También en la calle Luis Estévez, pero casi en la esquina con la calle Berenguer, otra puerta indica que al interior del inmueble se ubica una cuartería. Pero demos marcha atrás en el tiempo. La primera o las dos primeras casas construidas en el área que ocupa el inmueble actual en su conjunto, lo fueron en el corto periodo de 1760 a 1778. Es posible que a lo largo del siglo XIX, las viviendas hayan sufrido transformaciones compatibles al desarrollo urbano que se iba imponiendo. Sin embargo, la renovación más importante del inmueble data de la primera mitad del siglo XX, y aunque las transformaciones más recientes han mutilado el conjunto arquitectónico de su fachada, siempre quedan vestigios que nos permiten evaluar, por un lado los valores patrimoniales y por el otro, la degradación que roe, y con fuerza, dicho patrimonio. La renovación efectuada por su propietario en la etapa republicana, dijo adiós a las tejas que remplazó por un techo de hormigón de puntal alto, y que permitió al inmueble dotarse de una espaciosa azotea, con cornisa decorada y muro de protección en todo el perímetro dando a las dos calles. Y aunque este trabajo está centrado en la cuartería, no podemos pasar por alto las transformaciones, que a la larga nos llevan al sujeto de marras. Comencemos por la vivienda que hace esquina con Berenguer. La puerta principal abre a un zaguán y a la derecha del zaguán, la sala. Saliendo del zaguán el pasillo exterior que lleva al fondo de la casa donde se sitúa la cocina comedor. Los tres dormitorios y la sala de baño se sitúan después de la sala y todas las piezas se comunican entre ellas. Esta vivienda, además de la puerta principal, tiene una ventana en la pared de la fachada y otra en el muro que corta el ángulo de la esquina, ambas pertenecientes a la sala. La pared que se extiende por Berenguer presenta cinco ventanas, tres pertenecientes a los dormitorios, una a la sala de baño y la última a la cocina comedor. El lado opuesto del inmueble tiende a confundirnos, sobre todo por la intervención constructiva que ha sufrido la fachada de la vivienda. Yo estoy convencido que la vivienda fue casi idéntica a la que acabamos de describir con la excepción de que la pared lateral izquierda es contigua a la pared de la casa vecina. Cómo es la planta de esta vivienda? La incertidumbre viene de la puerta ubicada entre ambas viviendas y que nos permite la entrada a lo que puede suponerse como una cuartería. Y en efecto, el origen de esta cuartería –léase “pasaje”, un pasaje sui géneris- data de la época republicana. Hay detalles que nos llevan a pensar que esa puerta llevaba a algo particular, un negocio?, habitaciones para arrendar? Ambas interrogaciones situándonos en la época en la que el inmueble fue construido. Las primeras fotos las tomé en el 2007. Desde la puerta pueden verse los cuartos desiguales y una vivienda construida al fondo, en la azotea, y a la cual se accede por una escalera de hierro que lleva a un balcón techado. En el 2009 tomé una foto desde la esquina opuesta que nos permite ver el conjunto del inmueble. Y la foto tomada en febrero del 2013, me sugiere pensar en nuevas transformaciones al interior de la “cuartería”, pues la escalera de hierro sigue en su puesto pero la vivienda de los altos no existe, quizás demolida por peligrosidad. En el 2007 la placa de la vivienda de los altos estaba sostenida por dos tubos de hierro a manera de soporte. El suspenso revuela en mi texto, y en mi reflexión, ayudado por detalles que descubrimos en las fotos. De las tres puertas del inmueble, sólo una tiene incorporado en su parte superior, el soporte de lo que fuera una lámpara como otras de la misma época y que aún sobreviven en inmuebles de la ciudad. Pero hay más, entre las dos puertas, la de la vivienda que hace esquina y la puerta del singular “inmueble” interior, existe todavía hoy el soporte en hierro forjado, de lo que pudo haber sido un cartel que indicaba el tipo de establecimiento al cual se entraba por la puerta que nos ha retenido para desarrollar este sujeto. ©cAc-2014
…un paseo en el tiempo, una mirada atrás para recordar calles y muros con sus tristezas y alegrías, los inicios polvorientos, la hora de los adoquines, del desorden, de las ingratitudes y de las esperanzas que se forjan escudriñando el viaje lento de una hoja flotando en las aguas del Bélico…
miércoles, 10 de diciembre de 2014
Luis Estévez & Berenguer (San Mateo) Pasaje o cuartería?
Luis Estévez & Julio Jover (San Vicente)
La cuartería sita en la calle Luis Estévez casi llegando a la calle Julio Jover tiene su historia, no como cuartería sino como vivienda unifamiliar. La primera construcción data de la tercera etapa evolutiva de la villa que va de 1760 a 1778. Para entonces, el primer nombre de la calle, Los Huesitos, había sido remplazado por el de Rosario, y a esa altura, las casas de madera remplazaban los techos de guano por cubiertas de tejas. Siguiendo la dirección hacia el río, solamente el lado izquierdo estaba mercedado. Frente a las casas, manigua y solares enyerbados. Las parcelas mercedadas permitían levantar viviendas espaciosas a sus propietarios. La vida en esta vivienda de planta colonial giraba alrededor del patio central, y cuando años más tarde la casa fue reconstruida con mampostería y techos en madera y tejas, no perdió su sistema espacial de casa colonial tradicional, una sala seguida de una saleta, y luego los dormitorios. El patio central circunvalado por corredores y al fondo la cocina y el comedor. El desarrollo urbano permitió otros cambios a la casa, siempre manteniendo la misma planta. La etapa republicana deja igualmente su huella, agregando confort al encanto colonial pero no será hasta la década del 1960 que la vivienda verá los primeros desgloses en su interior. La vivienda unifamiliar comienza a descuartizarse y sus cuartos a devenir viviendas cuyos ocupantes se compartían la sala de baño original y la espaciosa cocina comedor. Los dormitorios todos tenían un lavabo privativo. Los ocupantes de los dormitorios se ampliaron haciendo uso de los corredores que desaparecieron con paredes de medio punto, justo para separarse de sus vecinos, y unas por comodidad y otras porque la convivencia se tornaba en promiscuidad, los ocupantes dotaron su espacio vital de un baño minúsculo y hasta incorporaron una meseta para los menesteres culinarios. La sala y la saleta se convirtieron igualmente en vivienda y hasta incorporaron baño y cocina. He aquí, una cuartería santaclareña, con ocupantes vitalicios y otros que han vivido, permutado y hasta vendido su “propiedad” en los tiempos de soluciones impensables. ©cAc-2014
lunes, 8 de diciembre de 2014
Una nota introductora a la cuartería
En Santa Clara, como en otros pueblos y ciudades de la Isla, los hoteles alojaban gente de paso, pero también alojaban de manera permanente a familias. En post anteriores hemos compartido la historia de inmuebles como el Hotel Pasaje, el Hotel Virginia, el Gran Hotel Roosevelt y el Hotel Florida. Esos hoteles, al momento de ser intervenidos, y luego administrados por la Reforma Urbana a partir de 1960, dejaron de ser hoteles y las habitaciones fueron entregadas en usufructo gratuito o en propiedad a sus ocupantes. Yo me permito pensar que ese es el nacimiento de la cuartería en el centro urbano de Santa Clara. Paralelamente, la cuartería por desglose de viviendas unifamiliares hace su aparición. Las migraciones de zonas rurales a la ciudad, y el boom demográfico, acentuaron la penuria de viviendas, la permuta se impuso como vía para solucionar problemas habitacionales y ocultaba detrás de los cambios un deseo y una necesidad de solucionar esos problemas, -cruciales para la estabilidad de la familia, en un país cuyas autoridades detentaban el monopolio inmobiliario, la propiedad personal había remplazado la propiedad privada, y la compra-venta era un delito de imprevisibles consecuencias. Una permuta resultaba beneficiosa para las dos partes, o para las tres, si era una permuta triple. Sin embargo, a fuerza de cambios y arreglos y desarreglos entre familias, muchas permutas dieron como fruto una cuartería. La cuartería hace parte del paisaje urbano a lo largo de toda la isla. Quizás algún pueblito pueda no tener una cuartería registrada en su catastro, pero no hay pueblo o ciudad cubana que no escape a esta forma de hábitat urbano. ©cAc-2014
sábado, 6 de diciembre de 2014
Un pasaje, 5 cuartos, un baño y dos lavaderos...
Seguido de la publicación del artículo sobre los Pasajes Luyanó (demolido falto de mantenimiento) y Virtudes, me parece interesante darle vueltas al sujeto. El tema toca la problemática habitacional pero el sujeto clave es la historia patrimonial urbana. El tema es por otro lado, un tema a dos con el Atlántico por medio, y además, con la isla, -seamos más precisos-, con Santa Clara como telón de fondo. Quiero partir de un término que se inscribe en la oralidad popular de los habaneros: el solar, e insisto en su paternidad habanera porque los solares nacen en La Habana de finales del XIX. De qué se constituían los solares?, pues de cuartos, con espacios comunes, sanitarios comunes y muchas veces, cocinas comunes, en muchos solares la pieza conocida como accesoria, en la planta baja, devenía cuarto o vivienda, y hasta las cocheras fueron transformadas en local de habitación. Los solares vieron la luz con el abandono y decrepitud de las mansiones coloniales, y los primeros desgloses fueron obra de sus propietarios que una vez mudados a nuevos barrios, intentaron obtener alguna ganancia vendiendo separadamente los cuartos. El solar, por toda la historia que lo envuelve y el hecho de tener vida propia considerando que emana carácter, maneras, y un modus vivendi acorde a la multiplicidad de personas que residen en él, se convierte en un término societal y no técnico. El Glosario de términos urbanísticos no recoge la palabra solar para designar lo que todos conocemos como conjunto de cuartos y espacios comunes donde viven diferentes núcleos familiares. Según el dicho glosario, cuartería es una casa, originalmente unifamiliar que, mediante un proceso de subdivisión especulativa, es transformada y ocupada por múltiples familias que comparten algunas de sus áreas y servicios comunes. De manera que una cosa es cierta, los solares habaneros no son otra cosa que cuarterías, y las cuarterías de Santa Clara, son justamente cuarterías. Los solares habaneros aparecieron mucho antes que aparecieran las cuarterías santaclareñas. Cuando en La Habana no hubo más casas coloniales con vocación a convertirse en solares, el desarrollo urbano propició nuevas migraciones internas y nuevos abandonos, y los solares se instalaron en otros tipos de inmuebles, que ya no eran las otrora casonas, pero cuyos residentes nombraban “casa de vecindad” huyendo al término “solar”. Para entonces, y me refiero al primer cuarto del siglo XX, aparecen los pasajes y pasillos en la ciudad del Bélico, e insisto, la cuartería comienza a extenderse, no por desglose de casas, sino como agrupación de cuartos en barrios periféricos, suburbios y arrabales, agrupación desordenada, en cuya construcción se utilizaban todo tipo de materiales y deshechos. Este desorden trajo consigo los barrios de “llega y pon”. En la Santa Clara republicana, los casatenientes, continuaron a construir viviendas familiares siguiendo las exigencias urbanas y el confort de la época, pero vieron en el pasaje una forma de invertir sin exceso de costos. La construcción de un pasaje estuvo siempre unida a la construcción de una casa, cuya tipología podía variar. El croquis siguiente muestra un ejemplo de pasaje construido en la década del 1940 en una calle adyacente al centro de Santa Clara:
A la izquierda de la parcela fue construido un inmueble de tipología doméstica de dos plantas simple. Cada vivienda se compone de sala, tres dormitorios con baño intercalado entre el segundo y tercer cuarto y cocina comedor. La vivienda de la planta baja tiene además una pieza frente al primer dormitorio debajo de la escalera que lleva a la planta alta, tiene un patio cementado con lavadero después de la cocina comedor y un pasillo exterior desde el primer dormitorio hasta el comedor, que permite ventilación e iluminación natural. La vivienda de la planta alta es más estrecha que la planta baja, no tiene patio y el lavadero está ubicado en el pasillo exterior. Tiene sin embargo, un balcón pequeño al que se accede desde la sala, y la marquesina le sirve de techo.
El pasaje, a la derecha de las viviendas, es un pasillo longitudinal que va desde la puerta de entrada hasta el patio común. Los cinco cuartos se sitúan a continuación de la vivienda de la planta baja. Los servicios comunes estaban situados al final de los cuartos, y adosados al muro lateral derecho, se ubicaban los lavaderos. No me detendré a cuestionar cómo era la convivialidad y entendimiento entre los vecinos, pero supongo que compartir la miseria, une, y puede también desunir. Los cambios operados en 1959 revolucionaron el cotidiano y el futuro de las casas de vecindad, de los solares y de las cuarterías. El pasaje que nos ocupa, también vivió los cambios del momento y otros cambios que se sucedieron a medida que las leyes cambiaban, y por ende las costumbres. Los inquilinos de los cuartos se beneficiaron con la ley de Reforma Urbana de octubre de 1960, que los convirtió de inquilinos arrendatarios de un casateniente en ocupantes usufructuarios o arrendatarios de la Reforma Urbana (no profundizo en el sujeto porque no acabaríamos nunca). A medida que los ocupantes de los cuartos fueron solucionando sus problemas de habitabilidad (muros divisorios, espacio para cocina y espacio para baño y wc) los servicios comunes dejaron de serlo, y esta pieza fue anexada al último cuarto, y más adelante, en el patio fue construida una vivienda aprovechando el muro posterior del pasaje y cuya entrada principal es la misma por la que se accedía a ese espacio común. Con tales cambios y rehabilitaciones constructivas, el pasaje quedó tal como lo muestra el siguiente croquis:
La calidad constructiva y de confort de los cuartos de los pasajes variaba en función del poder y del apetito inmobiliario del casateniente. En la década del 50 se construyeron pasajes, donde la concepción de cuarto-vivienda se adecentó, y en lugar de construir cuartos con sanitarios comunes, el volumen habitable aumentó, incorporando cocina y baño, e independizando dormitorio y sala de estar. Si curioseamos a fondo las calles santaclareñas, o como bien gusta decir otro apasionado de estos temas, si “exploramos” a fondo la ciudad, nos toparemos con buen número de pasajes que pasan inadvertidos a la vista de los pasantes. El tema no se detiene con este pasaje. ©cAc-2014
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martes, 2 de diciembre de 2014
Pasajes "Luyanó y Virtudes"
La palabra « pasaje » es a los santaclareños lo que para los habaneros es un “solar”. Pero no me referiré ni a los solares capitalinos, ni a los pasajes de la ciudad del Bélico, y tampoco al otrora “Hotel Pasaje”, hoy convertido en cuartería. Sin embargo, pasaje es la palabra de referencia en este texto a manera de preámbulo, y que me servirá para presentarles no uno, sino, dos pasajes. No será un pasaje de la Biblia, ni la calle corta y estrecha que es el Pasaje Anderson, no sé si tendré suerte de comprar un pasaje cuando el camagüeyano pase tarde en la noche y se detenga en el andén 1 de la terminal de trenes. Hace un montón de años, cuando yo montaba la ruta 3 en la Terminal, para ir a la escuela, el pasaje costaba “un medio” (cinco centavos). Pasaje es eso y un montón de otras cosas, pero ninguna de ellas tiene que ver con los pasajes que les traigo a colación: los Pasajes Luyanó y Virtudes.
Los pasajes Luyanó y Virtudes fueron construidos en el periodo republicano, y pienso que muy al principio, cuando conservadores y liberales se alternaban en el poder, quizás durante el mandato de José Miguel Gómez o bien durante la presidencia de Mario García Menocal. En ese entonces, la calle Princesa había sido rebautizada como Avenida Estrada Palma, y no en toda su extensión, pues siguió siendo calle desde el puente General Monteagudo en dirección a la ciudad, y avenida desde el puente hasta sus límites arrabaleros conduciendo al cementerio israelita, situado en el barrio conocido como “Los Sirios”. La construcción del puente data de 1915. Debe haber sido posterior a 1915 la construcción del “Luyanó” y me inclino a pensar que el pasaje Virtudes se construyó mucho después.
Las edificaciones eran raras en la avenida pedregosa y polvorienta, en su mayoría viviendas modestas. Haciendo esquina con la calle Toscano, una casona perteneciente a una familia de inmigrados ibéricos. Del otro lado tres o cuatro viviendas adosadas. Sobre la fachada del inmueble de marras podía leerse “Pasaje Luyanó” Ave Estrada Palma y Toscano.
La calle Toscano, como igualmente Virtudes, hacía parte de esa trama urbana de la ciudad, donde convivían las clases pobres de la ciudad, obreros, domésticas, marginales y en su mayoría, negros y mulatos. La religión afrocubana era allí un lugar de referencia, como lo es también hoy. La idea que me lleva a escribir sobre estos dos “pasajes”, -atípicos en el paisaje urbano de la ciudad, es la de perpetuar la memoria histórica del patrimonio de Santa Clara. Por qué fueron construidos estos inmuebles habitacionales? Para ganar electores de una zona poblacional sumida en la miseria y el desamparo? Santa Clara tenía alcalde, pero los barrios también tenían su alcalde, y los políticos se jugaban sus puestos usando toda suerte de atracción. Como ocurre hoy en cualquier pueblo o ciudad del mundo. Luyanó y Virtudes, pasajes con vocación a lugar de pasaje en espera de mejores tiempos, nacían en el corazón de una zona semiurbana sensible, golpeada por la pobreza y la precariedad.
Qué confort tenían estos dos inmuebles al momento de su construcción? Yo supongo, que las normas de habitabilidad eran diferentes en la época, y si vieron la luz, fue porque se correspondían con las exigencias de entonces. Y si en lugar de haber sido obra de campañas electorales, fueron la obra de casatenientes que se dedicaban a construir lucrando con la miseria de otros? Puedo imaginar tantos casos de figuras como ideas me pasan por la mente. Ambos pasajes tuvieron la misma planta constructiva. Una enfilada de cuartos, a la izquierda, otra enfilada a la derecha. Cada cuarto, puerta de entrada y ventana pequeña, protegida con reja de hierro, simples, sin obraje. La fachada del Luyanó, de línea ondulada como un gato arqueado para ocultar el puntal del techo y con dos ventanas pertenecientes al primer cuarto de cada enfilada. Un poco más austera y de menor altura, la fachada del Virtudes, de líneas rectas en ascenso imitando un frontispicio coronado de rasillas. Cubierta de tejas con caída a dos aguas, los inmuebles tenían seis u ocho cuartos por cada entrada, un contador de electricidad para cada cuarto y conexión a la red de agua pero no al alcantarillado. Alcantarillado?, esto es una suposición mía, porque el alcantarillado es aún en la actualidad, una situación crítica en toda la barriada, cruzada de cañadas y aguas negras.
En el 2009 poco quedaba de la fachada del Pasaje Luyanó, pero los cuartos seguían en pie y las familias viviendo en ellos. En el 2012, en el paisaje urbano de la calle Estrada Palma, en el lugar del viejo inmueble, descubrí la hierba y la basura tronando como dueños. En el 2009 conversé con algunos vecinos, que no vacilaron en enseñarme la pobreza en la que vivían. En el 2012 no vi otra cosa que decrepitud, abandono y el tronco de un árbol enorme tumbado por la fuerza de algún viento huracanado. Pero hasta febrero del 2013 no supe de la existencia del Pasaje Virtudes. Andaba buscando hacer alguna foto para mis memorias santaclareñas cuando descubrí el pasaje, y no más me puse a hacer fotos, un grupo de vecinos que jugaban dominó y tomaban ron, me rodearon para preguntarme el porqué de las fotos y si yo las iba a publicar, (en Cuba, con una cámara fotográfica en la mano, nunca pasas desapercibido) unos sarcásticos, otros preguntándome que cuánto me pagaba el “enemigo” por fotografiar la miseria (lejos en mi objetivo como investigador del patrimonio urbano), en fin, la misma historia de siempre, los cubanos son imprevisibles. Me hubiera gustado indagar más sobre el pasaje, los vecinos, la habitabilidad, el cómo viven, pero hacer todo eso también tiene riesgos, y es mejor si del lobo un pelo. Me contenté con las fotos que pude hacer. Les dejo algunas fotos del otrora Luyanó y del todavía en pie Virtudes, aunque no pueda precisarles de cuáles virtudes se viste el entorno del pasaje. ©cAc-2014
El pasaje Luyanó antes de su demolición en 2009. Foto del lugar tomada en el 2012.
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Fachada del Pasaje Virtudes |
Vista del pasillo izquierdo del pasaje, numerado con el 463 |
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domingo, 24 de agosto de 2014
Esquinas de SC (Tristá & Juan Bruno Zayas)
Todas las esquinas de Santa Clara tienen su historia. La que les presento, tiene la suya, y no precisamente les comentaré sobre la esquina (o las cuatro esquinas), sino sobre el cruce que hacen estas dos calles: Tristá y Juan Bruno Zayas. La más vieja historia se pierde allá por los comienzos de la villa, cuando viniendo del occidente de la Isla, se pasaba el río de la Sabana, y se entraba a un arrabal cuyo camino polvoriento llevaba hasta la Plaza Mayor. Este fue uno de los tres primeros caminos de acceso y salida que tuvo la villa, al cual se le bautizó como Paso Real del río. El empuje del comercio en una villa que comenzaba a espigar no se hizo esperar, y en los albores del dieciocho, se establecieron los primeros negocios de menesteres y oficios. Así se le llamaría en lo adelante al camino, Paso Real de los Oficios, quedándose cortamente como “de los Oficios”, largamente Santa Clara de los Oficios y que duraría poco más de un siglo antes de volver a achicarse pero sin cambiar de nombre, cuando la villa se reordenaba urbanamente durante el diecinueve. Entonces se honoró a la calle como Santa Clara, nombre que mantuvo hasta bien tarde nacida la República, aunque oficialmente la calle había sido rebautizada Rafael Tristá, que fuera hijo notable de la ciudad. La otra calle nace con la desaparición del arrabal convertido en barrio del Paso Real. Igual de polvorienta que las otras calles, Santo Espírito se extendía de norte a sur cortada por el cauce pedregoso del arroyo Marmolejo y el hilo de agua que era el arroyo de las Flores. La calle donde naciera Martha, no escapó a los cambios republicanos, y desde entonces se honoró con su nombre, al patriota cubano Juan Bruno Zayas.
La idea de escribir sobre este cruce de calles donde cada una de sus cuatro esquinas marca la historia del patrimonio urbano de la ciudad fue gracias a una foto colgada en una red social de amigos y gente de Santa Clara, nostálgicos, orgullosos y apasionados del terruño que los vio nacer. En efecto, la foto me impactó, y de súbito supe que yo conocía esa esquina, que no podía ser otra que Zayas y Tristá. Debo confesar que solo un detalle en la foto me hacía vacilar: el semáforo. En la foto aparecen tres de las cuatro esquinas, y es precisamente la que falta, la que permitiría un rápido reconocimiento del sitio. Y como no podía hacer de otra manera, intenté, primero recurrir a la memoria visual, y dos de las tres esquinas me resultaban familiares: la bodega y la fachada de la vivienda. Justo ellas me llevaban a pensar que era la esquina de marras, pero el lumínico indicando la farmacia, y los otros carteles anunciando comercios, me contrariaban la idea inicial. Un detalle importante, la guagua GM color mandarina que viene subiendo por Tristá. Las guaguas “mandarina” eran una particularidad santaclareña, y recuerdo haberlo escuchado de boca de mi padre. Fue entonces que recurrí al archivo de fotos y fueron ellas quienes me permitieron corroborar que estaba en terreno seguro.
Las susodichas esquinas fueron mercedadas en épocas tempranas, cuando los barrios de Paso Real y de Tanoya se extendían y casi se tocaban, pero que no permitía el rocoso Marmolejo. La proximidad con la Plaza Mayor ponía en guardia a las autoridades de la villa, escribanos y aguzados mercaderes de la tierra. Los primeros caserones allí construidos lo fueron de tabla de palma, sólidos horcones y cubiertas de guano. Pero no tardaron en convertirse en casonas de mampostería y tejas. De ese pasado colonial queda la bodega, abierta desde mediados del siglo diecinueve. Donde antes estuvo situada la farmacia, mucho antes fue una vivienda, construida en el mismo estilo colonial, sin encanto ni derroche en materiales. El inmueble conoció una rehabilitación constructiva que le aportó esbeltez por los decorados agregados a las puertas y ventanas, y por la cornisa a la altura del techado. El eclecticismo estallaba en la Santa Clara de principios del siglo XX. Años más tarde el inmueble vio instalar entre sus paredes una farmacia y que debe haber existido hasta su cierre después de 1959. La tercera esquina siempre ha mantenido su función habitacional. Su fachada actual remplazó la del viejo caserón colonial durante los años republicanos. La esquina que no muestra la foto es obviamente la Iglesia Bautista “La Trinidad”, pero entrar en detalles al respecto, nos desviaría de la línea que nos empujó a contar un poco sobre la foto colgada en “gente de Santa Clara”.
No tardaré en hacer la misma foto colgada por el coterráneo Karel Becerra, si se me ocurre pasar una temporada en la tierra, pero a falta de ella, les comento casi la misma pero decorticadas en varias y tomadas en años diferentes.
Empecemos por la esquina de la bodega. Globalmente el inmueble no ha cambiado mucho y sigue siendo el caserón colonial construido inicialmente como comercio, y quizás también como vivienda, cosa frecuente en comercios de menesteres y de bodegas. En el ángulo de las dos calles sigue existiendo la bodega, oficialmente Unidad 677 del Mincin y nombrada “La Fortuna”, que además de vender “víveres en general” ya sean liberados o racionados, su función principal es atender a los consumidores inscritos en la misma, y venderles los productos “de la cuota”, es decir, aquellos que todavía siguen subsidiados por el Estado y para los cuales se precisa “la libreta” que procura la Oficoda. Poco importa, volvamos al inmueble y otros detalles. Tanto por Zayas como por Tristá, el caserón perdió parte de su volumen espacial y todo parece indicar que en cada extremo existen dos viviendas, detalle que puede verse a simple vista, por el color de la pintura dado a la fachada, pero también por lo disonante de la puerta y dos ventanas, en el extremo que tiene por Zayas. El poste del tendido eléctrico debe ser el mismo, la placa fundida que señala J.B.Zayas sigue en su lugar y no aquella en mármol por Rafael Tristá. La tapa de botella anunciando la Pepsi y el cartel de la Coca Cola desaparecieron antes de que yo naciera y el Te seré fiel [mi Cuba y dos palmas] decora una pared pintada a cal.
La vivienda frente a la bodega mirando al norte, se ha salvado de los estragos del tiempo, y no ha sufrido las remodelaciones que poco a poco condenan el paisaje urbano de Santa Clara. La vivienda hace parte de un conjunto de viviendas cuyos frentes dan a Zayas y revelan, a pesar de ciertos detalles, uniformidad de estilo. La foto tomada en febrero del 2009 nos muestra una fachada que reclama a gritos, un poco de atención y mantenimiento. Los gritos cesaron al año siguiente, aunque todo parece indicar que no alcanzó la pintura para toda la fachada, quedando sin brochazos la cornisa superior, que felizmente había sido repellada y mantenida. Por el costado de Tristá, se agregó una placa con la efigie y el nombre de quien fuera médico y alcalde de la ciudad.
La tercera esquina es aquella que ha sufrido los embates de las políticas revolucionarias y urbanas. La política interventora llevada a cabo por las autoridades en la década del 60’ trajeron consigo el cierre de la farmacia y como muchos otros locales comerciales, los muros pasaron a disposición de la Reforma Urbana y entregados como viviendas a familias con problemas habitacionales. No voy a evocar porque no es mi objetivo, la historia y consecuencias de estas políticas habitacionales. Sencillamente, la farmacia fue remplazada por un núcleo familiar. Como otras fincas urbanas, el volumen del inmueble correspondía a las medidas establecidas para las parcelas mercedadas en el perímetro urbano de la villa. Del caserón que fuera luego remodelado a principios del siglo XX queda poco. La foto tomada en 1956 no me ofrece todo el tamaño que tenía el inmueble en ese momento.
Yo miro la foto tomada en noviembre del 2010 y saco mis propias conclusiones. Primero, pienso que el inmueble original fue decapitado en sus dos extremos, tanto por Zayas como por Tristá, y que esa pérdida pudo haber sido mucho antes de 1959 o posterior a 1959. Al desaparecer la farmacia, y convertirse en vivienda, ésta mantuvo durante un tiempo el estilo arquitectónico de principios de siglo. Habría que preguntarse también, cuántos núcleos familiares se compartieron los muros del comercio intervenido? Cuántas familias se sucedieron desde que el inmueble pasara a manos de la Reforma Urbana? Cuál de esas familias fue la pionera en la remodelación/destrucción del estilo original de la fachada? Al detallar las diferencias exteriores, podría pensar que dos familias ocupan el inmueble. La familia cuya entrada da por Zayas, no ha hecho trabajos de remodelación de la fachada, quizás cambios en la carpintería de las puertas ventanas para adaptarlas a vivienda. Da grima ver el estado actual de la fachada de la otra “vivienda” cuya remodelación trajo consigo la supresión de cinco puertas-ventanas, la pérdida de ornamentos y capiteles, incluso de una parte de su cornisa alada. Por otro lado, valiéndose del puntal alto del inmueble, la vivienda se vio ampliada en piezas al ser construida una “barbacoa” y con ella se agregaron cinco ventanas de persianas para el altillo, y un derroche de rejas de hierro, incluso para la puerta de entrada. Tanto hay que esconder y preservar? Tan grande es la inseguridad que hay necesidad de parapetarse detrás de rejas que impresionan por la semejanza a ventanas carcelarias? Todavía queda en la fachada la placa en hierro que da nombre a la calle Tristá. El semáforo en este cruce de calles desapareció, y pienso que como yo, muchos no sabían que existió uno en ese lugar, clave en la circulación vial de la ciudad. Para conciliar tráfico y seguridad vial la señal de Pare es menos costosa y felizmente a partir de ese cruce en dirección al Parque los carretones no tienen acceso.
Para aquellos que todavía tienen dudas de si es Santa Clara y qué cruce de calles es, les cuelgo mis fotos para ayudarlos a salir de la duda, de la sorpresa y de la decepción al ver tanto paisaje urbano malogrado. © cAc-2014
sábado, 19 de abril de 2014
Otros detalles acerca de Santa Rosalía
Conjunto de fotos tomadas el 13 de febrero del 2013 |
Evidentemente, la restauración no es coser y cantar. Si lo que se persigue es un trabajo de calidad, entonces el trabajo lleva pasión, lleva amor, y mucha responsabilidad sobre las espaldas de quienes faenan y en todos los estrados de la jerarquía. Las jerarquías son necesarias, pero también matan, desarticulan, dividen, y hasta ensordecen a pesar de los gritos de quienes saben más por profesionales que por jerarca. Una tarde me encaminé a Santa Rosalía para ver si podía hacer tomas de la rehabilitación interior. No. No así de seco. Me conformé con ver el renacimiento de la fachada de Santa Rosalía, todavía en manos de artistas artesanos. Pero el hecho que un tonto diga NO, no se pueden hacer fotos (de hecho, en muchos sitios, -ya lo he comentado en las páginas de este blog- es como si hacer fotos fuera un crimen!) no significa que todo está perdido. Mala suerte, me dije, pero al cabo de unos días, y me quedaban pocos antes de volver a Francia, una persona a la que quiero mucho, me invitó para que viera lo que ya casi estaba terminado en su interior. Sin necesidad de cerrar los ojos, volví a recordar el inmueble en ruinas. Incluso, llevé aún más atrás mi imaginación. Las imágenes ruinosas me permitieron ver aspectos que lo nuevo no permite. El colegio, de planta trapezoidal y altos puntales, había sido edificado según las costumbres coloniales tradicionales. Las paredes, en calidad de muros de carga, se levantaron con ladrillos de diferente espesor. En los tabiques, los ladrillos eran de poco espesor. Las paredes divisorias destacaban por sus vanos en forma de arcos de medio punto, y en sus arranques cornisas ornamentales y en los bordes, ochavas estriadas. La cobertura se componía de vigas. Las crujías, tanto las que bordean el patio como las dos más importantes, estaban compuestas de losas, salvo que en las principales, las losas eran planas casetonadas. Los techos de las piezas principales del colegio se ornaban con molduras de yeso. Yo escudriñaba cada rincón, disparaba la cámara, miraba, me complacía ver aquella rehabilitación de un inmueble caro al patrimonio urbano santaclareño, y que tiene el lujo de situarse en una manzana de excelencia, teniendo como vecinos al teatro y al otrora Colegio “San Pedro Nolasco”, un triángulo que lleva la marca histórica de los Abreu. Plantado en medio del patio, me dijeron al oído que todo no era color rosa, que no siempre la calidad de la restauración estaba a la altura, que había detalles de la decoración que estaban levantando ronchas y creando disgustos. Para entonces ya se había resuelto lo de la abertura de la puerta que da al lado del teatro, y que a mí particularmente me gusta sobremanera. Lámparas, apliques, cristales tallados con las letras SR, marquetería oliendo a barnices y aceites… Seguí mi visita sin ver el lado oscuro de aquello que mis ojos eran incapaces de ver, y con cierta timidez apretaba el obturador de mi cámara. Al salir, sentí como un alivio al ver que aquel edificio renacía y que pronto abriría sus puertas, aunque no para el disfrute de niñas pobres, sino para turistas ávidos de un cuadro agradable en el centro de la ciudad y para los locales solventes que puedan sentarse en sitios de esa categoría. Desde la calle volví a abarcar el esplendor de su fachada, la carpintería, los enrejados con sus atípicos motivos de florero sin desdeñar la lira, el sostenido equilibrio rítmico de sus vanos, los frisos, las cornisas, las pilastras con capiteles jónicos, y el frontoncillo sobre el pórtico principal. Aquella tarde todavía los andamios cubrían la fachada. Caminé en dirección al parque, y me volteé para mirar otra vez, ese pedazo de Santa Rosalía que es su única pared lateral y que impresiona por su majestuosidad. ©cAc-2014
Foto tomada en enero del 2014. Las siglas SR sobre el globo del aplique exterior es pura imaginacion del autor. |
Apuntalamiento e inicios de la rehabilitación
Los años de abandono y lasitud (Santa Rosalía)
El deterioro duró años, a veces imperceptible desde el exterior. Ventanales con su vidriería fueron desarmándose y la humedad y cada día que pasaba, golpeaba el edificio. El pretil comenzó a dejar al descubierto sus ladrillos. La pintura marchitando, la marquetería pudriéndose. Tiempo después, desde afuera podía verse como la mala hierba cubría el patio y hasta los salones contiguos a la calle, y una mata de plátanos miraba a los pasantes desde su sitio detrás de una de las ventanas de su fachada. El deterioro fue brusco entre el 2004 y el 2005. En el 2009 logré entrar en el edificio y cuál no sería mi sorpresa al ver el estado en que se encontraba . Beirut de los 80’? Damasco o Alep mutiladas por la interminable guerra? Patio, salones, las molduras de los techos, las arcadas, aquello era un espanto. ©cAc-2014
Santa Rosalía, Academia de Artes Plásticas “Leopoldo Romañach”
Fecha incierta, pero después de la intervención del inmueble, y tomado en propiedad por las autoridades locales, fue instalada allí la Academia de Artes Plásticas “Leopoldo Romañach”. Es de este periodo la placa esculpida de la que hablamos más arriba? Tampoco puedo hacerles saber, y no recuerdo la inscripción que una vez estuvo colocada en la parte inferior de la placa.
La Academia de Artes Plásticas dejó el edificio de la calle Máximo Gómez a finales de la década del 70 cuando abrió la Escuela Vocacional de Arte “Olga Alonso”, levantada al este de la ciudad. Fueron los comienzos del abandono del inmueble legado por Rosalía Arencibia de Abreu. ©cAc-2014
El cierre de la escuela Santa Rosalía
S A N T A R O S A L Í A
ESCUELA GRATUITA PARA NIÑAS POBRES,
MANDADA FUNDAR POR
Da. ROSALÍA ARENCIBIA DE ABREU,
Y SOSTENIDA POR SUS HIJAS.
1884.
Y, cuándo dejó de funcionar la Escuela Santa Rosalía? Ciertamente no está en mis manos ofrecer una fecha exacta. Según datos de archivos, en 1950, el edificio acogió la Escuela de Artes y Oficios de Santa Clara. Hasta cuándo funcionó esta escuela? Pertenece a este periodo la placa esculpida y que se mantiene en la fachada principal del edificio? Yo supongo que la escuela de Artes y Oficios no era de carácter religioso, pero al leer el histórico del inmueble que aparece en la ficha de presentación de la renovada Santa Rosalía, leemos que “Este colegio funcionó con el carácter religioso con que se concibió hasta mayo de 1961 cuando por acuerdo de la JUCEI, la Dirección Provincial de Educación y las organizaciones revolucionarias designaron los interventores para las escuelas que se iban a nacionalizar en esta ciudad, cumpliendo así una disposición de la Revolución de que la enseñanza fuera laica y gratuita.” Si tomamos al pie de la letra esta información, la escuela Santa Rosalía para niñas pobres mantuvo su vocación educativa desde diciembre de 1885 hasta mayo de 1961, es decir durante tres cuartos de siglo. Si la escuela Santa Rosalía fue intervenida y nacionalizada, y las monjas del Amor de Dios (era la misma congregación desde 1885 u otra?) hicieron sus bultos y partieron, qué devino el edificio en ese año 1961? ©cAc-2014
viernes, 18 de abril de 2014
Yendo hacia atrás, para volver a Santa Rosalía
Pero la historia no se limita al legado de Doña Rosalía Arencibia de Abreu y al sostenimiento de la escuela por parte de sus hijas. La historia está ligada a los albores de la villa, cuando el terreno hacía parte de la Ermita de la Candelaria, la cual cubría entonces una superficie de 5 solares. En 1696, el terreno estaba ocupado por el cuerpo de bomberos de la villa, todavía villorrio enyerbado y polvoriento. Entonces Santa Clara era Gloriosa y comenzaba a enhebrar su cotidiano y poner miras a su futuro. Los años pasaron, y ya al final del siglo XVIII, las familias Abreu y Arencibia estaban instaladas en Santa Clara. Desde su instalación, la familia Abreu fue aumentando su lote de propiedades en la villa. La parcela de la calle del Carmen N° 1 (actual Máximo Gómez) hacía parte de esas propiedades y en ella, mandó Doña Rosalía, antes de fallecer, que se construyera una escuela para niñas pobres, y para llevar a cabo la obra, legó 20000 pesos, que hizo saber en su testamento. La Escuela Santa Rosalía fue terminada con el sostén de las tres hermanas Abreu Arencibia: Rosa, la mayor; Marta, y la más joven, Rosalía Paula. La edificación escolar, contaba con cuatro grandes piezas, luminosas y ventiladas, que servían de aulas. Las Hermanas del Amor de Dios, que se ocupaban de la instrucción de las niñas, -casi un centenar-, disponían de cinco celdas. El inmueble ocupaba una superficie de 1215 m². La Escuela quedó abierta el 28 de diciembre de 1885, y mantuvo su carácter de colegio religioso hasta el cierre de la misma. © cAc-2014
jueves, 10 de abril de 2014
Santa Rosalía
Cuando entré por la primera vez al edificio que ocupara la escuela Santa Rosalía, ya el sitio estaba marcado por la ruina y el abandono. Creo que fue allá por 1983, cuando el inmueble acogió entre sus paredes, aquella tertulia de sábado provinciano que comenzaba a las nueve de la noche y se extendía hasta comenzada la madrugada. Fue el segundo sitio de la ciudad donde Ramón Silverio, -actor y dramaturgo- se instaló para ofrecer aquella bebida que era un exquisito mejunje y que le diera nombre y renombre al actual Mejunje. Al entrar en aquel edificio de la ciudad, estaba liándome a la historia urbana de Santa Clara y a la saga patrimonial de los Abreu. En ese momento, los curiosos pudimos ver con tristeza la degradación del lugar que viene a ser como una bofetada a la historia. Un buen día Santa Rosalía cerró su puerta a la velada cultural y acogió a aquel que se convirtiera en el más grande parqueo de bicicletas aledaño al Parque Vidal. En los pisos de la otrora institución educacional, en lugar de caer gotas del mejunje silveriano, ron y otras bebidas, cayeron el peso del polvo, de las ruedas y la suciedad del entra y sale de bicicletas. El abandono se enseñoreó del inmueble y justo recuerdo el gris azulado de sus paredes interiores y el bicolor triste de una fachada, casi monumental para Santa Clara, todavía a tiempo de rescatarla para orgullo de los santaclareños. © cAc-2014
miércoles, 9 de abril de 2014
Premio de Conservación y Restauración 2014 de Villa Clara.
El pasado mes de marzo se dieron a conocer los resultados del Premio Provincial de Conservación y Restauración 2014 de Villa Clara. En este onceno evento, quedaron nominados para los galardones, once inmuebles en la categoría Conservación, y dos en la categoría Restauración. En el evento participan obras del sector estatal y también construcciones domésticas particulares. En la categoría Conservación fueron premiados en el orden estatal, “Las Trancas”, situado en el Valle del Sumidero, en la montañosa Jibacoa; y como construcción doméstica particular, la Casa Guardiola, de Sagua la Grande. En la categoría Restauración, no se adjudicó Premio al sector estatal, pero se distinguió con Mención, al recién creado Complejo Gastronómico Cultural “Santa Rosalía”, y digo recién creado, porque el inmueble, otrora escuela para niñas pobres de Santa Clara, legado de Rosalía Arencibia de Abreu, fue rehabilitado y convertido en sitio de pausa culinaria y cultural. En el sector particular el Premio fue otorgado al Hostal “La Estancia” de la ciudad de Remedios, una construcción doméstica cuya restauración y cuidado está en las manos de su propietario, Manuel Antonio García Rodríguez. En estas páginas, me referiré al inmueble santaclareño porque siempre me pareció un misterio y hasta imaginé la época en que las hermanas del Amor de Dios ocupaban las cinco celdas e instruían a las niñas. Después iremos a la villa de Caturla, para tocar a la puerta de la estancia remediana y apreciar su restauración. ©cAc-2014
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