El villorrio que
devendría ciudad de Santa Clara fue fundado a escasos metros del arroyo de la
Sabana (río Bélico) y no lejos del sitio donde éste se une con el arroyo del
Monte (río Cubanicay), sin embargo, el caserío emergió en el cuadrilátero que nombraron
plaza y desde el cual partieron las primeras calles. La plaza distaba poco de
los dos ríos, a los cuáles se accedía sin necesidad de caminar enormemente y
donde solo se interponía para llegar ellos, maleza y manigua boscosa. El villorrio
poco a poco convertido en villa estaba surcado por arroyuelos y cañadas que
morían en los dos arroyos que si bien por el sur distaba uno del otro, por el
norte la abrazaban hasta que el abrazo los unía buscando otros cauces y la
salida al mar. Cañadas y arroyuelos no fueron obstáculos para el trazado de
calles y para la evolución urbana que tomaba auge. Se cruzaban fácilmente.
Obstáculos fueron los arroyos, y sobre todo en primavera cuando las crecidas
los sacaban de sus cauces. Entonces hubo que pensar en los pasos sobre éstos,
que en sus inicios fueron horcones y tablas, sin barandas ni seguridad alguna.
Con el tiempo mejoraron los pasos que en los ejes de acceso a la villa y las
calles de circulación más frecuente, se convirtieron en puentes sobre los arroyos
devenidos ríos y los otros cursos de agua, una evolución que duró años, y que
aún hoy, no ha conseguido engarzar barrios con estructuras que merezcan
llamarse puentes. Santa Clara no es como la vecina Matanzas, “la ciudad de los
puentes”, a pesar de que la villa evolucionó en un área hidrográfica bastante
ramificada. Los vecinos de la ermita del Carmen cruzaban sin temor la cañada de
los Almiquíes, y el arroyo Marmolejo que nacía en la Laguna del Francés, era la
frontera natural entre los vecinos de Tanoya al sur y aquellos que vivían
próximos a la calle Paso Real de los Oficios. El llamado arroyo de las Flores,
que era más cañada que arroyuelo, tenía su fuente en las profundidades de la
tierra donde quedó marcada la Plaza y huía al oeste hasta morir en una poza que
lindaba con el arroyo de la Sabana. Las Flores, poco profundo y empedrado podía
cruzarse saltando piedras, pero el Marmolejo, pura roca serpentinada con vetas
verdegrises, era más profundo y misterioso, y en época de lluvias, una cinta
lacustre que se desparramaba desde la laguna hasta que desembocaba en el arroyo
de la Sabana… ©cAc-2015
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