fuera la primera barbería del villorrio.
Hacia finales del siglo XIX, la finca urbana había evolucionado, y la esquina mostraba un caserón con portal a la usanza colonial, con una caída de agua bien pronunciada. El valor terreno del sitio no era desconocido por sus propietarios, y la esquina devenida Plaza Mayor y Santa Clara (nombre de la calle que precedió al de Tristá), era una dirección céntrica, en una plaza donde se erguían en ese final de siglo, el Teatro La Caridad y la iglesia Parroquial Mayor, y en los alrededores, numerosos comercios. La plaza era el símbolo del ocio y el recreo provinciano. Las puertas del caserón colonial y el pórtico de la iglesia se miraban mutuamente aunque las primeras recibieran antes que la fachada del recinto religioso, la claridad del amanecer.
Al desgajarse Cuba como perla de la Corona española en 1898, y con el advenimiento de la República en 1902, Santa Clara comenzó a desgajarse ella, del letargo colonial. Alrededor de la Plaza Mayor, los inmuebles coloniales, rehabilitados mayormente en el curso del siglo XIX, iban adoptando nuevas tendencias, quizás tardías, en su comunión con la arquitectura.
En 1905, un año antes del término de la presidencia de Tomás Estrada Palma, y presidido el ayuntamiento por Enrique del Cañal, la esquina santaclareña vió levantarse el primer edificio neoclásico del corazón urbano de la ciudad. El Banco Nacional de Cuba hizo del inmueble su sucursal en Santa Clara.
Dos años después, en 1907, durante la intervención norteamericana (1906-1909), la sucursal del Banco Nacional de Cuba cedió el inmueble a un banco estadounidense. The National City Bank of New York inscribió su nombre en la parte superior de la fachada del edificio santaclareño.
The Royal Bank of Canada, que se llamó Merchants Bank al fundarse en 1864, adoptó su nombre actual en 1901. En plena expansión al final del siglo XIX, aprovechó el inicio de la era republicana de Cuba para instalarse en la Isla. La implantación de una sucursal del banco en Santa Clara data de principios de la primera década del siglo XX. Para entonces, el banco ocupaba la planta baja del edificio en la esquina de Parque y Marta Abreu, teniendo como vecinos en la planta alta, a la Cámara de Comercio de Santa Clara.
Con el cierre de la sucursal de The National City Bank of New York, el The Royal Bank of Canada trasladó sus oficinas al elegante edificio de Parque y Tristá.
Originalmente el edificio fue concebido como una planta cuadrada. Elegante fachada neoclásica, con un soportal alto sostenido por ocho columnas de estilo corintio. A cada lado de la puerta principal, apliques importados de Europa, del mismo estilo de los que vemos en los bancos que surgieron en La Habana, o los grandes bancos neoyorkinos o europeos.
El banco recibía iluminación natural y ventilación por sus cinco ventanas dando a la calle Santa Clara, realzadas por pilastras y frontones triangulares. Del lado derecho, un patio hacía de frontera con el edificio colindante, y entre ambos inmuebles una verja en hierro forjado, y una puerta de acceso, tal como todavía podemos apreciar.
Todo parece indicar que por necesidad de espacio, el banco se agrandó más tarde, -antes de 1952-, pero mantuvo el estilo neoclásico inicial, así como la verja, creando una especie de caja de luz y aire para las oficinas instaladas de ese lado.
Gris desde su inauguración, dejó de serlo con la nacionalización de la banca en 1961. The Royal Bank of Canada fue suprimido de la fachada justo debajo del frontispicio, mezcla de templo griego y cornisa con balaustres.
El edificio, banco siempre, nacional y de Cuba, pero lejos de ser un banco tradicional, se dedicaba a transacciones internas y de empresas. El inmueble fue languideciendo con el paso de los años, y comenzó a cobrar actividad cuando en 1983 abrió al público como una caja para depósitos y extracciones pertenecientes al Banco Popular de Ahorro. Al cabo de veinte años, un cierre temporal, algunos trabajos y pinturas, y un nuevo nombre en su fachada. En amarillo oro sobre rojo, quedó inscrito el nombre del nuevo inquilino: Banco de Crédito y Comercio, con licencia autorizada por el Banco Central de Cuba (BCC), creado en 1997 y que sucediera al Banco Nacional de Cuba, fundado en 1948.
Sólida construcción, y por esa razón, columnas, volutas, rosetones, estrágalos y hojas de acanto han sobrevivido a los abandonos, la humedad y a las funestas rehabilitaciones. La escocia, el bocel y el bocel intermedio de las columnas fueron realzados, como otros ornamentos del edificio, con los colores que distinguen las sucursales de BANDEC.
La estructura general del inmueble se porta bien, -fue construido para que durara-, es vivo por sus colores amarillo crema y rojo burdeos, pero si escrutamos, podemos apreciar un cierto descuido (abandono, poco mantenimiento?) por ejemplo, el pedazo que falta en el basamento superior, al lado de las columnas del extremo izquierdo.
En alguna renovación posterior al 1959, el banco perdió sus puertas y ventanas de madera originales para integrar aluminio y vidrios que desgraciadamente atentan contra la estética y la elegancia del edificio. Vecino del otrora Hotel Florida, -ahora en plena remodelación después de tanto abandono y deterioro, pensamos que una vez terminada la obra, habrá que sacudir el polvo de la fachada del banco y repensar en cómo darle el brío con una renovación de su marquetería. Y habrá que educar (y multar sustanciosamente) a los noctámbulos que vacían sus vejigas medio ocultos y otros nada ocultos, detrás de sus columnas. El patrimonio urbano de Santa Clara merece respeto, porque el patrimonio es de todos. ©cAc-2019.