miércoles, 14 de enero de 2009

Tropezar con la misma piedra... en la fachada

Hace un par de meses, un colega de la blogosfera, me sugirió leer un post en el que se hacía referencia a la piedra como revestimiento de fachadas, e incluso de paredes interiores. En efecto, fui al blog, que resultó ser el de un coterráneo (http://alocubano.nireblog.com/  ) cuyo nombre me dice algo, pero no recuerdo. Jorge García Sosa hace alusión al artículo que publicara la arquitecta Milvia Maribona en el número 54 de Signos (que dicho sea de paso por mucho que he removido cielo y tierra no he logrado que llegue a mis manos), en el cual hace una reflexión crítica de la manera que evolucionan las intervenciones y remodelaciones en el sector residencial urbano.


Repito, no he leído el artículo, pero siguiendo el de García Sosa, no puedo hacer otra cosa que  fruncir el seño y hacer una mueca de desaprobación. Ciertamente, enchapar las paredes en piedras, lajas, cantos y hasta con mosaicos de cerámica es aberrante. No es mi interés aquí criticar a los ocupantes de las viviendas, propietarios o no. Ellos se las agencian para “mejorar” su vivienda, para “darle vida” a la fachada, compran los materiales, caros, pagan la mano de obra, la mayor parte de las veces, con precios excesivos. Y hasta pagan por un trabajo que a la larga no es de calidad, o los albañiles no usaron el material como debían, para ver que les quedaba...Y eso para muchas familias puede ser una pesadilla desde el día mismo en que un miembro habló de darle un poco de mantenimiento a la fachada. Lo que comenta el articulista García Sosa es una realidad. Lástima que deriva en otros fenómenos para tratar el tema, si escabroso, de la renovación urbana en el medio urbano. Pero eso es harina de otro costal. Es verdaderamente horrible ese tipo de intervención reconstructiva. Son de muy mal gusto esas fachadas por muy bueno que haya sido el maestro de obra. Yo voy al grano en cuanto culpas de que eso suceda. Las familias, éntrele el dinero de la manera que le entre, ese no es mi problema, aprovechan para hacer una inversión que ellas estiman necesaria y positiva. Vista hace fe, y la fachada muchas veces dice de sus ocupantes. Lógicas y lógicas. Pero, si las colectividades locales funcionaran como deben funcionar, y las autoridades pertinentes que controlan la restauración y rehabilitación urbana, en lugar de multar, recriminar y no hacer nada, impusieran el uso de los códigos urbanos y ordenanzas más locales que nacionales, a lo mejor la gente entendería el por qué hay que preservar el patrimonio urbano y no destruirían la historia arquitectónica de una ciudad. Sin proponérmelo, encontré esta foto de una fachada en la calle San Pedro, en la ciudad del Bélico, esa que es portadora de piedras y lajas en sus fachadas. Héla aquí:




Y para que vean que la manía de enchapar paredes exteriores no es solamente un fenómeno ligado a dinero mal habido, les presento la fachada de una vivienda de la calle Cuba, que deteriorada por la humedad (cosa que abunda en la isla), la familia decidió evitar que el mal siguiera “subiendo” y lo atajó con azulejos verde botella, que por su calidad, brillo y color datan de finales de 1940:





Y encontré esta otra foto, también en la calle Cuba, que no muestra piedras ni lajas pero si la aberración malsana de reconstruir una fachada neocolonial para hacer un garaje en una pieza que da a la calle. Van a decir que no hay seguridad para dejar el carro en la calle. Pero, a costa de qué van a proteger el automóvil? Soluciones para evitar esta carnicería arquitectónica pueden encontrarse. Y para otras también. Noten que pasé por alto el delicado estado de la cornisa!. ©cAc

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