Solo dos estribos, y de poca luz entre estos para sostener la losa. El declive es minúsculo, y la altura del puente no rebasa los tres metros, pero lo suficiente como para no temerle a las crecidas, y solo en época de temporales. Debe estar cumpliendo, o se acerca a los cien años este puente, -yo diría solitario, sin nombre, sin placa que acredite fecha y constructor. Un detalle me remite a otro puente: las columnas que una vez sostuvieron sus farolas. El fuste corintio de las columnas, con acanaladuras de ángulos matados, y los caulículos y las hojas de acanto del capitel tienen la misma factura que las columnas utilizadas para el alumbrado en el Puente General Monteagudo, construido en 1915. De las cuatro columnas, sólo dos, sobre la baranda norte del puente, están en pie, y de las dos de la baranda sur, una desapareció y de la otra queda un tercio. Si volvemos a un siglo atrás, el sector era más bien periurbano, y la calle urbanizada se detenía en el camino que llevaba a la Cruz del puente, que había sido puente del Minero y más tarde de Isabel II, también sobre el mismo río Cubanicay. Los parajes alrededor del puente que nos detiene, eran de manigua boscosa. Al pasar el río, un trillo rural iba haciendo curvas hasta perderse en el campo, a los pies del Capiro, al este de la ciudad. En la década del 1940 comenzaron a levantarse viviendas, y en la siguiente década, aparecieron modestos chalets, la urbanización se le conoció como Reparto Bengochea, y la calle San Cristóbal (rebautizada Eduardo Machado con el advenimiento de la República) a un lado y otro del puente se hizo una sola. El puente de San Cristóbal se convirtió en el paso hacia el Este, que comenzaba a desarrollarse urbanamente, y la arteria que llevaba hasta el estadio de pelota, aún en uso. Actualmente el puente de San Cristóbal es una de las vías de acceso a los mercados del Este de Santa Clara, lo que trajo consigo una reorganización vial. Al pasar el puente en su extremo oriental, aparece el cruce con la calle que hacia el Norte lleva al Agromercado Estatal de Santa Clara (también conocido como mercado de Buen Viaje) y al mercado agropecuario de campesinos (no sé si es así como se escribe). Hacia el Sur, la calle lleva al área conocida como “del Sandino”, por estar a proximidad del estadio del mismo nombre. Los alrededores del puente de San Cristóbal tienen sus paradojas, el río arrastra suciedades que vienen de otros sectores y se acumulan con las ya vertidas por los ribereños, un plan de urgencia promueve la limpieza, y buldóceres y otros equipos se afanan por cambiar la imagen de las orillas del Cubanicay, a veces sin tener en cuenta a los viejos árboles que no piden otra cosa que morir de viejos allí, donde nacieron. Al poco tiempo vuelven a surgir los vertederos. Pero la incoherencia de este submundo que bordea al río es el hábitat urbano: en la orilla Norte han emergido dos bloques de viviendas, de dos pisos, bien construidas y bien protegidas por una cerca tipo peerless; en la orilla Sur, las viviendas delatan pobreza y la miseria de sus ocupantes, construidas con tablas, zinc, cartones, tejas, ladrillos, bloques, todo es bueno para irlas “mejorando” hasta ver qué pasa en la venidera temporada ciclónica. Las vacas, bueyes y carneros, teniendo yerba que pastar ni por enterado se dan, la orilla húmeda del Cubanicay los conforta. ©cAc-2015
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