No es gitana. Es errante. Errante de las calles, de negro toda vestida. Un
pañuelo cubre el cabello hirsuto blanquiplateado. Descolorido el pañuelo, como
el negro de sus ropas, un traje sastre de hombre siempre dispuesto a cubrir sus
piernas cuando el tiempo la detiene en un costado del puente bajando hacia el
arroyo. Es solitaria y no se mete con nadie. Desdentada, coloreada del sol
urbano del que ella se esconde durante los mediodías abrasivos. La vi caminar
cabizbaja por el puente sobre el Bélico en la carretera Central. Apoyó su
cuerpo contra el puente y escupió un resabio que vino a caer en las aguas
opacas del río. Nos cruzamos en el camino otra vez. Y luego descubrí que espera
algo, a alguien o nada, mascullando palabras trenzadas salidas de su delirio.
Su mirada perdida, sus brazos cruzados, su soledad pública sentada en el viejo
puente. No
es gitana, es errante. ©cAc
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