Un
trabajo de rehabilitación que acaba de merecer el Premio de Conservación y
Restauración Santa Clara 2009. La casona colonial retocada a principios del
siglo pasado fue deteriorándose hasta casi caer en absoluta ruina. Hoy renace
majestuosa de la mano de su patrón, el diligente y enérgico Wilfredo que
siempre está de excelente humor y acoge en su hostal a brazos abiertos. El
zaguán, enchapado de azulejos blancos que terminan en una discreta cenefa, con
el mosaico de su piso ofreciendo un delicado tapiz de formas y colores, la
ventana enrejada dando al salón y la reja a la entrada, hacen un complemento de
estilo tal como lo concibió su maestro de obra, para esta pieza que es el
primer acceso a la casa. Mobiliario bien escogido para el salón, un encanto de
saleta justo antes de pasar al patio exterior, desbordado de plantas y macetas
que dan ese toque verde tan necesario en las casas de la isla, cuando el
bochorno del mediodía incita al reposo y la tranquilidad. Quienes fuimos aquella
tarde calurosa después de la entrega de premios, agradecimos el frescor que
emanaba del patio. Con el premio adjudicado a la casa, el hostal se inscribe en
la lista de aquellos que proporcionan confort, el silencio que respira su
interior tan necesario al viajero, y el « savoir faire » de madre e
hijo, conocedores del oficio de la hospedería. Sólo unas fotos para que ellas
le motiven darse un salto al N° 7 de San Cristóbal, y desde sus ventanas mirar
el alba adueñarse de la calle. ©cAc
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