Hasta
el fin de la dominación española, en 1898, se mantuvo activo el Cuartel de
Tarragona, situado al sur de la ciudad, de frente al camino Real. Entonces esa
porción santaclareña, era un vasto espacio de manigua, frutales y solares
yermos donde se levantaban algunas construcciones domésticas diseminadas. El
Cuartel de Tarragona no fue una obra relevante de la arquitectura militar colonial
cubana. Amén de haber sido clausurado con la vuelta de los militares españoles
a la península, el inmueble sirvió de base constructiva para rehabilitarlo y
usarlo en nuevas funciones. Santa Clara se dotaba de una institución de
justicia: La Audiencia de Santa Clara, mal llamada Audiencia si consideramos
que la tal institución tiene sus orígenes en la época de la Corona de Castilla,
y en la América colonial, las Audiencias se establecieron en el siglo XVI,
durante los reinados de Carlos I y Felipe II. La Audiencia de Santa Clara,
también era conocida como “el Juzgado”.
El
edificio que encausara y aplicara justicia en la región central de la Isla, no
tardó en desaparecer con la evolución del progreso republicano, que demolía y
construía en aras de la modernidad urbana. La Audiencia de Santa Clara, una vez
salvaguardados los documentos y expedientes, fue demolida en 1927. La silla
presidencial de la República la ocupaba Gerardo Machado y Morales, en su primer
mandato. ©cAc-2018…un paseo en el tiempo, una mirada atrás para recordar calles y muros con sus tristezas y alegrías, los inicios polvorientos, la hora de los adoquines, del desorden, de las ingratitudes y de las esperanzas que se forjan escudriñando el viaje lento de una hoja flotando en las aguas del Bélico…
sábado, 20 de enero de 2018
jueves, 18 de enero de 2018
El Cuartel de Tarragona
Hasta el primer cuarto
del siglo XIX, contaba la villa de Santa Clara con dos guarniciones militares
acantonadas, una en el cuartel conocido como Cuartel de Lepanto, situado en la
periferia sur, en los arrabales donde finalizaba la polvorienta calle San
Francisco Javier, y la otra en un cuartel de mejor factura, pero de poca
capacidad, situado en el cuartón norte donde comenzaban las calles San
Francisco Javier y Segunda de San José. En los días en que se festejaban los
137 años de fundada la villa, llegaron a Santa Clara, comandados por Don
Ignacio Castellá, tres compañías pertenecientes al Batallón de Tarragona. El
Cuartel de Lepanto, viejo y poco confortable no tenía condiciones para albergar
a los soldados españoles. Falto de cuartel, y sin sostén de la Real Hacienda, el
Ayuntamiento se encarga de dar alojo a las tres compañías, y acondiciona y
facilita una vivienda situada en la Plaza Mayor.
Otro acontecimiento
concerniendo alojo a militares vino a agravar los sobresaltos del cabildo. Poco
después del arribo de las compañías del Batallón de Tarragona, llegó una fuerza
del Regimiento de Caballería Dragones de América. El Ayuntamiento optó por
alojar a la fuerza recién llegada en el inmueble construido en 1794 por el
Presbítero Hurtado de Mendoza en la calle Santa Elena, la escuela para niños
“Nuestra Señora de los Dolores”. Tiempo después, el Regimiento de Caballería
fue trasladado a la guarnición norte de la villa, que devendría Cuartel de
Dragones; y por espacio de diez años, las compañías del Batallón de Tarragona
pernoctaron frente a la Plaza Mayor.
En 1835, la villa se
convirtió en Jefatura Militar, dirigida por el coronel Don Francisco de Paula
de Alburquerque, que a su vez también dirigió la Comandancia de Armas. La
necesidad de trasladar a los hombres del Batallón de Tarragona a una verdadera
guarnición era un sujeto caro al Ayuntamiento, el cual asintió a la demanda del
coronel de Paula de construir una nueva guarnición en los terrenos maniguales
colindantes al barrio de la Pastora, y ello en calidad de préstamo. Fue de esta
manera, que vio la luz el Cuartel de Tarragona. Notable por haber sido prisión
de patriotas y sitio de fusilamientos, que se llevaban a cabo en una pared
lateral derecha del cuartel, y que se convirtiera en el triste paredón que
cegara la vida de aquellos hombres que se levantaron en armas contra la
dominación colonial. ©cAc-2018
miércoles, 17 de enero de 2018
Preámbulo para una memoria villaclareña
Desde hace mucho tiempo intento darle
vida con letras a un espacio urbano santaclareño que comprende dos
edificaciones, un parque, un sitio histórico y un antiguo club filantrópico. El
conjunto está identificado en una trama vial que comprende una carretera
nacional, un paseo, una corta avenida, dos calles, un callejón, y la margen de
un río.
El espacio urbano al que me refiero está
compuesto por:
Palacio de Justicia (1)
Parque de la Audiencia (2)
Paredón de Fusilamientos (3)
Esc. Fructuoso Rodríguez (4)
Parque “José Luis Miranda” (5)
La orilla derecha del río Bélico pone
límite por el Suroeste, al terreno donde se extiende el Parque “J. L. Miranda”,
el cual queda bordeado al Norte por la carretera Central, y al Este por el
tramo final de la calle Juan Bruno Zayas. Justo pegado a la calle, el sitio que
fuera Paredón de Fusilamientos, pero enclavado dentro del parque. Del otro lado
de la calle que lleva el nombre del patriota villaclareño, el Palacio de
Justicia y la Escuela. Entre ambas edificaciones, además de la carretera
Central, una plaza abierta que los santaclareños denominan parque, el Parque de
la Audiencia. Si nos situamos en el cruce de la carretera con el eje ancho,
mirando hacia el Oriente, una vía larga de cien metros da acceso al barrio de
la Pastora: la desconocida Avenida del General Juan Bruno Zayas, y hacia el sur
buscando la salida que lleva a Manicaragua, el Paseo de la Paz, rebautizado
como avenida Ramón Gonzales Coro. Por la derecha de la escuela pasa la calle
Caridad, oficialmente nombrada General Roloff, también patriota de la gesta
independentista. Al fondo del Palacio de Justicia se accede por una calle que
nace en el Paseo, y serpentea el Parque de Pioneros hasta convertirse en la
truncada calle Alemán que se desliza por el barrio Chamberi.
El área, que pudiera considerarse de
notable valor histórico, ha visto en un largo periodo profundas renovaciones y
rehabilitaciones, ha sufrido abandonos, ha sentido el deterioro del tiempo, la
falta de mantenimiento y no pocas indisciplinas por parte de una franja de la
población, que, por ignorancia o incivismo, destruyen el patrimonio urbano de
la ciudad. ©cAc-2018
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