En El Timbeque, timba y munga… Hostal La Pérgola - Santa Clara , les comentaba que no conocía la vivienda acondicionada como Hostal La Pérgola. Pues, ya era hora de conocer la confortable vivienda de la calle Luis Estévez de Santa Clara. En octubre pasado, pasando frente al hostal, saludé a su propietaria y me invité a conocer la casa. Ellos no sabían del post en referencia al Timbeque ni a su hostal. La casa es amplia, fresca y luminosa. Alix y yo husmeamos por las piezas, pero andando de prisa, no nos sentamos para tomar el café que gentilmente nos brindaba Carmen. Convinimos en que desde que yo tuviera tiempo, la llamaría para tomar fotos de la casa y por supuesto, tomar un café. Hoy les presento no el Hostal La Pérgola, sino “Auténtica Pérgola” el hostal[1] que regentean Carmen y Carlos Obregón, en su casa de Luis Estévez N° 61, a escasos metros de la calle Independencia.
En tiempos de Los Huesitos, que fue el primer nombre de la actual calle Luis Estévez, donde hoy se levanta el n° 61 todavía ningún poblano había hecho construir vivienda. Más tarde, mercedados los solares, las casas fueron ocupando espacios y allí hubo de levantar casa de madera con horcones y guano, en los albores del XVIII, Juan de Dios Guzmán, venido con mujer e hijos. Para entonces la polvorienta calle había sido renombrada del Rosario. Ya entrado en años, y ayudado por sus hijos, hacia 1750 Juan de Dios acomete la reconstrucción de la vivienda a la usanza colonial pero de mampostería y tejas con caballete alto y caída a dos aguas. Fachada ordinaria, con grandes ventanales desprovistos de gracia y protección. Así se mantuvo la casa durante casi un siglo, tiempo durante el cual los aires de progreso fueron cambiando la imagen urbana de la villa. La calle del Rosario, ahora rebautizadade San Juan Bautista, mucho más edificada y armoniosa se posicionaba como una calle importante a donde se trasladaban familias que construían sus viviendas siguiendo el curso del siglo. La vivienda de los herederos de los hijos del ya hecho polvo, Juan de Dios, acometieron una importante renovación de la casa colonial, cuya planta fue mantenida, pero agregándole las novedades que imponía el progreso y el buen gusto. Como toda la casa, la fachada se hermoseó con nuevas ventanas que habrían desde el piso, protegidas por laboriosas rejas en hierro forjado, ornamentos y un austero pretil con balaustres incorporados.
En ese estado se encontraba el inmueble cuando fue adquirido por Fernández García, el año de la segunda intervención norteamericana, 1906. Santa Clara vivía entre letargo y acontecimientos políticos.
No sé si Fernández, conocido casateniente de la ciudad, hizo la compra como inversión propia de sus negocios inmobiliarios o para instalarse con su familia. Ocho años más tarde, la vivienda, esta vez con el número 61 en la calle de Luis Estévez, sufrió un remozamiento de envergadura. Corría 1914, y a la cabeza de la alcaldía de Santa Clara estaba Manuel Ruíz Rojas. Desde entonces, la casa mantiene conforme el toque ecléctico adquirido en esa remodelación y estupendamente cuidada hasta los días de hoy. La fachada ancha lleva incorporados seis medallones al estilo de los camafeos de los cuales penden sendas mascarillas femeninas peinadas y vestidos sus cuellos como pajes. Contempla cuatro ventanas con las minúsculas persianas de la marquetería francesa, lucetas en arco con cristal de opalina, ornamentadas con molduras, balaustres y protegidas con rejas de hierro. La puerta principal, del mismo estilo lleva opalina en sus hojas y también protegidas con forja. Zaguán con muros enchapados de azulejos sevillanos y piso casi un verdadero tapiz bordado “à crochet”, separado de la sala, a su izquierda,
por una ventana enrejada. También enrejada la puerta a dos hojas que da acceso a la saleta, y desde esa pieza, se accede a los dormitorios, y al patio central que permite una agradable iluminación que pasa a través de la marquetería vidriada que descansa sobre las puertas-ventanas que dan al patio de marras. Corredor techado pero abierto y que sigue teniendo los dormitorios a la izquierda, lleva al fondo de la vivienda, donde está situado el comedor familiar y la cocina.
El patio con jardinería a base de tiestos y canteros, yo diría que es el sitio por excelencia de la casa, con un detalle que es único en la ciudad del Bélico: su pérgola, y cuyo encanto le da nombre al hostal. La pérgola es un elemento original de la casa, que le fue incorporado en la remodelación de principios del s.XX, consta de ocho columnas de orden corintio que sostienen diez listones sobre los cuales descansa una vidriera en caso de que amenace lluvia y se quiera seguir disfrutando del jardín. Vivienda de extraordinario puntal alto, con pisos de mosaicos magníficamente conservados. Una casa hostal que si no lo fuera, me hubiera atrevido a tocar a la puerta, para regalar a los asiduos del blog el interior de otra casa, de la ciudad de Marta. ©cAc.
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