Comenzaba mayo del año 1888 cuando Don Enrique Rascón inscribió como de su propiedad la finca urbana situada en la calle San Lorenzo. A la finca le fue atribuido el número 549 en el Registro de la Propiedad. La casa, más bien casona por el número de habitaciones, estaba construida en mampostería, madera, y su cubierta de tejas. Una antesala y a continuación, la sala, eran las piezas de recibo y reuniones familiares. El comedor y la cocina estaban situados al fondo del inmueble. Para las nueve habitaciones, repartidas, cuatro en la planta baja y cinco en la planta alta, dos letrinas estaban a disposición, también situadas al fondo de la casa. El piso de la planta alta era completamente de madera, y a los cuartos se accedía por una escalera estrecha de madera que partiendo de la sala desembocaba en un pasillo cerrado que llevaba a las habitaciones. Fue precisamente Don Enrique quien comenzó a rehabilitar la casona con fines comerciales, y en el plazo de ocho años el inmueble sufrió cambios en su estructura. A finales del XIX, Don Enrique Rascón se desembaraza de la propiedad, y la misma pasa por las manos de varios propietarios, que van intuyendo que la casona está situada en una calle secundaria pero a unos cincuenta metros de la calle Isabel II (actual calle Colón) y a proximidad de la Plaza Mayor, lo que le confería mayor valor a la superficie. Hasta 1917, a pesar de los cambios estructurales, la casa va a mantener su viejo estilo colonial, en el que se denotaba el friso bajo de su fachada. Por esta época, Santa Clara va a montar en el tren de la renovación urbana, y su paisaje inmobiliario va a cambiar de manera impresionante. La renovación traerá consigo la pérdida de buena parte del patrimonio urbano construido durante el XIX, y un ejemplo de ello lo fue la casona de la calle San Lorenzo. Si bien el inmueble mantuvo su estructura de dos niveles, la fachada se acomodó a los nuevos estilos, y la casa, convertida ya en negocio de hospedaje, se perfiló como hostería. La planta baja incorporó dos puertas principales por las que se accedía al zaguán y de allí al salón y al comedor. Esta planta tenía un baño y un inodoro separados, y una puerta de acceso al patio. En la planta alta fueron construidas 16 habitaciones y de uso común, tres baños y tres inodoros. Las habitaciones dando a la calle, disponían de seis puertas-ventanas con acceso a sendos balcones. Dos galerías portaladas tenían sitio en esta planta. Tampoco llegó a nuestros días este inmueble reconstruido a principios del XX. El boom económico de la década del 50’ borró todo vestigio del vetusto caserón de San Lorenzo y en su lugar se construyó no una hostería sino un hotel con mayúsculas, el Hotel América. ©cAc-2013
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