Un párroco
casi desconocido, Juan de Conyedo[1]
En octubre de 1687,
nació y fue bautizado, en la villa de San Juan de los Remedios, un varón que
nombraron Juan como el padre, apellidado Conyedo Martín, nacido en Asturias y
de Juana Manuela Rodríguez de Arciniega, remediana. El niño junto a sus padres,
dejó Remedios durante el verano de 1689, en aquel desplazamiento de unos
cincuenta kilómetros tierra adentro y que terminó con la fundación de Gloriosa
Santa Clara. Juan creció en el villorrio que nacía y allí comenzó su primera
educación.
Siendo infante quedó
huérfano de madre. El padre, luego de haber sobrevivido a los embates de la
tormenta San Rafael mientras hacía la travesía de Remedios a La Habana el 24 de
octubre de 1692, hizo y cumplió la promesa de servir a la Virgen en el
santuario de Regla, para lo cual, construyó una nueva ermita, y cuartos para
alojar a los peregrinos. Vivió como un ermitaño, dedicado a su obra, durante
cincuenta y un años, hasta que murió en 1743[2].
Amparado por sus
abuelos, cuyas partidas lo llevaron a una segunda orfandad, fue enviado por
éstos a La Habana para seguir estudios eclesiásticos, pues la recién fundada
villa de Gloriosa Santa Clara no contaba con medios ni instituciones para
preparar a su juventud.
A los 25 años, el
joven remediano volvió a su villa adoptiva como sacerdote y con grado de
licenciado en estudios canónicos. Corría marzo de 1712. Una vez reinstalado en
Gloriosa Santa Clara, Juan de Conyedo comienza su obra educativa. Sin tener en
cuenta la diferencia de sexo, agrupó en una sola clase de primaria a todos los
niños y niñas de la villa y consagró buena parte de su tiempo a la instrucción
de los mismos. Dos meses más tarde fue designado sacristán mayor interino de la
Iglesia Parroquial. En 1717, fue convertido en teniente cura de la Parroquial.
Si el tiempo era corto para su ministerio, no lo era para continuar su trabajo
de instrucción a los hijos de familias desfavorecidas. Nuevos cargos y
ocupaciones hubo de ocupar el sacerdote Juan, y en 1718 además de cura rector,
lo hicieron Juez Eclesiástico, sucediendo al presbítero José Suárez. Juan de
Conyedo comenzó a ser reconocido como el Padre Conyedo. Delegó su obra de
magisterio a Pedro José Jaramillo, notario público del juzgado eclesiástico,
sin dejar de poner atención en la educación de la juventud de la villa.
De sus propios
medios, el cura decidió en 1717, mejorar el primitivo edificio de la ermita de
la Candelaria, cuyas paredes eran de tablas y su techo de paja. Las obras,
supervisadas por él mismo, comenzaron en 1718 y la nueva ermita, ahora con sus
paredes de mampostería y sus techos en teja criolla, se convirtió en Nuestra
Señora de la Candelaria. La idea que primaba en Conyedo, era destinar la ermita
a convento, para lo cual invirtió sus ahorros en comprar una casa y un solar
colindantes con la ermita. Estableció allí, en 1724, un hospital de caridad que
nombró Nuestra Señora de las Angustias, y que fuera el primer hospital de Santa
Clara.
La primera iglesia de
la villa, que era la Iglesia Mayor o Parroquial, levantada de madera y guano en
1692, fue después de la ermita, la obra que el Padre Conyedo decidió acometer.
Primero hizo construir una casa de mampostería y tejas a un costado de la
iglesia Mayor para instalar en ella el hospital de caridad que resultaba chico
en la ermita y destinar una parte a escuela mixta para los niños, instalación
que llevaría a cabo en 1730. La reconstrucción de la iglesia parroquial Mayor
comenzó en abril de 1725, luego que el Padre Conyedo vendiera un terreno y un
tejar de su propiedad para poder asumir los gastos. Terminados los trabajos de
reconstrucción, el párroco, siempre persuadido que obraba por el bien, decidió
dar la libertad a los cinco esclavos que habían servido a los trabajos tanto en
la ermita como en la iglesia.
Por encomienda del
ministerio, hubo de ausentarse el Padre Conyedo de su villa para fungir como
canónigo en Santiago de Cuba, adonde partió en 1742. Dejó entonces su obra de
magisterio a cargo de Don Manuel Hurtado de Mendoza y a Doña Águeda García.
Dispuso que su casa propia, contigua a la ermita, sirviera de vivienda a los
instructores y delegó el trabajo del hospicio en un esclavo comprado para
mantener la obra.
Su labor de canónigo
en el oriente de la Isla terminó en 1743 y regresó a su villa del centro con ya
casi 59 años. En 1744 comenzaron las obras para la reconstrucción de la ermita
del Buenviaje, cuyos trabajos se vieron impulsados bajo su dirección, la cual
le fue confiada desde su llegada. Conjuntamente, el Padre Conyedo propuso la
idea de construir una nueva ermita, que llamaría Nuestra Señora del Carmen, San
Antonio Abad y Francisco Javier. Con sus medios, levantó en lo alto de la Loma
del Carmen, en 1745, un pequeño templo provisional hasta que se edificara uno
en duro definitivamente. En la propia ermita volvió a establecer escuela y no
vaciló en encargarse del magisterio. Resulta interesante cómo el presbítero, a
quien le tocó vivir épocas de separación, y a ellas tuvo que adaptarse, logró
que tanto niñas como varones, aunque en aulas separadas, recibieran instrucción
bajo el mismo techo.
Virtuoso, no pudo
hacer más por los imperativos del tiempo y los recursos. El sacerdocio le inspiró
engrandecer los edificios religiosos de Santa Clara y le dio brío a la
instrucción y a la educación de los jóvenes de la villa.
Apenas comenzado
1761, el Padre Conyedo se apagó. A su pedido, fue enterrado en la ermita del
Carmen, y por orden del obispo Espada, de visita éste en la villa en 1804, el
presbítero fue exhumado y trasladado al cementerio general. Los restos fueron
colocados en un nuevo ataúd, el cual fue colocado en la pieza de la iglesia
destinada a osario. Durante la segunda visita a la villa del obispo Espada, en
1819, dispuso que todos los restos del osario, fueran enterrados en una fosa[3]. La fosa fue abierta en el
atrio de la iglesia parroquial, y allí fueron arrojados todos los huesos,
incluyendo el ataúd donde reposaban los restos del Padre Conyedo.
Queda de su obra, la
iglesia del Carmen, y a su memoria, el obelisco situado en el Parque Vidal y
una calle al norte de la ciudad. La calle de Conyedo, primitivamente llamada
calle de la Pólvora, nace en la calle Unión, se extiende al este y se topa con
la manzana que ocupa la iglesia del Carmen con el parque del mismo nombre, y
continuaba del otro lado al pasar la calle de Máximo Gómez, hasta la margen
derecha del río Bélico, al oeste. Este segundo tramo fue rebautizado como calle
Padre Tudurí[4].
©cAc-2008
[1]Manuel Dionisio González. Memoria Histórica de la villa de Santa Clara
y su jurisdicción. Villaclara. Imprenta del Siglo. Calle de San José N° 18. Año
1958. Págs. 417 a la 425.
[2] Manuel Dionisio González. Memoria Histórica de la villa de Santa Clara
y su jurisdicción. Villaclara. Imprenta del Siglo. Calle de San José N° 18. Año
1958. Notas. Pág. 484.
[3] Juan José Díaz de Espada, conocido como Obispo Espada, fue obispo de
La Habana, reformador de la iglesia y de las instituciones sociales. A él se
debe la construcción del Cementerio de Espada, y la prohibición de enterrar en
las iglesias.
[4] Ángel Tudurí, nació en
Matanzas, durante la gesta independentista estuvo incorporado al Ejército
Libertador. Fue cura párroco en la parroquial Mayor, y como tal serviciaba
cuando la parroquial comenzó a ser demolida en 1923.
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