Hasta el primer cuarto
del siglo XIX, contaba la villa de Santa Clara con dos guarniciones militares
acantonadas, una en el cuartel conocido como Cuartel de Lepanto, situado en la
periferia sur, en los arrabales donde finalizaba la polvorienta calle San
Francisco Javier, y la otra en un cuartel de mejor factura, pero de poca
capacidad, situado en el cuartón norte donde comenzaban las calles San
Francisco Javier y Segunda de San José. En los días en que se festejaban los
137 años de fundada la villa, llegaron a Santa Clara, comandados por Don
Ignacio Castellá, tres compañías pertenecientes al Batallón de Tarragona. El
Cuartel de Lepanto, viejo y poco confortable no tenía condiciones para albergar
a los soldados españoles. Falto de cuartel, y sin sostén de la Real Hacienda, el
Ayuntamiento se encarga de dar alojo a las tres compañías, y acondiciona y
facilita una vivienda situada en la Plaza Mayor.
Otro acontecimiento
concerniendo alojo a militares vino a agravar los sobresaltos del cabildo. Poco
después del arribo de las compañías del Batallón de Tarragona, llegó una fuerza
del Regimiento de Caballería Dragones de América. El Ayuntamiento optó por
alojar a la fuerza recién llegada en el inmueble construido en 1794 por el
Presbítero Hurtado de Mendoza en la calle Santa Elena, la escuela para niños
“Nuestra Señora de los Dolores”. Tiempo después, el Regimiento de Caballería
fue trasladado a la guarnición norte de la villa, que devendría Cuartel de
Dragones; y por espacio de diez años, las compañías del Batallón de Tarragona
pernoctaron frente a la Plaza Mayor.
En 1835, la villa se
convirtió en Jefatura Militar, dirigida por el coronel Don Francisco de Paula
de Alburquerque, que a su vez también dirigió la Comandancia de Armas. La
necesidad de trasladar a los hombres del Batallón de Tarragona a una verdadera
guarnición era un sujeto caro al Ayuntamiento, el cual asintió a la demanda del
coronel de Paula de construir una nueva guarnición en los terrenos maniguales
colindantes al barrio de la Pastora, y ello en calidad de préstamo. Fue de esta
manera, que vio la luz el Cuartel de Tarragona. Notable por haber sido prisión
de patriotas y sitio de fusilamientos, que se llevaban a cabo en una pared
lateral derecha del cuartel, y que se convirtiera en el triste paredón que
cegara la vida de aquellos hombres que se levantaron en armas contra la
dominación colonial. ©cAc-2018
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