La segunda mitad del siglo XIX fue convulsa en Santa
Clara como en toda la Isla. En la década del 1860 una construcción doméstica
remplazó otra de menos valía en una parcela no distante de la Plaza Mayor.
Parcela de tres caras, una por Santa Elena, una por el callejón de la Palma, y
el tramo más largo por Santo Espirito. En la parcela, existía –y es el dato más
viejo que se tiene del sitio- en 1857 una vivienda de madera y techo de tejas
criollas. Su propietario, un enigma en los archivos, no la guardó mucho tiempo.
El terreno fue entonces adquirido por Pablo Luis Ribalta, un catalán afincado
en la región central, en la cual poseía fincas e ingenios. La propiedad de la
calle Santa Elena, ya estaba inscrita en el Registro de la Propiedad en el
1868, año de gritos libertarios y de emancipaciones. La primera guerra por la
independencia atravesaba maniguas y los propietarios de ingenios y colonias
azucareras vieron peligrar sus bienes y propiedades. Todo parece indicar que el
hacendado Ribalta, ya había hecho testamento, y la casa hacía parte de su
legado. Los herederos y propietarios se sucedieron, entre ellos, los hermanos
González Abreu y de Oña, que la ocuparon en 1955. Tiempo después, el inmueble
queda desocupado y sus muros acogen la Junta Municipal de Educación. Luego vino
el 59. Instaladas las nuevas autoridades, el Gobierno Revolucionario, cede la
casona al MINED, que la convierte en una escuela Secundaria. La construcción
masiva de escuelas secundarias básicas en el campo en la década del 1970 trajo
consigo el cierre de las “secundarias de la calle” y con ello el abandono de
los locales. La otrora vivienda se vio abocada a la ruina y a la casi
destrucción durante un largo periodo. No fue hasta finales de la también
convulsa década de 1980, en 1988, que todas las autoridades e instituciones se
pusieron de acuerdo para lanzar los trabajos de restauración del inmueble
neoclásico con fachada principal por la calle Independencia (Santa Elena),
fondo por el callejón de la Palma –rebautizado Juan Evangelista Valdés a
comienzos de la República-, y su muro lateral por Juan Bruno Zayas (Santo
Espirito). Entre metas y corre-corre, la que fuera casona del catalán Ribalta,
terminó su restauración en dos años, y por coincidencia o azar, abrió su vetusta
puerta el 28 de enero de 1990. Su objetivo principal, una casa para todos los
villaclareños, a vocación cultural, y por sus virtudes de casa, el gobierno
municipal la utilizaría como “casa de protocolo”. Hasta aquí, la historia del
inmueble, en cuanto a propietarios y ocupantes.©cAc-2015
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