Todas las esquinas de Santa Clara tienen su historia. La que les presento, tiene la suya, y no precisamente les comentaré sobre la esquina (o las cuatro esquinas), sino sobre el cruce que hacen estas dos calles: Tristá y Juan Bruno Zayas. La más vieja historia se pierde allá por los comienzos de la villa, cuando viniendo del occidente de la Isla, se pasaba el río de la Sabana, y se entraba a un arrabal cuyo camino polvoriento llevaba hasta la Plaza Mayor. Este fue uno de los tres primeros caminos de acceso y salida que tuvo la villa, al cual se le bautizó como Paso Real del río. El empuje del comercio en una villa que comenzaba a espigar no se hizo esperar, y en los albores del dieciocho, se establecieron los primeros negocios de menesteres y oficios. Así se le llamaría en lo adelante al camino, Paso Real de los Oficios, quedándose cortamente como “de los Oficios”, largamente Santa Clara de los Oficios y que duraría poco más de un siglo antes de volver a achicarse pero sin cambiar de nombre, cuando la villa se reordenaba urbanamente durante el diecinueve. Entonces se honoró a la calle como Santa Clara, nombre que mantuvo hasta bien tarde nacida la República, aunque oficialmente la calle había sido rebautizada Rafael Tristá, que fuera hijo notable de la ciudad. La otra calle nace con la desaparición del arrabal convertido en barrio del Paso Real. Igual de polvorienta que las otras calles, Santo Espírito se extendía de norte a sur cortada por el cauce pedregoso del arroyo Marmolejo y el hilo de agua que era el arroyo de las Flores. La calle donde naciera Martha, no escapó a los cambios republicanos, y desde entonces se honoró con su nombre, al patriota cubano Juan Bruno Zayas.
La idea de escribir sobre este cruce de calles donde cada una de sus cuatro esquinas marca la historia del patrimonio urbano de la ciudad fue gracias a una foto colgada en una red social de amigos y gente de Santa Clara, nostálgicos, orgullosos y apasionados del terruño que los vio nacer. En efecto, la foto me impactó, y de súbito supe que yo conocía esa esquina, que no podía ser otra que Zayas y Tristá. Debo confesar que solo un detalle en la foto me hacía vacilar: el semáforo. En la foto aparecen tres de las cuatro esquinas, y es precisamente la que falta, la que permitiría un rápido reconocimiento del sitio. Y como no podía hacer de otra manera, intenté, primero recurrir a la memoria visual, y dos de las tres esquinas me resultaban familiares: la bodega y la fachada de la vivienda. Justo ellas me llevaban a pensar que era la esquina de marras, pero el lumínico indicando la farmacia, y los otros carteles anunciando comercios, me contrariaban la idea inicial. Un detalle importante, la guagua GM color mandarina que viene subiendo por Tristá. Las guaguas “mandarina” eran una particularidad santaclareña, y recuerdo haberlo escuchado de boca de mi padre. Fue entonces que recurrí al archivo de fotos y fueron ellas quienes me permitieron corroborar que estaba en terreno seguro.
Las susodichas esquinas fueron mercedadas en épocas tempranas, cuando los barrios de Paso Real y de Tanoya se extendían y casi se tocaban, pero que no permitía el rocoso Marmolejo. La proximidad con la Plaza Mayor ponía en guardia a las autoridades de la villa, escribanos y aguzados mercaderes de la tierra. Los primeros caserones allí construidos lo fueron de tabla de palma, sólidos horcones y cubiertas de guano. Pero no tardaron en convertirse en casonas de mampostería y tejas. De ese pasado colonial queda la bodega, abierta desde mediados del siglo diecinueve. Donde antes estuvo situada la farmacia, mucho antes fue una vivienda, construida en el mismo estilo colonial, sin encanto ni derroche en materiales. El inmueble conoció una rehabilitación constructiva que le aportó esbeltez por los decorados agregados a las puertas y ventanas, y por la cornisa a la altura del techado. El eclecticismo estallaba en la Santa Clara de principios del siglo XX. Años más tarde el inmueble vio instalar entre sus paredes una farmacia y que debe haber existido hasta su cierre después de 1959. La tercera esquina siempre ha mantenido su función habitacional. Su fachada actual remplazó la del viejo caserón colonial durante los años republicanos. La esquina que no muestra la foto es obviamente la Iglesia Bautista “La Trinidad”, pero entrar en detalles al respecto, nos desviaría de la línea que nos empujó a contar un poco sobre la foto colgada en “gente de Santa Clara”.
No tardaré en hacer la misma foto colgada por el coterráneo Karel Becerra, si se me ocurre pasar una temporada en la tierra, pero a falta de ella, les comento casi la misma pero decorticadas en varias y tomadas en años diferentes.
Empecemos por la esquina de la bodega. Globalmente el inmueble no ha cambiado mucho y sigue siendo el caserón colonial construido inicialmente como comercio, y quizás también como vivienda, cosa frecuente en comercios de menesteres y de bodegas. En el ángulo de las dos calles sigue existiendo la bodega, oficialmente Unidad 677 del Mincin y nombrada “La Fortuna”, que además de vender “víveres en general” ya sean liberados o racionados, su función principal es atender a los consumidores inscritos en la misma, y venderles los productos “de la cuota”, es decir, aquellos que todavía siguen subsidiados por el Estado y para los cuales se precisa “la libreta” que procura la Oficoda. Poco importa, volvamos al inmueble y otros detalles. Tanto por Zayas como por Tristá, el caserón perdió parte de su volumen espacial y todo parece indicar que en cada extremo existen dos viviendas, detalle que puede verse a simple vista, por el color de la pintura dado a la fachada, pero también por lo disonante de la puerta y dos ventanas, en el extremo que tiene por Zayas. El poste del tendido eléctrico debe ser el mismo, la placa fundida que señala J.B.Zayas sigue en su lugar y no aquella en mármol por Rafael Tristá. La tapa de botella anunciando la Pepsi y el cartel de la Coca Cola desaparecieron antes de que yo naciera y el Te seré fiel [mi Cuba y dos palmas] decora una pared pintada a cal.
La vivienda frente a la bodega mirando al norte, se ha salvado de los estragos del tiempo, y no ha sufrido las remodelaciones que poco a poco condenan el paisaje urbano de Santa Clara. La vivienda hace parte de un conjunto de viviendas cuyos frentes dan a Zayas y revelan, a pesar de ciertos detalles, uniformidad de estilo. La foto tomada en febrero del 2009 nos muestra una fachada que reclama a gritos, un poco de atención y mantenimiento. Los gritos cesaron al año siguiente, aunque todo parece indicar que no alcanzó la pintura para toda la fachada, quedando sin brochazos la cornisa superior, que felizmente había sido repellada y mantenida. Por el costado de Tristá, se agregó una placa con la efigie y el nombre de quien fuera médico y alcalde de la ciudad.
La tercera esquina es aquella que ha sufrido los embates de las políticas revolucionarias y urbanas. La política interventora llevada a cabo por las autoridades en la década del 60’ trajeron consigo el cierre de la farmacia y como muchos otros locales comerciales, los muros pasaron a disposición de la Reforma Urbana y entregados como viviendas a familias con problemas habitacionales. No voy a evocar porque no es mi objetivo, la historia y consecuencias de estas políticas habitacionales. Sencillamente, la farmacia fue remplazada por un núcleo familiar. Como otras fincas urbanas, el volumen del inmueble correspondía a las medidas establecidas para las parcelas mercedadas en el perímetro urbano de la villa. Del caserón que fuera luego remodelado a principios del siglo XX queda poco. La foto tomada en 1956 no me ofrece todo el tamaño que tenía el inmueble en ese momento.
Yo miro la foto tomada en noviembre del 2010 y saco mis propias conclusiones. Primero, pienso que el inmueble original fue decapitado en sus dos extremos, tanto por Zayas como por Tristá, y que esa pérdida pudo haber sido mucho antes de 1959 o posterior a 1959. Al desaparecer la farmacia, y convertirse en vivienda, ésta mantuvo durante un tiempo el estilo arquitectónico de principios de siglo. Habría que preguntarse también, cuántos núcleos familiares se compartieron los muros del comercio intervenido? Cuántas familias se sucedieron desde que el inmueble pasara a manos de la Reforma Urbana? Cuál de esas familias fue la pionera en la remodelación/destrucción del estilo original de la fachada? Al detallar las diferencias exteriores, podría pensar que dos familias ocupan el inmueble. La familia cuya entrada da por Zayas, no ha hecho trabajos de remodelación de la fachada, quizás cambios en la carpintería de las puertas ventanas para adaptarlas a vivienda. Da grima ver el estado actual de la fachada de la otra “vivienda” cuya remodelación trajo consigo la supresión de cinco puertas-ventanas, la pérdida de ornamentos y capiteles, incluso de una parte de su cornisa alada. Por otro lado, valiéndose del puntal alto del inmueble, la vivienda se vio ampliada en piezas al ser construida una “barbacoa” y con ella se agregaron cinco ventanas de persianas para el altillo, y un derroche de rejas de hierro, incluso para la puerta de entrada. Tanto hay que esconder y preservar? Tan grande es la inseguridad que hay necesidad de parapetarse detrás de rejas que impresionan por la semejanza a ventanas carcelarias? Todavía queda en la fachada la placa en hierro que da nombre a la calle Tristá. El semáforo en este cruce de calles desapareció, y pienso que como yo, muchos no sabían que existió uno en ese lugar, clave en la circulación vial de la ciudad. Para conciliar tráfico y seguridad vial la señal de Pare es menos costosa y felizmente a partir de ese cruce en dirección al Parque los carretones no tienen acceso.
Para aquellos que todavía tienen dudas de si es Santa Clara y qué cruce de calles es, les cuelgo mis fotos para ayudarlos a salir de la duda, de la sorpresa y de la decepción al ver tanto paisaje urbano malogrado. © cAc-2014