Ermita de la Candelaria (1724 – 1883)[1]
Gloriosa Santa Clara fue fundada en los
finales del siglo XVII, exactamente en 1689. Escribe Manuel Dionisio González
en su Memoria Histórica[2]
que la ermita ya existía en 1696, y en esta fecha, Juan de Conyedo era un niño
huérfano de madre, de apenas nueve años, y su padre, cumpliendo una promesa,
vivía retirado en la Ermita de Regla, en La Habana. La ermita de la Candelaria
en ese final de siglo estaba situada en el cuartón noroeste de la plaza, era un
caserón de madera y paja, como todas las casas que circundaban la primitiva
plaza Mayor. Juan de Conyedo estudiaba el sacerdocio en La Habana, y regresa a
Santa Clara en 1712. En 1718 fue nombrado cura rector de la también primitiva
iglesia parroquial. Ese mismo año, el Padre Juan de Conyedo decide reconstruir
y levantar de mampostería y tejas la ermita Nuestra Señora de la Candelaria.
Seis años duraron las obras y en 1724 fue terminada la nueva ermita.
Los maestros de obra que ejecutaron la ermita
fueron los mismo s que construyeron más tarde la Iglesia Parroquial Mayor.
La ermita se componía de una sola nave que tenía aproximadamente 16m de
largo, 8m de ancho y la altura de su techo era de seis metros. Nunca tuvo
torre, pero si campanario. Un campanario original, que estaba formado por
cuatro horcones de jiquí, de una altura considerable. Los jiquíes, como era
tradición, fueron localizados y cortados en el mismo pueblo.
Entre 1722 y 1723, el Padre Conyedo fundó en
la misma ermita un hospital caritativo para curar a los desamparados, y lo
nombró Nuestra Señora de las Angustias. En 1730, el hospital fue ocupado y
atendido por dos religiosos de la orden de los Franciscanos. El Padre Juan de
Conyedo, con sus propios recursos, mandó a construir una casa de mampostería y
tejas, a un costado de la iglesia Parroquial Mayor, incluso se instaló él mismo
en dicha casa, para atender a los enfermos.
El hospicio requería una mayor fuerza de
religiosos para mantenerlo en condiciones y considerando esta necesidad, surgió
la idea de convertir la ermita en convento, lo cual fue autorizado por la orden
de los fundadores, y las autoridades eclesiásticas de la Isla. Para la
conversión de la ermita en convento, fue solicitada la Real Licencia. La dicha
licencia nunca fue recibida por los religiosos. Entre tanto el sistema
constitucional de la metrópolis sufrió cambios y las licencias fueron
suprimidas en febrero de 1823. Los frailes se retiraron de la ermita, que
durante dos años permaneció estuvo cerrada. Los nuevos cambios acontecidos en
la gobernación trajeron consigo la restitución del templo a los frailes que
tomaron posesión del lugar en marzo de 1825.
Por espacio de dieciséis años, los religiosos
pudieron continuar la administración del hospicio y de la ermita. El gobierno
español de la península, habiendo adoptado nuevas disposiciones en 1841
respecto a las comunidades religiosas, las hizo extensivas a la isla de Cuba.
La ermita, portadora del título “hospicio” fue cerrada y los objetos de culto, los
cinco altares y el mobiliario, fueron trasladados a la administración de
rentas.
Ocho años más tarde, en 1849, la ermita
perdió todo carácter religioso, convirtiéndose en cuartel. Una
reconversión que hizo levantar voces en la sociedad santaclareña de la época,
persuadidas de la importancia de conservar el edificio como monumento religioso
de la ciudad. No pasaron dos años, cuando en 1851, el campanario fue
desmontado. La ermita-cuartel se mantuvo en la esquina de la plaza hasta 1883,
cuando el edificio fue demolido para en su lugar construir el teatro “La
Caridad”. ©cAc-2008
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