domingo, 21 de diciembre de 2008

La Virgen del Camino* de Santa Clara (desmonte y reaparición)



Fue durante la estación de lluvias o acababa de pasar una tormenta tropical. No lo recuerdo bien. Todos los arroyos y cañadas crecieron y vertieron sus aguas en los escuálidos y sucios Bélico y Cubanicay. Un arroyuelo que alimenta al Cubanicay y apenas visible la mayor parte del año, se salió de su cauce y fue lavando piedras y sacando a flote y arrastrando todo lo que a su paso se interponía. Pero la corriente no le permitió arrastrar una mole blanca de velos y curvas. La crecida obligó a muchos a desviarse de su trayecto cotidiano. El cielo comenzaba a despejarse después de un temporal sostenido. La lluvia cesó de golpe, como es habitual, y la vida continuó su ritmo de antes. El paso sobre la cañada, que utilizaban los que iban a correr a la pista del Campo Sport, había desaparecido. Pero eso no fue obstáculo para los muchachos que saltando de piedra en piedra, no recularan ante el « desastre » y abrieran otro paso. Uno de ellos gritó que había descubierto una piedra de mármol y otro aseguró que habían otras piedras blancas. Hasta que uno de ellos comprendió que no eran ni piedras ni cantos sino partes de una estatua. Corrían los años 80. Los muchachos hicieron saber lo que habían descubierto y el rumor se expandió por toda Santa Clara. La crecida habia desenterrado la estatua de la Virgen del Camino, « depositada » allí luego de haber sido desmontada de su sitio original, en el curso del año 1959. No tengo idea del papeleo eclesiástico ni de la burocracia administrativa que hubo de llevar a cabo la estatua troceada para enmendarse y ocupar el sitio quer ocupa hoy en la Catedral de Santa Clara. En todo caso, no logró volver a la pequeña rotonda desde donde daba la bienvenida a todos los que entraban a Santa Clara viniendo por la carretera Central desde el occidente de la Isla.

La escultura en mármol de la Virgen del Camino estaba situada sobre un pedestal alto de dos metros en medio de una fuente octagonal solamente apoyado su centro a la base plana del conjunto, a la que se accedía por cuatro escalones de tres pasos cada uno. En la pequeña escalinata central, que daba al oeste, estaba situada una tarja con datos relativos a la fecha de instalación y a sus promotores. La Virgen miraba al Occidente, a su espalda la ciudad, a su derecha el viejo aeropuerto santaclareño y a la izquierda, el terreno en la esquina de la calle Venecia y la carretetra Central. Verdeando el monumento, cuatro modestos canteros. ©cAc-2008.
*Crónica que mezcla un hecho real de la historia contemporánea de Santa Clara y un poco de la imaginación del autor. 




La Virgen del Camino de Santa Clara


Fue durante la estación de lluvias o acababa de pasar una tormenta tropical. No lo recuerdo bien. Todos los arroyos y cañadas crecieron y vertieron sus aguas en los escuálidos y sucios Bélico y Cubanicay. Un arroyuelo que alimenta al Cubanicay y apenas visible la mayor parte del año, se salió de su cauce y fue lavando piedras y sacando a flote y arrastrando todo lo que a su paso se interponía. Pero la corriente no le permitió arrastrar una mole blanca de velos y curvas. La crecida obligó a muchos a desviarse de su trayecto cotidiano. El cielo comenzaba a despejarse después de un temporal sostenido. La lluvia cesó de golpe, como es habitual, y la vida continuó su ritmo de antes. El paso sobre la cañada, que utilizaban los que iban a correr a la pista del Campo Sport, había desaparecido. Pero eso no fue obstáculo para los muchachos que saltando de piedra en piedra, no recularon ante el « desastre » y abrieron otro paso. Uno de ellos gritó que había descubierto una piedra de mármol y otro aseguró que habían otras piedras blancas. Hasta que uno comprendió que no eran piedras ni cantos sino trozos de una estatua. Corrían los años 80. Los muchachos hicieron saber lo que habían descubierto y el rumor se expandió por toda Santa Clara. La crecida habia desenterrado la estatua de la Virgen del Camino, « depositada » allí luego de haber sido quitada de su sitio original, en los meses que siguieron a la toma del poder por la caravana revolucionaria. No tengo idea del papeleo eclesiástico ni de la burocracia administrativa que hubo de llevar a cabo la estatua troceada para enmendarse y ocupar el sitio quer ocupa en la Catedral de Santa Clara. En todo caso, no logró volver a la pequeña rotonda desde donde daba la bienvenida a todos los que entraban a Santa Clara viniendo por la carretera Central desde el occidente de la Isla. ©cAc-2008

jueves, 4 de diciembre de 2008

Barbara, Santa, calle y callejon

Desde que amanece diciembre cuatro, el rojo se distingue como color de la jornada. Un color ausente de distinción partidista, simplemente una elección hecha por devoción a Santa Bárbara, Changó o Shangó en el panteón yoruba de la Isla. En efecto, el rojo es el color de éste orisha mayor que es Dios del fuego, del rayo y de los truenos, y se le reconoce como Dios de la guerra y de los tambores, y por ello, patrón de los guerreros y también de las tempestades. Es un santo alegre, al que le gusta el baile, la música, y aunque representa buena cantidad de virtudes e imperfecciones humanas, se le atribuye virilidad y hermosura. Shangó disfruta al mentir, se jacta de ser quien es, ama la pelea y adora el juego. Tiene diversos atributos, el hacha de doble filo, el caballo, los cuernos del toro, el tambor batá, pero se le conoce sobretodo por la espada y la copa. En los sacrificios se le ofrecen gallos colorados y claros, pavos, carneros, toros y tortugas. Shangó es venerado en África, en Brasil y por una buena cantidad de cubanos.

Les muestro un altar y una pintura mural de Santa Bárbara, pertenecientes a la difunta Zoila Rosa Oliva, una de las más respetadas sacerdotisas que tuvo Santa Clara y cuya casa y capilla personal se mantienen en el barrio Condado de la ciudad del Bélico.

Shangó. Ilustración de Lawrence Zúñiga.


Benitero o pila para agua bendita en madera, trabajada en oro viejo con una imagen de Santa Bárbara (19cms de alto x 8 de ancho). Colección de beniteros del autor.


La calle de Santa Bárbara, que es callejón para los santaclareños, nace en la de Villuendas (antigua San José) y desciende suavemente al oeste hasta morir en la margen derecha del Bélico.

La esquina de Juan Bruno Zayas y Santa Bárbara, hace parte del pequeñísimo “barrio chino” de Santa Clara. Vean ustedes las cuatro esquinas en las siguientes dos fotos. A la izquierda, la casa de la familia De la Torre, cuya construcción data de la colonia. A pesar de sucesivas remodelaciones interiores, los muros exteriores no han sufrido transformaciones, aunque es evidente el deterioro de las ventanas y puertas-ventanas. Cruzando la calle, también a la izquierda, nos encontramos un vetusto inmueble colonial, que bien valdría una profunda transformación antes que desapareciera. El edificio, convertido en cuartería, está ocupado por diferentes familias cuyos intereses individuales priman ante el interés de recuperar un pedazo del patrimonio urbano. Frente al edificio colonial, un inmueble Art déco, que por ser más reciente y por su solidez constructiva, el tiempo y los caníbales del patrimonio no han podido ensañarse totalmente con él. Cierto, la humedad, la falta de mantenimiento, y la utilización de pinturas de mala calidad no han ayudado a sus muros. No obstante, las transformaciones son evidentes. Enrejados de cabillas en las ventanas de la planta alta, así como la transformación de las puertas de la planta baja, agreden su arquitectura. Un edificio superpoblado. La necesidad de solucionar problemas de espacio es una de las causas que provocan esas tristes transformaciones, cuando las familias que lo habitan, construyen entrepisos y barbacoas que no pasan inadvertidas para los que transitan por el lugar.
La otra esquina, fue un inmueble colonial que el tiempo y el abandono se encargaron de convertirlo en un célebre vertedero de los vecinos y de los pasantes. Triste final para lo que fue un típico edificio que pudiera testimoniar del pasado arquitectural de la ciudad.
De estas cuatro esquinas, y de su entorno, volveremos a comentar. Ahora, a ustedes de hacer el vuestro.  ©cAc

lunes, 1 de diciembre de 2008

El tercer edificio religioso de Gloriosa Santa Clara

Estando el obispo Gerónimo Valdés de visita en Gloriosa Santa Clara, a mitad de junio de 1707, concedió la licencia que permitiría la construcción de la ermita del Buenviaje. La ermita que promovieron Antonio Salgado, Domingo Quila, Francisco Moya, Manuel Antunes y Francisco Hurtado, fue el tercer edificio religioso levantado en Gloriosa, y bendecido en su apertura cuando comenzaba 1719 (*). El edificio original se construyó con pesados horcones cortados en las inmediaciones del villorrío, cubiertos de tablas de palma y como techo, pencas de guano. Así se mantuvo durante cuarenta y tres años, al cabo de los cuales fue reconstruido con mampostería y tejas. La reconstrucción que duró desde 1762 hasta 1765 contó con el vigor del Padre Conyedo que veló hasta que fue colocado el techo del templo.
Pasó más de una centuria, y durante ese tiempo, la ermita fue arruinándose casi hasta desaparecer. Templo y camposanto se mezclaron y ante la aparición de restos humanos antiguamente enterrados, religiosos y pueblo se preguntaron qué hacer sin mucha respuesta de las autoridades. La ermita pasó a cargo de los Pasionistas y con el entusiasmo y aporte de Marta Abreu, se abrió una puerta a la no destrucción del edificio. La ermita fue reconstruida y se edificó además, en el terreno anexo, el Convento de la Comunidad, obra que beneficiaba al barrio con un colegio y que mantenía un lugar de culto.
La ermita volvió a sufrir transformaciones para su mejoramiento y se convirtió en Nuestra Señora del Buenviaje.
La iglesia, que ocupa la esquina de la calle del Buenviaje y de la calle Unión, tiene su entrada por ésta última. Colindante a la iglesia, el Arzobispado de Santa Clara. ©cAc-2008

(*) Manuel Dionisio González, en Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su jurisdicción. Edición de 1858. Villaclara. Imprenta del Siglo. Calle de San José N°18.

Dispensario "El Amparo"

Tiempo hacía que en el pensamiento de Marta Abreu rondaba la idea de crear un dispensario. Una noche decembrina de 1894, se encontraba reunido el “Cuerpo Médico” de la ciudad de Santa Clara y entre otros temas, surgió el de la necesidad de crear un dispensario donde pudiera tratarse a los enfermos sin recursos. Los doctores Rafael Tristá y Eugenio Cuesta, personalidades familiares a Marta, se contaban entre los presentes, y lo hicieron saber a la benefactora. Marta, deseosa de llevar adelante el proyecto, no vaciló ante la oportunidad y aprovechando una visita de Tristá a La Habana, le hizo saber que ella se encargaría de costear cuanto fuera necesario. El dispensario vio la luz y el cuerpo médico acordó honorablemente darle el nombre de la patricia, que enterada se negó a dicho honor, y propuso el nombre con el cual fue bautizado, “El Amparo”. El dispensario, dotado de equipamiento quirúrgico y la infraestructura necesaria, abrió sus puertas en la calle San José actual Villuendas. Una tarja fue desvelada en su inauguración, y decía:
“El Amparo, Dispensario para niños pobres instalado por la Sra. Doña Marta Abreu de Estévez: fundado y dirigido por el Cuerpo-Médico-Farmacéutico de esta Ciudad y sostenido por el I. Ayuntamiento y la Caridad pública. 1895”.
Si la fuerza ejecutora de Marta Abreu era como un torbellino que protegía a los pobres de su ciudad, no puede olvidarse a una figura que fue aliento y sostén en cada obra de Marta: el doctor Rafael Tristá, virtuoso santaclareño que fue el alma del quehacer cotidiano del dispensario. Tanto Marta como él tenían como divisa para su obra “todo por el desvalido”.

El dispensario se pierde en el recuerdo de las personas más ancianas que he contactado y que hubieran podido contarme historias desconocidas para mi. Desgraciadamente la memoria colectiva a veces flaquea y se pierde en los meandros del olvido. Me gustaría saber si todavía existe el mármol que recuerda al Dr.Tristá y su retrato, y que estaban colocados en el zócalo del edificio. El dispensario desapareció, mucho antes de lo que ustedes puedan pensar, en su lugar, se levanta hoy un edificio que alberga a la empresa telefónica, conocida como ETECSA (Empresa Telefónica de Cuba S. A.).©cAc-2008