jueves, 27 de noviembre de 2008

Un párroco casi desconocido, Juan de Conyedo


Un párroco casi desconocido, Juan de Conyedo[1]


En octubre de 1687, nació y fue bautizado, en la villa de San Juan de los Remedios, un varón que nombraron Juan como el padre, apellidado Conyedo Martín, nacido en Asturias y de Juana Manuela Rodríguez de Arciniega, remediana. El niño junto a sus padres, dejó Remedios durante el verano de 1689, en aquel desplazamiento de unos cincuenta kilómetros tierra adentro y que terminó con la fundación de Gloriosa Santa Clara. Juan creció en el villorrio que nacía y allí comenzó su primera educación.
Siendo infante quedó huérfano de madre. El padre, luego de haber sobrevivido a los embates de la tormenta San Rafael mientras hacía la travesía de Remedios a La Habana el 24 de octubre de 1692, hizo y cumplió la promesa de servir a la Virgen en el santuario de Regla, para lo cual, construyó una nueva ermita, y cuartos para alojar a los peregrinos. Vivió como un ermitaño, dedicado a su obra, durante cincuenta y un años, hasta que murió en 1743[2].
Amparado por sus abuelos, cuyas partidas lo llevaron a una segunda orfandad, fue enviado por éstos a La Habana para seguir estudios eclesiásticos, pues la recién fundada villa de Gloriosa Santa Clara no contaba con medios ni instituciones para preparar a su juventud.
A los 25 años, el joven remediano volvió a su villa adoptiva como sacerdote y con grado de licenciado en estudios canónicos. Corría marzo de 1712. Una vez reinstalado en Gloriosa Santa Clara, Juan de Conyedo comienza su obra educativa. Sin tener en cuenta la diferencia de sexo, agrupó en una sola clase de primaria a todos los niños y niñas de la villa y consagró buena parte de su tiempo a la instrucción de los mismos. Dos meses más tarde fue designado sacristán mayor interino de la Iglesia Parroquial. En 1717, fue convertido en teniente cura de la Parroquial. Si el tiempo era corto para su ministerio, no lo era para continuar su trabajo de instrucción a los hijos de familias desfavorecidas. Nuevos cargos y ocupaciones hubo de ocupar el sacerdote Juan, y en 1718 además de cura rector, lo hicieron Juez Eclesiástico, sucediendo al presbítero José Suárez. Juan de Conyedo comenzó a ser reconocido como el Padre Conyedo. Delegó su obra de magisterio a Pedro José Jaramillo, notario público del juzgado eclesiástico, sin dejar de poner atención en la educación de la juventud de la villa.
De sus propios medios, el cura decidió en 1717, mejorar el primitivo edificio de la ermita de la Candelaria, cuyas paredes eran de tablas y su techo de paja. Las obras, supervisadas por él mismo, comenzaron en 1718 y la nueva ermita, ahora con sus paredes de mampostería y sus techos en teja criolla, se convirtió en Nuestra Señora de la Candelaria. La idea que primaba en Conyedo, era destinar la ermita a convento, para lo cual invirtió sus ahorros en comprar una casa y un solar colindantes con la ermita. Estableció allí, en 1724, un hospital de caridad que nombró Nuestra Señora de las Angustias, y que fuera el primer hospital de Santa Clara.
La primera iglesia de la villa, que era la Iglesia Mayor o Parroquial, levantada de madera y guano en 1692, fue después de la ermita, la obra que el Padre Conyedo decidió acometer. Primero hizo construir una casa de mampostería y tejas a un costado de la iglesia Mayor para instalar en ella el hospital de caridad que resultaba chico en la ermita y destinar una parte a escuela mixta para los niños, instalación que llevaría a cabo en 1730. La reconstrucción de la iglesia parroquial Mayor comenzó en abril de 1725, luego que el Padre Conyedo vendiera un terreno y un tejar de su propiedad para poder asumir los gastos. Terminados los trabajos de reconstrucción, el párroco, siempre persuadido que obraba por el bien, decidió dar la libertad a los cinco esclavos que habían servido a los trabajos tanto en la ermita como en la iglesia.
Por encomienda del ministerio, hubo de ausentarse el Padre Conyedo de su villa para fungir como canónigo en Santiago de Cuba, adonde partió en 1742. Dejó entonces su obra de magisterio a cargo de Don Manuel Hurtado de Mendoza y a Doña Águeda García. Dispuso que su casa propia, contigua a la ermita, sirviera de vivienda a los instructores y delegó el trabajo del hospicio en un esclavo comprado para mantener la obra.
Su labor de canónigo en el oriente de la Isla terminó en 1743 y regresó a su villa del centro con ya casi 59 años. En 1744 comenzaron las obras para la reconstrucción de la ermita del Buenviaje, cuyos trabajos se vieron impulsados bajo su dirección, la cual le fue confiada desde su llegada. Conjuntamente, el Padre Conyedo propuso la idea de construir una nueva ermita, que llamaría Nuestra Señora del Carmen, San Antonio Abad y Francisco Javier. Con sus medios, levantó en lo alto de la Loma del Carmen, en 1745, un pequeño templo provisional hasta que se edificara uno en duro definitivamente. En la propia ermita volvió a establecer escuela y no vaciló en encargarse del magisterio. Resulta interesante cómo el presbítero, a quien le tocó vivir épocas de separación, y a ellas tuvo que adaptarse, logró que tanto niñas como varones, aunque en aulas separadas, recibieran instrucción bajo el mismo techo.
Virtuoso, no pudo hacer más por los imperativos del tiempo y los recursos. El sacerdocio le inspiró engrandecer los edificios religiosos de Santa Clara y le dio brío a la instrucción y a la educación de los jóvenes de la villa.
Apenas comenzado 1761, el Padre Conyedo se apagó. A su pedido, fue enterrado en la ermita del Carmen, y por orden del obispo Espada, de visita éste en la villa en 1804, el presbítero fue exhumado y trasladado al cementerio general. Los restos fueron colocados en un nuevo ataúd, el cual fue colocado en la pieza de la iglesia destinada a osario. Durante la segunda visita a la villa del obispo Espada, en 1819, dispuso que todos los restos del osario, fueran enterrados en una fosa[3]. La fosa fue abierta en el atrio de la iglesia parroquial, y allí fueron arrojados todos los huesos, incluyendo el ataúd donde reposaban los restos del Padre Conyedo.
Queda de su obra, la iglesia del Carmen, y a su memoria, el obelisco situado en el Parque Vidal y una calle al norte de la ciudad. La calle de Conyedo, primitivamente llamada calle de la Pólvora, nace en la calle Unión, se extiende al este y se topa con la manzana que ocupa la iglesia del Carmen con el parque del mismo nombre, y continuaba del otro lado al pasar la calle de Máximo Gómez, hasta la margen derecha del río Bélico, al oeste. Este segundo tramo fue rebautizado como calle Padre Tudurí[4]. ©cAc-2008



[1]Manuel Dionisio González. Memoria Histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción. Villaclara. Imprenta del Siglo. Calle de San José N° 18. Año 1958. Págs. 417 a la 425.
[2] Manuel Dionisio González. Memoria Histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción. Villaclara. Imprenta del Siglo. Calle de San José N° 18. Año 1958. Notas. Pág. 484.
[3] Juan José Díaz de Espada, conocido como Obispo Espada, fue obispo de La Habana, reformador de la iglesia y de las instituciones sociales. A él se debe la construcción del Cementerio de Espada, y la prohibición de enterrar en las iglesias.
[4] Ángel Tudurí, nació en Matanzas, durante la gesta independentista estuvo incorporado al Ejército Libertador. Fue cura párroco en la parroquial Mayor, y como tal serviciaba cuando la parroquial comenzó a ser demolida en 1923.

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