Apuntes a manera de introducción
La ciudad de Marta ha incorporado a la lista de objetivos patrimoniales recuperados, un recinto difícilmente visible, y que además de no ser visitable, el acceso al mismo es de hecho casi imposible. Me refiero al Aula Magna del que otrora fuera Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara. El Instituto, como familiarmente lo llamaban los villaclareños, construido durante la presidencia de Mario García-Menocal, y siendo gobernador provincial el Mayor General Francisco Carrillo y Morales, abrió sus puertas en 1915. Las casas de estudio, institutos y universidades han incorporado siempre a sus recintos un espacio reservado para ocasiones especiales, denominados Aula Magna. El proyecto constructivo del Instituto de Santa Clara, concibió para sus actos solemnes un recinto a la altura de su importancia educativa en aquellos primeros lustros de la vida republicana. Por el Instituto villaclareño pasaron numerosas generaciones desde su creación, jóvenes que además de hacerse bachilleres fueron espectadores de los cambios políticos que se sucedían en la Isla, y hacedores de la lucha estudiantil contra los gobiernos de turno. De la misma manera, fueron testigos de aquellos que discursaron desde el estrado del Aula Magna y que imprimieron notoriedad a la historia del Instituto. El recinto estudiantil, rebautizado por los nuevos aires que trajo la revolución de 1959, fue perdiendo aquello de instituto para convertirse en Pre, -para abreviar la palabra Pre-universitario-, Pre de la calle, para diferenciarlo de aquellos situados en el campo, y como se le agregó nombre de un mártir revolucionario, los estudiantes le llamaban Pre Osvaldo Herrera. Entré como alumno del plantel casi finalizando el curso escolar 1978-79 y obtuve mi diploma de bachiller en el borrascoso año 1980. Recuerdo haber entrado a cuanta aula, laboratorio o local tuve oportunidad. Para entonces, el Aula Magna del Instituto era un aula más del Pre-universitario y de su mobiliario poco quedaba. Pasaron treinta y tres años sin volver a poner los pies en el Instituto. Durante ese tiempo, los cambios han sido brutales, cambio en el tipo de enseñanza, de alumnado, de claustro profesoral, cambios y deterioros, cambios y abandonos. Intenté hacerlo hace unos años atrás para tomar fotos del mismo y no pude (existe una resolución de Educación que prohíbe entrar sin autorización en las escuelas del ministerio y mucho menos hacer fotografías), y ahora, recién restaurada el Aula Magna y estando avisado de la buena nueva, pude entrar, acompañado de la especialista de Patrimonio que tuvo a su cargo una parte de la empresa restauradora, y con la anuencia de la directora del centro, una educadora apasionada que guarda con celo las llaves para entrar al solemne salón, y que con pasión cuida aquello que ha sido historia y que viene a convertirse en joya del casi centenario Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara. No osé hacer otras fotos que aquellas del Aula Magna, me hubiera gustado fotografiar el deterioro que carcome aquel que fuera templo de la enseñanza, y que pide a gritos un cierre temporal para que le devuelvan la austeridad de sus muros y columnas, la majestuosidad de su arquitectura neoclásica. ©cAc-2013
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