jueves, 18 de junio de 2015

Pasos y puentes sobre arroyos y ríos…

El villorrio que devendría ciudad de Santa Clara fue fundado a escasos metros del arroyo de la Sabana (río Bélico) y no lejos del sitio donde éste se une con el arroyo del Monte (río Cubanicay), sin embargo, el caserío emergió en el cuadrilátero que nombraron plaza y desde el cual partieron las primeras calles. La plaza distaba poco de los dos ríos, a los cuáles se accedía sin necesidad de caminar enormemente y donde solo se interponía para llegar ellos, maleza y manigua boscosa. El villorrio poco a poco convertido en villa estaba surcado por arroyuelos y cañadas que morían en los dos arroyos que si bien por el sur distaba uno del otro, por el norte la abrazaban hasta que el abrazo los unía buscando otros cauces y la salida al mar. Cañadas y arroyuelos no fueron obstáculos para el trazado de calles y para la evolución urbana que tomaba auge. Se cruzaban fácilmente. Obstáculos fueron los arroyos, y sobre todo en primavera cuando las crecidas los sacaban de sus cauces. Entonces hubo que pensar en los pasos sobre éstos, que en sus inicios fueron horcones y tablas, sin barandas ni seguridad alguna. Con el tiempo mejoraron los pasos que en los ejes de acceso a la villa y las calles de circulación más frecuente, se convirtieron en puentes sobre los arroyos devenidos ríos y los otros cursos de agua, una evolución que duró años, y que aún hoy, no ha conseguido engarzar barrios con estructuras que merezcan llamarse puentes. Santa Clara no es como la vecina Matanzas, “la ciudad de los puentes”, a pesar de que la villa evolucionó en un área hidrográfica bastante ramificada. Los vecinos de la ermita del Carmen cruzaban sin temor la cañada de los Almiquíes, y el arroyo Marmolejo que nacía en la Laguna del Francés, era la frontera natural entre los vecinos de Tanoya al sur y aquellos que vivían próximos a la calle Paso Real de los Oficios. El llamado arroyo de las Flores, que era más cañada que arroyuelo, tenía su fuente en las profundidades de la tierra donde quedó marcada la Plaza y huía al oeste hasta morir en una poza que lindaba con el arroyo de la Sabana. Las Flores, poco profundo y empedrado podía cruzarse saltando piedras, pero el Marmolejo, pura roca serpentinada con vetas verdegrises, era más profundo y misterioso, y en época de lluvias, una cinta lacustre que se desparramaba desde la laguna hasta que desembocaba en el arroyo de la Sabana… ©cAc-2015

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