Esta vez, no pasaremos el portón de entrada. La visita se quedará en el sueño de una visita. El interior no nos será revelado, quizás en otra ocasión. No haré alusión a “quinta” como tipología de la casa. Más bien, una casona. Ese tipo de casa campestre medio urbana, medio rural, alejada del centro, rodeada de terrenos aún no parcelados, a proximidad de un arroyo, y a dos pasos de un río. Insertada en ese cuadro fue levantada la casa. Estamos en el punto donde se cruzan la calle Real y la de San Pedro. En la esquina suroeste, el frente bañado por el amanecer. Caserón de finales del XIX remozado a principios del XX. De hecho, una casa neocolonial, influenciada notablemente por las construcciones sudistas de los Estados Unidos. O una construcción sudista con influencia colonial cubana. Es probable que haya querido borrar la decrepitud tratando de darle colores y repellos a sus ladrillos desnudos. No es la primera vez que le hago fotos. Siempre de pasada. Ahora lo hago expresamente, y con cierto bochorno porque hacer fotos despierta el interés de las vecinas que descubren a alguien merodeando por allí con no se sabe qué intenciones. Pero tampoco tengo que justificarme, ni decirle que hago fotos mientras espero que a la vuelta de la esquina me arreglen la bicicleta. La propiedad está protegida por una verja que va del extremo izquierdo por San Pedro y voltea en Real hasta la mitad de la casa, luego sigue un muro, que impide toda visibilidad al interior.
La verja de hierro no lleva caprichos de forja, está sostenida por columnas ornamentadas por copas, -sólo falta una!, y dos de las columnas hacen de portón de entrada, justo frente a la puerta principal de la casa. Un ancho espacio cementado lleva al portal, que como toda la morada, es más alto que el nivel del terreno, y del de la calzada. El portal, la misma cobija de la casa, techo de tabloncillo y cubierta de tejas, rodeado por balaustres decorados sur elevados y cuatro columnas de hierro sosteniendo el frontispicio triangular. Justamente el portal es la pieza que le da carácter a la casa, de planta cuadrada, cuya cornisa con balaustres ya ha comenzado a desplomarse. Las paredes laterales de la casa tienen ocho ventanas también protegidas con rejas de hierro y al abrigo de la intemperie por sendos portales, yo diría, aleros, aunque de una talla excepcional, pues en lugar de columnas, se sostiene por brazos de hierro incorporados en los muros. Los elementos de forja que guarecen las puertas ventanas de la fachada y el vitral de la puerta de entrada son verdaderos bordados. Y nos queda por detallar el toque verde de la casona, lujuriante si lo comparamos con la quinta del Paseo de la Paz. Palmeras, adelfas, crotos, -ovalados y rizados, arecas, cucaracha morada, lenguas de vaca, -cebradas y de las fileteadas en amarillo, cactus, y hasta higos de Barbarie! Una profusión de colores que les ofrezco en imágenes. Podríamos hacer algo por ayudar en la conservación de casas como esta? Polemicemos para avanzar. ©cAc
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