La Cámara de Comercio e Industria era el reflejo del empuje económico de la sociedad villaclareña de la época. No solo representaba, y estaba al servicio de las clases económicas, sino también al servicio de la capital provincial. Santa Clara Ciudad Progreso fue un reconocimiento acordado por la Cámara a todas aquellas personas que se establecían y radicaban en ella, cooperando en pos del desarrollo económico y del progreso. La institución villaclareña existió hasta 1963, cuando fueron disueltas las cámaras independientes y fue creada la actual Cámara de Comercio, a través de la Ley N° 1091 de febrero de aquel año. A partir de 1963, el edificio cayó en el olvido y en el abandono, aunque sirvió indistintamente para muchas cosas en diferentes momentos, salvo para lo que fue concebido. La apastelada esquina villaclareña fue descolgándose de la vida a medida que sus muros envejecían. El renacimiento de la bicicleta para paliar la crisis de transportes que ahondó el “periodo especial”, trajo consigo una proliferación de parqueos en cualquier esquina o sitio de la ciudad, ya se tratara de la sala de una vivienda familiar, un patio, traspatio, portal, o de un local propiedad del Estado. Fue un parqueo de bicicletas, situado en las piezas delanteras de la planta baja, lo que hubo de radicar antes de la clausura definitiva del edificio. La alerta la dio un accidente mortal. Un balaustre o un trozo de muro al desprenderse golpeó mortalmente a un joven que estaba fatalmente debajo. Curiosamente, a partir de entonces, la gente comenzó a darse cuenta que “el edificio existía, que estaba marcado por una pronta desaparición y que era una vergüenza que lo dejaran destruirse”. Y casi, casi destruido, canibaleado y descuartizado, fue que se despertó de la modorra del olvido. Una valla limitó el acceso desde su límite con el Central, y se extendió hasta la calle Villuendas. No conozco los detalles de esta renovación constructiva del inmueble. Muchos pensamos que era el momento de restaurar el hotel Central conjuntamente con la Cámara de Comercio, e integrar ésta al hotel para dotarlo de servicios de los que no dispone, así como aumentar el número de habitaciones. Pero el hotel pertenece a una entidad, el casco sobreviviente de la CdC a otra entidad (el Estado omnipresente tiene el monopolio absoluto de la propiedad), la ciudad no tiene poderes reales para manejar un presupuesto de esa índole, entonces, cómo termina todo?, todo termina en manos de inversores, también estatales, para los cuales no cuenta el patrimonio como pasión, sino, el rendimiento de la inversión. Qué devendrá esa esquina al término de la renovación? Una tienda. Otra tienda. Otra vez el culto al consumismo, a la uniformidad, porque, aunque dicen que será “el complejo de tiendas más grande del interior de la Isla”, qué venderán de novedoso que no se encuentre en las otras tiendas de las mismas cadenas del mismo propietario? La recuperación de la fachada frontal y lateral del edificio, se realiza en conjunto con la construcción general de la obra, que abarca el solar dejado por la cafetería Los Taínos, y un caserón colonial dividido entre dos o tres familias. Pero eso es harina de otro costal, pues el “imbroglio” que se formó parece que todavía no ha terminado.
Para regocijo de quienes queremos ver bien restaurado el edificio de la Cámara de Comercio, sabemos que tiene a la cabeza un arquitecto y otros profesionales de punta, y que la oficina de patrimonio, también con profesionales dedicados y tenaces, no le quita ni pie ni pisada a la obra. Esperemos el término para aplaudir, o para criticar si es el caso, sin que nadie se moleste por eso, mientras, les ofrezco un recorrido virtual por la obra, cuando en marzo pasado restauradores y artesanos estaban en plena faena. ©cAc.
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