Corría marzo del 1993. Un ciclón extra tropical se formó en los Estados Unidos, y al bajar como depresión, afectó la isla y se ganó el título de “tormenta del siglo”. Los efectos no se hicieron esperar y también Santa Clara sufrió los embates de la lluvia y las rachas de viento. Y a los embates de esta tormenta se atribuye el desplome de la reja en hierro forjado que hacía de puerta al cementerio judío. En la reja semicircular podía leerse Cementerio Israelita de Santa Clara. De esta reja original que se esfumó como si humo hubiera sido, no queda rastro. Rumores no han faltado acerca de su destino, y a los rumores y “bolas” no me permito darles seguimiento a la hora de escribir. Sí pienso que la estructura de hierro pudo haber servido a alguien, pero a quién? No lo sé. No recuerdo cuando fue que volví por esos lares, que popularmente se conoce como Los Sirios, un barrio periurbano muy pobre que fue creciendo en los alrededores del cementerio, que también llaman Cementerio de los Sirios. Y esta etimología merece por si solo un trabajo. Para entonces, el pórtico todo de blanco, era, sin la verja de hierro, la puerta abierta al camposanto judío. Sí recuerdo haber encontrado, ya de muy avanzada edad, la persona que por muchos años fungió como sepulturera, y que fuera la única mujer a fungir como tal en la isla. Vecina del lugar, aún después de jubilada, velaba por el cementerio como antes lo hacía. En una posterior visita supe que esta señora había fallecido. En el verano del 2000 volví a Santa Clara. Una amistad en Francia me había comentado que había oído decir a sus padres que un pariente había residido en Santa Clara desde la década del 1920 y que estaba enterrado en el cementerio judío. Constaté en efecto que el pariente apellidado Hasson, había recibido sepultura en 1935. Se me ocurrió entonces hacer un levantamiento de las sepulturas y un croquis del camposanto. Al momento de hacer el levantamiento pude contar cuarenta y siete sepulturas o lo que quedaba de ellas. Muchas sepulturas estaban deterioradas, otras desaparecidas, o bien, muy difíciles de leer y determinar a quién pertenecía. Supe también que el mármol de las lápidas era perseguido para hacer hornos, por aquellos que se dedicaban al negocio de pizzas. Por mucho que indagué no llegué lejos. Pero el deterioro era evidente. Ese mismo verano, la persona encargada del cementerio me dijo que un miembro de la comunidad judía sabía de la historia y todo lo relacionado con los judíos de la región central. Contacté a este señor, y nos dimos cita en la casa de mis padres. David Tatcher asistió acompañado de otro miembro, de nombre Alberto. David se presentó como Presidente de la Comunidad “Or-Jadash” que agrupa a los judíos de Santa Clara y la región, desde 1996 (surge en Rosh HaShaná del año 5756 siguiendo el calendario judío). El encuentro fue cordial, pero no creo haber aprendido más que los escasos conocimientos que yo tenía. Primeramente, porque en calidad de no judío, cierta barrera se interponía, amén de aquella barrera que nos formamos los cubanos cuando otro se interesa demasiado a un sujeto que “no tiene porqué interesarse”, y aquí se despierta la paranoia que muchos llevan pegada a la piel y el cerebro. El señor Tatcher y su compañero me explicaron, cierto sin detalles, cosas concernientes a la comunidad, del cementerio de Santa Clara, del camposanto camajuanense, mucho más viejo que el de Santa Clara, de la venta de lotes del cementerio, y cuya última parcela estaba datada del 9 de enero de 1932. Supe también que el primer enterramiento tuvo lugar el 27 de julio de 1933. En aquel año 2000, la comunidad estaba integrada por nueve familias que representaban treinta personas. Intenté localizar a dos profesoras del ISP “Félix Varela” que investigaban sobre la comunidad hebrea, pero mi estancia en Cuba terminaba y no pude contactarlas. Durante años he guardado aquellas notas y otras que he agrupado, de mis pesquisas, no en Cuba, en otros países, y sobre todo el hecho de haber encontrado algunos santaclareños judíos radicados en Estados Unidos. ©cAc-2015
…un paseo en el tiempo, una mirada atrás para recordar calles y muros con sus tristezas y alegrías, los inicios polvorientos, la hora de los adoquines, del desorden, de las ingratitudes y de las esperanzas que se forjan escudriñando el viaje lento de una hoja flotando en las aguas del Bélico…
lunes, 21 de septiembre de 2015
Mi primer contacto, el cementerio.
Corría marzo del 1993. Un ciclón extra tropical se formó en los Estados Unidos, y al bajar como depresión, afectó la isla y se ganó el título de “tormenta del siglo”. Los efectos no se hicieron esperar y también Santa Clara sufrió los embates de la lluvia y las rachas de viento. Y a los embates de esta tormenta se atribuye el desplome de la reja en hierro forjado que hacía de puerta al cementerio judío. En la reja semicircular podía leerse Cementerio Israelita de Santa Clara. De esta reja original que se esfumó como si humo hubiera sido, no queda rastro. Rumores no han faltado acerca de su destino, y a los rumores y “bolas” no me permito darles seguimiento a la hora de escribir. Sí pienso que la estructura de hierro pudo haber servido a alguien, pero a quién? No lo sé. No recuerdo cuando fue que volví por esos lares, que popularmente se conoce como Los Sirios, un barrio periurbano muy pobre que fue creciendo en los alrededores del cementerio, que también llaman Cementerio de los Sirios. Y esta etimología merece por si solo un trabajo. Para entonces, el pórtico todo de blanco, era, sin la verja de hierro, la puerta abierta al camposanto judío. Sí recuerdo haber encontrado, ya de muy avanzada edad, la persona que por muchos años fungió como sepulturera, y que fuera la única mujer a fungir como tal en la isla. Vecina del lugar, aún después de jubilada, velaba por el cementerio como antes lo hacía. En una posterior visita supe que esta señora había fallecido. En el verano del 2000 volví a Santa Clara. Una amistad en Francia me había comentado que había oído decir a sus padres que un pariente había residido en Santa Clara desde la década del 1920 y que estaba enterrado en el cementerio judío. Constaté en efecto que el pariente apellidado Hasson, había recibido sepultura en 1935. Se me ocurrió entonces hacer un levantamiento de las sepulturas y un croquis del camposanto. Al momento de hacer el levantamiento pude contar cuarenta y siete sepulturas o lo que quedaba de ellas. Muchas sepulturas estaban deterioradas, otras desaparecidas, o bien, muy difíciles de leer y determinar a quién pertenecía. Supe también que el mármol de las lápidas era perseguido para hacer hornos, por aquellos que se dedicaban al negocio de pizzas. Por mucho que indagué no llegué lejos. Pero el deterioro era evidente. Ese mismo verano, la persona encargada del cementerio me dijo que un miembro de la comunidad judía sabía de la historia y todo lo relacionado con los judíos de la región central. Contacté a este señor, y nos dimos cita en la casa de mis padres. David Tatcher asistió acompañado de otro miembro, de nombre Alberto. David se presentó como Presidente de la Comunidad “Or-Jadash” que agrupa a los judíos de Santa Clara y la región, desde 1996 (surge en Rosh HaShaná del año 5756 siguiendo el calendario judío). El encuentro fue cordial, pero no creo haber aprendido más que los escasos conocimientos que yo tenía. Primeramente, porque en calidad de no judío, cierta barrera se interponía, amén de aquella barrera que nos formamos los cubanos cuando otro se interesa demasiado a un sujeto que “no tiene porqué interesarse”, y aquí se despierta la paranoia que muchos llevan pegada a la piel y el cerebro. El señor Tatcher y su compañero me explicaron, cierto sin detalles, cosas concernientes a la comunidad, del cementerio de Santa Clara, del camposanto camajuanense, mucho más viejo que el de Santa Clara, de la venta de lotes del cementerio, y cuya última parcela estaba datada del 9 de enero de 1932. Supe también que el primer enterramiento tuvo lugar el 27 de julio de 1933. En aquel año 2000, la comunidad estaba integrada por nueve familias que representaban treinta personas. Intenté localizar a dos profesoras del ISP “Félix Varela” que investigaban sobre la comunidad hebrea, pero mi estancia en Cuba terminaba y no pude contactarlas. Durante años he guardado aquellas notas y otras que he agrupado, de mis pesquisas, no en Cuba, en otros países, y sobre todo el hecho de haber encontrado algunos santaclareños judíos radicados en Estados Unidos. ©cAc-2015
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