Como buena cantidad de familias villaclareñas, los Jover tienen su origen en el norte ibérico, allá por Asturias o Cantabria, donde picos y colinas valonadas hacen la costa verde y el mar de un azul inimaginable. No sé qué vapor los trajo desde Vigo hasta La Habana, lo cierto es que eligieron la ciudad de Marta para instalarse y la calle Colón para domiciliarse. Vivienda de planta tradicional, fue en sus orígenes una casa colonial levantada en una parcela respetable por sus dimensiones dando a la calle Colón. La casona, en los años de renovación urbana de la ciudad, sufrió transformaciones y como en numerosos inmuebles de la ciudad, la rehabilitación dio lugar a dos viviendas gemelas, inscritas en el Registro de la Propiedad como fincas urbanas (Colón 167 y 169) ocupadas por los Jover. Con esos trabajos, la fachada ganó en altura, se dotó de una cornisa y escondió la cubierta de tejas detrás de un frontispicio ornado de molduras rectangulares. Una fachada simple cuando la tendencia que prevalecía era la de muros eclécticos con abundancia de molduras decorativas. Dos entradas principales cuyas puertas llevan postigo guarecido por enrejado y dos grandes ventanas con doble postigo, celosías en el marco superior y protegidas por sendas rejas en hierro forjado, trabajadas en tres cuerpos: el cuerpo central de una simplicidad sin par imitando una arcada, el cuerpo inferior forjado discretamente, y el cuerpo a la altura de las celosías, una forja elegante que se transforma en lambrequines cual escudo trabajado en el recio metal.
Los años han pasado y casi centenaria, la casa ha conservado el frescor de su fachada, una casona cuyo conjunto le ha dado nombre al hostal que ocupa los muros de la vivienda familiar donde antaño se instalaran los Jover llegados a Santa Clara. El hostal, atractivo por su proximidad al parque Vidal y por su funcionalidad y confort, se ha convertido en una dirección recomendada en numerosos sitios y guías para viajeros. La autenticidad de la vivienda, guarda impecablemente el toque colonial imbricado a lo neocolonial, y hace remontar a los huéspedes en la máquina del tiempo lo mismo sentados en la tranquilidad de sus piezas de estar, que como toda la casa muestran esos pisos de época, de hermosos mosaicos, o sentados en los confortables sillones del pasillo exterior techado, espacio tocado de verde salpicado de trepaderas, arecas y rojas flores de pascuas. Mirtha y Denis, que regentean el negocio familiar, son excelentes anfitriones y se encargan de colmar al visitante en los más mínimos detalles. ©cAc-2013
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