Andaba yo caminando por la calle Conyedo, cuando una puerta se abrió y pude percatarme que aquella era una casa diferente, con un interior poco común en la ciudad. Apenas cerrada la puerta, volví atrás y tímidamente toqué con los nudillos. La claridad y el reflejo de sus vidrios rojos y azules me envolvieron cuando la muchacha entreabrió la puerta. Me presenté. Sentí cierta desconfianza, y le dije que mi interés era curiosidad profesional, pero que no estaba obligada a dejarme entrar. Mi nombre le dijo algo, y antes de comenzar a hacer fotos y a recordar amigos comunes, supimos que habíamos estudiado juntos en alguna escuela de la ciudad. Aquello hizo huir la desconfianza y la muchacha me explicó proyectos, sueños, y el deseo de conservar en buen estado aquellos muros y techos. Y con razón. Aquella casa de la calle Conyedo tiene un encanto, de luz natural aleteando en su espacio, en sus altos techos, y no pude retraerme a la posibilidad de presentarla como un interior poco común, una casa con embrujo! Sala de puntal alto, con enorme ventana a la calle, también alta como la puerta, y protegida por una reja de hierro forjado. Para huir a las miradas indiscretas de los pasantes, un paraban de tres paños con persianas francesas. A la derecha una habitación. Luego, la saleta, a la que se accede por las dos puertas en arcada, y otra habitación a la derecha. En la saleta está lo diferente de esta casa, pues no tiene su techo el puntal alto de la sala, sino, un techo plano, también de tabloncillo, pero sostenido por gruesas vigas, pues encima de la saleta, la casa dispone de una pieza en alto. Y para llegar a ella, una escalera “de caracol” de 22 escalones, en madera torneada, con pasamanos, sólidamente sostenida a una columna haciendo de eje central. La saleta es pródiga en luz, y pieza tranquila en las tardes de calor. Luz y ventilación le llegan desde el patio central, menos ancho que la saleta, desde la cual sale un pasillo que lleva al fondo de la casa, donde se ubica la cocina y el comedor, también bañado por la luz del patio. A la derecha del pasillo el cuarto de baño y otra habitación. Pisos de época, azulejos sevillanos y azulejos portugueses. La casa gira alrededor del patio, como en un claustro. Todo guarnecido de ventanas de persianas francesas, coronadas de lucetas blancas, rojas y azules, vitrales más comunes en las casas de Santa Clara, y con puertas también concebidas para dejar entrar la claridad, ella sola, sin espacio para los brazos del sol. ©cAc.
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