sábado, 3 de octubre de 2015

Derrumbe tras derrumbe…


…el patrimonio urbano se viene abajo y como las tejas, se vuelve añicos en la caída. Es una pena que el pasado patrimonial siga desapareciendo por la falta de voluntad de quienes tienen en sus manos el destino de nuestros edificios, de nuestro pasado pobre o rico, pero que no por ello merece desatención y abandono. Qué encontrarán las futuras generaciones de nuestro pasado colonial, neocolonial y de la historia urbana más reciente? Al salvar un inmueble, aunque no esté clasificado como histórico, bien cultural patrimonial o de raigambre arquitectural, se está salvando un paisaje que para su homogeneidad necesita de todo el conjunto urbano. La pérdida de uniformidad se acentúa cada vez más, y no solo por el abandono, falta de mantenimiento y poco interés de las autoridades competentes. La carrera por “mejorar”, modernizar, rehabilitar y mantener las viviendas, por parte de sus propietarios, está trayendo consigo la desaparición de fachadas que hasta ese momento hacían parte del eslabón de la homogeneidad del patrimonio urbano. La forma en que las autoridades locales le dan la espalda a la realidad que afronta el patrimonio urbano de Santa Clara, es un espaldarazo a la historia, y al futuro de nuestros centros históricos. La historia no es solamente independencia, guerras, política y revolución. La historia es nuestro paso cotidiano sobre los adoquines, la vida de nuestros antepasados, la heroicidad de actos simples, del agua transparente corriendo por el cauce de nuestros ríos. No pretendo darle vida y restablecer el pasado. Sólo traer a la memoria aquello que por modesto y feo o poco hermoso, hace parte de nosotros. La calle de Marta Abreu, desde Máximo Gómez y Parque hasta el puente sobre el río Bélico, además de ser una arteria importante del patrimonio arquitectural de la ciudad, es un eje vial que permite conectar el nordeste con el oeste. La calle que comienza estrecha a la altura del Parque va ensanchando hasta la intersección con la calle Alemán, y desde el cruce hasta el puente vuelve a tomar el ancho inicial. La calle Marta Abreu abriga un conjunto de fachadas que le permiten enorgullecerse de su evolución urbana a finales del siglo XIX y principios del XX. El patrimonio urbano y cultural, acaba de perder un inmueble que, aunque falta de encanto e interés arquitectónico, hacía parte de la uniformidad del paisaje. Por sus viejos muros y por su cubierta de tejas. Tiempo hace que la fachada perdió su aspecto original.
A finales del XIX, en la esquina de la calle Calvario y el callejón de Avileira, existía una construcción doméstica que además abrigaba un comercio. La fachada modesta tenía varias puerta-ventanas y puerta principal. La fachada fue rehabilitada con la República naciente, y se dotó de herrería y ornamentos que realzaron su diseño colonial, sin esconder su cubierta de tejas criollas. El comercio, -que todo parece indicar, tenía que ver con el recapado de gomas y automotriz,  se mantuvo en el inmueble y eso, durante las cuatro primeras décadas del XX. En la década del treinta, el local comercial se convierte en el Garaje Muzelle, una sociedad anónima que desarrolla las reparaciones, la venta de gomas y el material para autos, cuando en la isla aumentaba el transporte automotor. El propietario del Garaje Muzelle hizo levantar por la fachada de la calle Marta Abreu, -rebautizada así desde comienzos de siglo-, y por la pared lateral del callejón, rebautizado Rafael Lubián, una valla anunciando el garaje. En la fachada principal, el antiguo anuncio de gomas fue remplazado por un lumínico de neón, anunciando las gomas Seiberling y el propio garaje. Sobre la fachada, las tradicionales lámparas de bombas de opalina blanca, anunciaban igualmente el negocio Muzelle. El inmueble era vecino de otros comercios y sociedades importantes de la ciudad, a dos pasos una fonda, un hospedaje, viviendas de notables, almacenes de la cerveza Tropical, y un garaje, el Firestone, que estaba dotado de una bomba de gasolina. 
El paisaje urbano de la calle Marta Abreu comenzó a cambiar cuando en 1940 se coloca la primera piedra de la catedral de Santa Clara, en el terreno contiguo al garaje con el callejón de por medio. La catedral fue terminada en 1953, la calle siguió su ritmo cotidiano, y el garaje Muzelle mantuvo abierta sus puertas hasta un buen día, que no les puedo confirmar. Intervenido a su propietario por el gobierno revolucionario de 1959? No sé cuál fue la transformación del lugar y qué albergó durante tantos años. En los 90, creo que un grupo de emprendedores se instaló para hacer funcionar una peña nocturna, o algo así. Años más tarde, Teatro Laboratorio, quedó inscrito en negro sobre blanco en su fachada, del otro lado de la puerta, también sobre azulejos, CARTELERA. Para entonces, de la fachada neocolonial con sus grandes puertas-ventanas enrejadas nada quedaba. Los anchos muros de ladrillos provenientes de El Tejar sosteniendo la vieja carpintería y la cubierta de tejas, abrigaron Laboratorio Teatral Universitario, surgido en noviembre de 1998, y que más adelante se convertiría en Grupo Teatro Laboratorio. 
Fue precisamente en 1998, que el inmueble fue remodelado y convertido en sala de teatro, y sede del GTL cuyo director es Roberto Orihuela, reconocido actor desde su paso por el Grupo Teatro Escambray en los años 70, y comprometido artista de la escena villaclareña. Reviniendo a la remodelación del inmueble, -de hecho vetusto y falto de mantenimiento durante mucho tiempo, hay que apuntar que la fachada funcionaba independiente a la cubierta, es decir, no había unión estructural. Los tirantes, -originales, eran de madera, adoleciendo de que las fogonaduras estuvieran podridas. Durante una remodelación (la de 1998?), la solera de madera sobre el muro de la fachada, había sido remplazada por una solera de hormigón armado, sobredimensionada. Sobredimensión y peso hicieron su cruel trabajo y el derrumbe, avizorado con antelación, tuvo su día. Y ese día, el muro, y la cubierta, abofeteados por la lluvia y el mal tiempo, no dieron más de sí. La fachada se desplomó hacia la calle llevando consigo el peso de la viga. No hubo que lamentar víctimas por el desplome de la fachada, felizmente. Poco antes del derrumbe, el custodio del lugar había cruzado la calle para conversar con el custodio del inmueble que está enfrente. Y los turistas que habían aparcado el auto frente a la sala de teatro, andaban de paseo por el Parque Vidal. El coche de turismo quedó aplastado por el amasijo de hierro, madera, tejas y ladrillos. El post derrumbe tiene otro lado triste. Unos minutos más tarde aparecieron los saqueadores para llevarse todo el material de construcción susceptible de servir: vigas, viguetas, maderas, tirantes… El custodio ayudados por otros celadores intentaron poner freno al saqueo, y lograron salvar muchas cosas. Llamaron a la Policía (PNR) para que los ayudaran y por respuesta tuvieron “eso no es asunto nuestro, es responsabilidad de cada organismo de velar por lo suyo”. Cuál es el rol de la autoridad policial en esos casos? Otra pregunta que nos deja perplejos. Tocó el turno a los bomberos, que acabaron de tumbar y demoler lo que quedaba en pie, y luego fregaron el lugar con mangueras de agua. La esquina, justo al lado de la catedral, y en la importante calle de Marta Abreu, es una tapia de bloques, un muro sordo que no tiene fecha para desaparecer. Orihuela y su Grupo Teatro Laboratorio, acaban de perder, con el derrumbe del local sito en la esquina de Marta Abreu y callejón de Lubián, la sala que les permitía llegar al público de la ciudad de Santa Clara y proyectarse como hacedores de un proyecto comunitario (Proyecto Comunitario Utopía), y con acciones derivadas del quehacer del grupo, como el taller de dramaturgia. El director, preocupado por el estado del inmueble, que prometía un venidero derrumbe, había pedido hace más de un año el apuntalamiento de la estructura. No hace mucho en una emisión radial, Roberto Orihuela, -que llevaba años anunciando ese derrumbe-, dejó claro que en “Cultura” había muchos funcionarios sin funciones, y que no le permitían dejar de dar funciones en la sala, para no obstaculizar las estadísticas. Para la reparación del inmueble, las autoridades competentes venían anunciando desde hace un lustro, que el presupuesto para dicha rehabilitación constructiva existía. Y qué hacemos con el anuncio de presupuesto si al final el anuncio del derrumbe deja perpleja a la ciudadanía, a los hacedores de teatro, a su director, y a las propias autoridades, que no tuvieron toda la voluntad necesaria, que no hicieron todo lo necesario por salvar la sede del grupo, y por salvar una esquina que por fea que fuera hacía parte del equilibrio urbano de la calle Marta Abreu. ©cAc-2015

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