Como la curiosidad me
mata, hace mucho tiempo que intento escribir sobre los judíos de Santa Clara.
De antemano, advierto que no soy judío, hecho que no quita fuerza a mi interés
como historiador, pero que puede considerarse como una barrera en mi
curiosidad. Muchas veces las crónicas toman forma revisando fotos tomadas hace
años, u otras más recientes, sin embargo no fueron las imágenes impresas o
virtuales las que me motivaron. Confieso que siempre hay un déclic y ésta vez el clic de mi
curiosidad se despertó cuando sentado a la mesa de una familia judía durante el
Shabbat hube de responder a si había judíos “en mi pueblo de Cuba”. Mi
respuesta no tardó, y respondí globalmente a la pregunta, preciso y conciso
porque no estaba obligado a una intervención universitaria ni a un discurso. De
vuelta a mi casa, pensé que el momento había llegado, de escribir sobre los
judíos de la ciudad de Marta. Pero, tengo realmente una buena documentación
para lograr tal objetivo? No, puedo responder inmediatamente, pero el ejercicio
de la investigación durante años, me ha permitido distinguir entre “imaginación
y leyendas populares” y “análisis a profundidad de un sujeto”. Mi crónica es
simple y modesta, y la escribo con amor por aquello del deber de fraternidad
que nos enseña a cohabitar, respetar y tolerar. De pequeño sabía de la
existencia de Los Sirios, un barrio al que se llegaba desde Pastorita
remontando la calle Roble hasta sus confines y luego cruzando la carretera de
Circunvalación. Y también de pequeño escuché a mi padre hablar de amistades y
de clientes que eran judíos. Si se hablaba de comercio, salían a relucir los
polacos, que llevaban sus negocios de tejidos y retacerías. Los judíos de
Europa del Este llegaron en la década del 1920 y eran askenazí. O se hablaba de
algún comerciante de origen turco, que también tenían negocios, como los
chinos, los armenios, los sirios y los libaneses, y llegados a Cuba se instalaban donde la promesa
de paz y prosperidad le abría los brazos. Los judíos sefardíes que venían de
Turquía y otros países del Cercano Oriente, llegaron antes que los de Europa
del Este pero cuando ya en Cuba se habían instalado los primeros emigrantes
americanos. Estos judíos americanos eran soldados veteranos o simples
negociantes ávidos por prosperar en la Isla, recién independizada de España. Sinnúmero
de emigrantes se han instalado en Santa Clara desde que la villa fue fundada. Y
como pasó generalmente, los que llegaban, se integraban a la vida y hábitos del
lugar. Así pasó con los judíos, única comunidad que marcó su diferencia al
comprar un terreno para enterrar a sus muertos. Anterior al cementerio
israelita de Santa Clara, ya la comunidad tenía un camposanto en el pueblo de
Camajuaní, y cosa curiosa, el Directorio Especial de Las Villas de 1941 lo
incluye en su clasificado de cementerios, como mahometano. Por ignorancia? Otro
sujeto a estudio. Desde principios del siglo XX, comenzaron a instalarse judíos
en Santa Clara y en otros pueblos de la región central. Un hermano de mi padre
estaba casado con una judía de origen turco, cuyos padres se había instalado en
Santo Domingo. Curioso es también que la comunidad, -se dice que era una
comunidad pobre-, nunca construyó una sinagoga en la ciudad cabecera de la
región central. Muchas veces me pregunto cómo mantenían los judíos de Santa
Clara, la práctica del judaísmo sin una sinagoga? Evidentemente, el culto podía
llevarse a cabo en una casa de algún miembro de la comunidad, pero, tampoco
había en Santa Clara ni carnicería ni bodega que expendiera productos kosher. Eso
me hace suponer que la ausencia de una sinagoga a proximidad de sus lugares de
residencia, lo que evidencia que la comunidad no contaba con un rabino, y la
falta de productos y material litúrgico para el ritual judaico, trajo consigo
cierta decadencia de la comunidad, que tuvo etapas de prosperidad, y se habla
de la década de 1950, como los años más prósperos de de la comunidad judía y
más tarde, después de la llegada al poder del Gobierno Revolucionario, una gran
cantidad de judíos abandonaron la Isla, emigrando a los Estados Unidos, a otros
países del continente americano y también a Israel. Esta emigración trajo consigo
un desmembramiento de la comunidad, que fue decreciendo, al punto de llegar a
romperse la cadena generacional. En la actualidad, los descendientes de judíos
emigrantes, hijos, nietos y biznietos, ganan en interés por la historia y el
pasado familiar, deseosos de consolidar y mantener el patrimonio espiritual de
sus ancestros. ©cAc-2015
…un paseo en el tiempo, una mirada atrás para recordar calles y muros con sus tristezas y alegrías, los inicios polvorientos, la hora de los adoquines, del desorden, de las ingratitudes y de las esperanzas que se forjan escudriñando el viaje lento de una hoja flotando en las aguas del Bélico…
lunes, 21 de septiembre de 2015
Mi primer contacto, el cementerio.
Corría marzo del 1993. Un ciclón extra tropical se formó en los Estados Unidos, y al bajar como depresión, afectó la isla y se ganó el título de “tormenta del siglo”. Los efectos no se hicieron esperar y también Santa Clara sufrió los embates de la lluvia y las rachas de viento. Y a los embates de esta tormenta se atribuye el desplome de la reja en hierro forjado que hacía de puerta al cementerio judío. En la reja semicircular podía leerse Cementerio Israelita de Santa Clara. De esta reja original que se esfumó como si humo hubiera sido, no queda rastro. Rumores no han faltado acerca de su destino, y a los rumores y “bolas” no me permito darles seguimiento a la hora de escribir. Sí pienso que la estructura de hierro pudo haber servido a alguien, pero a quién? No lo sé. No recuerdo cuando fue que volví por esos lares, que popularmente se conoce como Los Sirios, un barrio periurbano muy pobre que fue creciendo en los alrededores del cementerio, que también llaman Cementerio de los Sirios. Y esta etimología merece por si solo un trabajo. Para entonces, el pórtico todo de blanco, era, sin la verja de hierro, la puerta abierta al camposanto judío. Sí recuerdo haber encontrado, ya de muy avanzada edad, la persona que por muchos años fungió como sepulturera, y que fuera la única mujer a fungir como tal en la isla. Vecina del lugar, aún después de jubilada, velaba por el cementerio como antes lo hacía. En una posterior visita supe que esta señora había fallecido. En el verano del 2000 volví a Santa Clara. Una amistad en Francia me había comentado que había oído decir a sus padres que un pariente había residido en Santa Clara desde la década del 1920 y que estaba enterrado en el cementerio judío. Constaté en efecto que el pariente apellidado Hasson, había recibido sepultura en 1935. Se me ocurrió entonces hacer un levantamiento de las sepulturas y un croquis del camposanto. Al momento de hacer el levantamiento pude contar cuarenta y siete sepulturas o lo que quedaba de ellas. Muchas sepulturas estaban deterioradas, otras desaparecidas, o bien, muy difíciles de leer y determinar a quién pertenecía. Supe también que el mármol de las lápidas era perseguido para hacer hornos, por aquellos que se dedicaban al negocio de pizzas. Por mucho que indagué no llegué lejos. Pero el deterioro era evidente. Ese mismo verano, la persona encargada del cementerio me dijo que un miembro de la comunidad judía sabía de la historia y todo lo relacionado con los judíos de la región central. Contacté a este señor, y nos dimos cita en la casa de mis padres. David Tatcher asistió acompañado de otro miembro, de nombre Alberto. David se presentó como Presidente de la Comunidad “Or-Jadash” que agrupa a los judíos de Santa Clara y la región, desde 1996 (surge en Rosh HaShaná del año 5756 siguiendo el calendario judío). El encuentro fue cordial, pero no creo haber aprendido más que los escasos conocimientos que yo tenía. Primeramente, porque en calidad de no judío, cierta barrera se interponía, amén de aquella barrera que nos formamos los cubanos cuando otro se interesa demasiado a un sujeto que “no tiene porqué interesarse”, y aquí se despierta la paranoia que muchos llevan pegada a la piel y el cerebro. El señor Tatcher y su compañero me explicaron, cierto sin detalles, cosas concernientes a la comunidad, del cementerio de Santa Clara, del camposanto camajuanense, mucho más viejo que el de Santa Clara, de la venta de lotes del cementerio, y cuya última parcela estaba datada del 9 de enero de 1932. Supe también que el primer enterramiento tuvo lugar el 27 de julio de 1933. En aquel año 2000, la comunidad estaba integrada por nueve familias que representaban treinta personas. Intenté localizar a dos profesoras del ISP “Félix Varela” que investigaban sobre la comunidad hebrea, pero mi estancia en Cuba terminaba y no pude contactarlas. Durante años he guardado aquellas notas y otras que he agrupado, de mis pesquisas, no en Cuba, en otros países, y sobre todo el hecho de haber encontrado algunos santaclareños judíos radicados en Estados Unidos. ©cAc-2015
Mantenimiento y conservación del cementerio judío.
Los años pasaron, y en el 2009 visité nuevamente el cementerio Israelita de Santa Clara. Los muros del camposanto blanqueados, en el frontispicio del pórtico la inscripción en hebreo y español, y la estrella de David, realzados en negro sobre el blanco. Esta inscripción en relieve, data de la construcción del pórtico. Al interior, árboles y crotos plantados en la alameda que se extiende desde el pórtico hasta el muro del fondo, y a pesar de la seca y que la tierra donde está enclavado el cementerio es de sabana, un césped bien cortado deja ver manifiesto cuidado del lugar. Muchas organizaciones judías, sobre todo norteamericanas, ayudan y desarrollan proyectos de ayuda a la Comunidad Hebrea de Cuba, y evidentemente, la comunidad de Santa Clara se beneficia de esta ayuda, no solo material, sino también espiritual. ©cAc-2015
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Comunidades,
Para una memoria villaclareña
La sinagoga de Santa Clara
Cuatro años más tarde,
en febrero del 2013, cuán grande fue mi sorpresa, al descubrir la estrella de
David sobre el frontispicio de la Sinagoga de Santa Clara, sita en la calle 1ra
de la Vigía, entre la carretera Central y la calle A. Me acerqué a la puerta, y
saludé al señor David Tatcher, y me presenté recordándole nuestro encuentro en
el año 2000. No se recordaba o quizás no quería recordar nuestro encuentro, en
el cual le manifesté mi interés por la historia de los judíos de Santa Clara,
en el más simple interés como historiador. Y me dije en balbuceo, al retomar la
calle 1ra para adentrarme en el barrio de la Vigía, los cubanos se reconocen
por la memoria corta, o bien, entre cubanos somos una cosa, con los extranjeros
somos otra, y aunque mi labor investigativa la llevo en Francia, soy cubano,
ajeno a la comunidad, y sabe Dios, para qué quiere conocer tanto este cubano.
No obstante, gracias David Tatcher, por su tenacidad al frente de “Or-Jadash”
de Santa Clara, y que la comunidad se amplíe y abrace a todos los que apoyamos
la promesa judaica de recordar siempre y entonar melodías que sumen seis
millones. ©cAc-2015
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