jueves, 3 de marzo de 2011

Garajes, porches y aparcamientos


Hemos transitado de la cochera colonial al garaje republicano, sin dejar de vista el ambiente automovilístico del parque Vidal. Se precisa una pausa en las décadas del 40 y el 50 en Santa Clara para ver las transformaciones urbanas aparejadas al desarrollo económico de las clases sociales de mayores recursos. Si bien La Habana proyecta y construye edificios y torres con parqueo incorporado, e incluso, se atreve a construir un estacionamiento soterrado en el espacio de la Plaza Vieja, que fue un tamaño error!, en Santa Clara, en los inmuebles construidos en ese periodo, no se tendrá en cuenta la proyección de plazas de aparcamiento, ni tan siquiera en el Gran Hotel, a pesar de habérsele proyectado estructuras de servicios en el subsuelo. La necesidad de aparcar de forma segura un automóvil es una de las razones que empuja a las familias solventes a instalarse en repartos fuera del centro tradicional de la ciudad. Los menos dispuestos a abandonar el casco intrarríos, dejaban el carro aparcado en la calle frente a la vivienda, y otros buscaron alternativas para guardar el carro con seguridad. Solares no construidos se convirtieron en un negocio para sus propietarios, los cuales improvisaron divisiones y techos que alquilaron a aquellas personas urgidas de proteger su bien. Estos espacios por lo general correspondían a solares que habiendo quedado como traspatio de otro terreno con vista a la calle, perdían valor de suelo y poco probables a edificar. A los chalets que se construyeron en los repartos y a ambos lados de la carretera Central, se les proyectó con garaje y los menos modestos tuvieron hasta porche. Miren algunas de esas residencias y chalets edificados en Santa Clara. ©cAc
©cAc/v&p-collection

miércoles, 2 de marzo de 2011

...a automóviles y garajes

Con la llegada del automóvil a la isla en 1898, el paisaje urbano se revolucionó, hizo bascular la mentalidad de los cubanos así como la noción de “aparcamiento”, una palabra que se agregó al léxico caribeño, de muchas formas y realidades. Inmediatamente la cochera fue remplazada por los garajes, en aquellas casas que se transformaron a principios del s.XX, y las nuevas edificaciones tuvieron en cuenta habilitar un espacio para los “fotingos” y “trespatá”. Carruajes fueron los coches tirados por caballos y carruajes fueron los primeros automóviles. “Salida de carruajes” puede verse inscrito en los muros de casas que poseían “cochera”. La importación de automóviles a la isla fue aumentando, y el acceso al mismo, a pesar de ser una inversión notable, se democratizó. Muchos propietarios de automóvil no tenían garaje y los “carros” quedaban a la intemperie.  Otros quedaban aparcados frente a los inmuebles si la calle lo permitía, o en las plazas, que fueron adornándose de vehículos, cada vez más y más. El parque Vidal en los primeros veinticinco años del s.XX fue testigo de la desaparición paulatina de caballos y mulos con sacos y alforjas, y de los carruajes a tracción animal. Al reordenarse el parque Vidal como “parque republicano”, la banda de calle pavimentada, no solo sirvió para la circulación de vehículos, sino también para su estacionamiento. El automóvil fue ganando terreno y se convirtió en ocupante distinguido en derredor del parque, como también ganó un espacio en aquellas viviendas que se remodelaron, y cuya familia poseía un automóvil. Aprecien ustedes cuatro viviendas de la ciudad con garaje incorporado, construidas entre 1925 y 1957. Estas casas se levantan en las calles San Miguel, Candelaria y Maceo. ©cAc

domingo, 27 de febrero de 2011

De coches y cocheras...

Las casas coloniales cubanas ocupadas por ricos propietarios dispusieron de cochera. Quitrines, volantas y calesas dormían a buen cobijo bajo el mismo techo. Pocas, pero todavía quedan huellas de las cocheras que existieron en la ciudad de Marta. En Santa Clara, según puede verse en viejas litografías, volantas y calesas paseaban a damas y caballeros en los alrededores de la plaza Mayor, todavía empedrada y polvorienta hasta finales de la primera mitad del s.XIX. En 1848, un reordenamiento ejecutado a la plaza Mayor le permite su pavimentación y mejoramiento de la calzada que la circunda. Fue durante ese reordenamiento que fue cerrado el acceso a la plaza por sus esquinas, impidiendo el paso de coches, carretas y carretones. No será hasta la remodelación de la plaza en 1881, rebautizada diez años antes como Plaza del Recreo, que son suprimidos los guardacantones que impedían el acceso de carruajes a la plaza, y en su lugar colocan pilares o marmolejos con anillos y cadenas de gruesos eslabones, que podían desmontarse si algún vehículo de tracción tenía necesidad de pasar. La necesidad se hizo frecuente, sobre todo para dejar pasar coches y las carretas de los aguadores. Pero hubo que esperar el término del coloniaje español en 1898, para abrir de forma permanente el acceso a la plaza, la cual se vio amenizada por los arre caballo, el martilleo de las herraduras sobre el pavimento y el rodar de los coches en todas direcciones… ©cAc
[1] [2] 
_________________
[1] Edificación doméstica del s.XVIII convertida en Museo de Artes Decorativas en diciembre de 1986. La cochera de esta vivienda estuvo presumiblemente a la derecha de su puerta principal dando a la plaza o bien por la calle de Luis Estévez.
[2] Edificación doméstica del del s.XIX convertida en Casa de la Ciudad desde 1990. La cochera de esta vivienda debe haber estado por el fondo de la misma, que da al callejón de La Palma, o utilizaba como portón el mismo de la entrada principal.
[3] Vivienda del s.XIX. La cochera puede haber estado por un portón de su fachada principal, por la calle de Luis Estévez, pero también por el fondo, con entrada por la calle Julio Jover.
[4] Vivienda construida entre finales del XVIII y principios del XIX. La cochera abría por la calle de Marta Abreu.
[5] Viviendas rehabilitadas a principios del XX y en las cuales puede apreciarse la antigua cochera.

viernes, 25 de febrero de 2011

Patio con pérgola, y auténtica! (Hostal de Carmen & Carlos Obregón)

En El Timbeque, timba y munga… Hostal La Pérgola - Santa Clara , les comentaba que no conocía la vivienda acondicionada como Hostal La Pérgola. Pues, ya era hora de conocer la confortable vivienda de la calle Luis Estévez de Santa Clara. En octubre pasado, pasando frente al hostal, saludé a su propietaria y me invité a conocer la casa. Ellos no sabían del post en referencia al Timbeque ni a su hostal. La casa es amplia, fresca y luminosa. Alix y yo husmeamos por las piezas, pero andando de prisa, no nos sentamos para tomar el café que gentilmente nos brindaba Carmen. Convinimos en que desde que yo tuviera tiempo, la llamaría para tomar fotos de la casa y por supuesto, tomar un café. Hoy les presento no el Hostal La Pérgola, sino “Auténtica Pérgola” el hostal[1] que regentean Carmen y Carlos Obregón, en su casa de Luis Estévez N° 61, a escasos metros de la calle Independencia.
 

En tiempos de Los Huesitos, que fue el primer nombre de la actual calle Luis Estévez, donde hoy se levanta el n° 61 todavía ningún poblano había hecho construir vivienda. Más tarde, mercedados los solares, las casas fueron ocupando espacios y allí hubo de levantar casa de madera con horcones y guano, en los albores del XVIII, Juan de Dios Guzmán, venido con mujer e hijos. Para entonces la polvorienta calle había sido renombrada del Rosario. Ya entrado en años, y ayudado por sus hijos, hacia 1750 Juan de Dios acomete la reconstrucción de la vivienda a la usanza colonial pero de mampostería y tejas con caballete alto y caída a dos aguas. Fachada ordinaria, con grandes ventanales desprovistos de gracia y protección. Así se mantuvo la casa durante casi un siglo, tiempo durante el cual los aires de progreso fueron cambiando la imagen urbana de la villa. La calle del Rosario, ahora rebautizadade San Juan Bautista, mucho más edificada y armoniosa se posicionaba como una calle importante a donde se trasladaban familias que construían sus viviendas siguiendo el curso del siglo. La vivienda de los herederos de los hijos del ya hecho polvo, Juan de Dios, acometieron una importante renovación de la casa colonial, cuya planta fue mantenida, pero agregándole las novedades que imponía el progreso y el buen gusto. Como toda la casa, la fachada se hermoseó con nuevas ventanas que habrían desde el piso, protegidas por laboriosas rejas en hierro forjado, ornamentos y un austero pretil con balaustres incorporados.


En ese estado se encontraba el inmueble cuando fue adquirido por Fernández García, el año de la segunda intervención norteamericana, 1906. Santa Clara vivía entre letargo y acontecimientos políticos. 

No sé si Fernández, conocido casateniente de la ciudad, hizo la compra como inversión propia de sus negocios inmobiliarios o para instalarse con su familia. Ocho años más tarde, la vivienda, esta vez con el número 61 en la calle de Luis Estévez, sufrió un remozamiento de envergadura. Corría 1914, y a la cabeza de la alcaldía de Santa Clara estaba Manuel Ruíz Rojas. Desde entonces, la casa mantiene conforme el toque ecléctico adquirido en esa remodelación y estupendamente cuidada hasta los días de hoy. La fachada ancha lleva incorporados seis medallones al estilo de los camafeos de los cuales penden sendas mascarillas femeninas peinadas y vestidos sus cuellos como pajes. Contempla cuatro ventanas con las minúsculas persianas de la marquetería francesa, lucetas en arco con cristal de opalina, ornamentadas con molduras, balaustres y protegidas con rejas de hierro. La puerta principal, del mismo estilo lleva opalina en sus hojas y también protegidas con forja. Zaguán con muros enchapados de azulejos sevillanos y piso casi un verdadero tapiz bordado “à crochet”, separado de la sala, a su izquierda,
 por una ventana enrejada. También enrejada la puerta a dos hojas que da acceso a la saleta, y desde esa pieza, se accede a los dormitorios, y al patio central que permite una agradable iluminación que pasa a través de la marquetería vidriada que descansa sobre las puertas-ventanas que dan al patio de marras. Corredor techado pero abierto y que sigue teniendo los dormitorios a la izquierda, lleva al fondo de la vivienda, donde está situado el comedor familiar y la cocina. 
El patio con jardinería a base de tiestos y canteros, yo diría que es el sitio por excelencia de la casa, con un detalle que es único en la ciudad del Bélico: su pérgola, y cuyo encanto le da nombre al hostal. La pérgola es un elemento original de la casa, que le fue incorporado en la remodelación de principios del s.XX, consta de ocho columnas de orden corintio que sostienen diez listones sobre los cuales descansa una vidriera en caso de que amenace lluvia y se quiera seguir disfrutando del jardín. Vivienda de extraordinario puntal alto, con pisos de mosaicos magníficamente conservados. Una casa hostal que si no lo fuera, me hubiera atrevido a tocar a la puerta, para regalar a los asiduos del blog el interior de otra casa, de la ciudad de Marta. ©cAc.
©cAc-2011 

[1] Para más información pueden ir directamente a la página: