domingo, 14 de abril de 2019

Villa Jardín (calle Mujica N° 10)

Villa Jardín 
(calle Mujica N° 10)


No puede faltar en la rúbrica « Espacios interiores » el mundo interior que reina entre los muros de un inmueble santaclareño que fuera en sus orígenes vivienda, en los años 80’ escuela nocturna de las denominadas « facultad obrera campesina » y que hoy se viste de tierra y hojas, de barro y flores. Mujica N° 10, puerta principal con enrejado para proteger el espacio que le correspondiera a un vitral, dos puertas-ventanas con lucetas superiores y hermosa reja en hierro forjado. El otrora zaguán da la bienvenida a ese reino vegetal instalado en la cénrica calle de la ciudad de Marta. La que fuera saleta, ahora corazón del negocio, donde se puede pedir toda información relativa a las plantas, se compra, se paga y se convierte en espacio convivial entre los clientes y los patrones. Las dos piezas que dan a la calle Mujica, recreadas con gusto, imprimen el sello verde de Villa Jardín y ofrecen un abanico gigante de plantas ornamentales, plantas de interior, para terrazas y para patios y jardines. El antiguo patio intermedio, sirve de almacén para el stock de plantas, macetas y tiestos, tierra vegetal, tierra compuesta, y tierra rica en elementos naturales. La patrona principal, bien nutrida en materia de jardinería, la segunda patrona, también conocedora y amable, y el comercial-vendedor, atento y siempre dispuesto a complacer la clientela, igualmente ducho en materia de plantas, forman juntos un triángulo verde que permite la buena elección de la planta que necesita el cliente. Y si para decorar un espacio hogareño que requiera de un toque artesanal y artístico, el cliente puede escoger cerámicas, colgadores, cestos, sonajeros y botellas decorativas, en su mayoría piezas únicas, capaces de convertirse en el regalo perfecto o en el placer de ofrecerse un detalle. La calle Mujica nace frente a la oficina de Correos de la calle Colón. Cincuenta metros más abajo, a la derecha, en el número 10, Mariví, Bertha y Yusnay reciben, ayudan y venden todos los días de Lunes a Sábado, entre las 9 de la mañana y las cuatro de la tarde, en la Tienda Ecológica, Villa Jardín. ©cAc-2019

jueves, 4 de abril de 2019

Clara como el agua que brota de la fuente…


Atisbaba escondido detrás del fotógrafo, diminuto yo, entre sus largas piernas, pantalón de dril blanco, guayabera de hilo y sombrero como todos, como el que portaba Atilano, allá, sentado en un sillón de los dispuestos en el soportal del Liceo. El siglo iba corriendo y su primera década era agua escurrida en la vida de todos. Como el agua que manaba de una de las fuentes… El fotógrafo habanero, extasiado por aquella visión pueblerina, manipulaba su aparato, como todo un fabricante de recuerdos. La brisa hacía flotar la anchura de su pantalón y el sombrero, igual que el de Atilano, reposaba tranquilo sobre la sabia testa del vendedor de imágenes. En lugar de agarrarme a la herrería del sublime balcón del teatro, me aferré a sus piernas, para entonces penetrar lentamente en aquel ángulo verdoleante de la plaza, la Mayor, la de juegos y quiosco de música que tan feliz hacia a Clara, ahora escogiendo pasteles de guayaba en la dulcería, de la mano de su madre. La parroquial envolvió el aire placetino con la campanada de las doce. Lejos, por la calle que fuera Real de los Oficios, un pregonero rompe el silencio, sin descomponer la belleza del pregón. Tamales calienticos. Claveles blancos. O un escobero. Pregones de la tarde. Pregones. La luz envolvía la plaza. La puerta principal del ayuntamiento estaba abierta. Un concejal apareció en el dintel de la puerta, y otro, que acababa de salir, encaminaba sus pasos en dirección a la parroquial. Volvió a tañer la campana, y el tañido hizo latir el corazón de Clara. Dos paisanos conversan animosamente. Un jardinero escucha el parecer de otro frente a una de las cuatro fuentes de la plaza. Recostados al obelisco, dos infantes se cuentan historias. Verde se me hacía el color que invadía el entorno de aquella que fuera plaza de armas, de recreo, de amores y de juegos. El fotógrafo seguía inmóvil, auscultando el cuadrilátero en todas sus aristas. Clara comía su pastel de guayaba y ya dejaban el caserón que albergaba el 20 de Mayo por el pasillo corredor, a esa hora desierta cuando pasado el mediodía, los comercios bostezan el bochorno de una tarde medio calurosa y pocos se atreven a solearse. Pero no faltan árboles en la plaza, y una palma real se yergue altiva junto a la torre campanario. Clara cruzó a la plaza de la mano de su madre. Atravesaron la plaza, contornearon la iglesia, la madre se persignó y desaparecieron por la calle Gloria buscando el aire fresco que llega desde el Cubanicay y remonta contrario a los carruajes que golpean en su rodar los adoquines lustrosos. ©cAc-2019

P-S: El retrato en blanco y negro, de un mediodía de marzo o un abril de principios del siglo XX está escrito con toda intención para agradecer a Clara Consuegra, -apasionada, e impetuosa como piedra menuda que se deja llevar por claras aguas de nuestra rica hidrografía local-, el haberme regalado esa tarde pilonga allá, la insuperable imagen muda con sombreros y columnas, y su familiaridad sin par.

viernes, 15 de febrero de 2019

Logia “Progreso” – Alfredo Barrero


Logia “Progreso” – Alfredo Barrero
En el último año del siglo XIX, fue fundada la logia masónica Progreso. Aunque fue la primera logia fundada en Santa Clara, recién obtenida la independencia en 1898, algunos de sus fundadores[1] habían sido miembros de otras fraternidades ya desaparecidas, entre las cuales estaban las logias « Armonía » y « Evolución ». Como otras hermandades cubanas, fue cantera de hombres perseverantes, cuya idea de la fraternidad y de la democracia social se ha impuesto como más alta virtud. La Logia cumple en este febrero del 2019, 120 años. La logia santaclareña hace parte de la Gran Logia de Cuba.
Desde su creación, la Logia ha sido virtuosa en la noble tarea de la fraternidad, no solo como contribuyente por causas nobles de la ciudad, sino también en el sostenimiento de obras en otras ciudades de la Isla, y fuera del territorio nacional. Y cuando nos referimos a obras, el alcance es humano, altruista, de ayuda, de sostén, de socorro.
Si bien me satisface escribir estas líneas como homenaje a los 120 años de la Logia, no pretendo perderme en los meandros de una fraternidad de la que poco conozco. No puedo hacer otra cosa que mirar el templo desde la calle, escudriñarlo como urbanista e historiador, y agradecer a quien un día me abrió su puerta y me explicó con sabiduría esa fuerza que sus miembros, -hombres eslabones de una cadena forjada por la fraternidad, son capaces de moldear con modestia y discreción.
El frente de la Logia « Progreso » da por Zayas, y según la señalética, es el N° 110 de la calle. El edificio está protegido por un cercado que imbrica las dos columnas altas del pórtico a las diecisiete columnas que rodean al templo, y entre estas un vallado de rejas en hierro forjado, de factura austera.
Dos columnas corintias de fuste liso, montadas sobre sendos pedestales realzan la primera puerta a cruzar, puerta-verja coronada por una herrería con detalles alusivos a la masonería y en perfecta armonía con el frontispicio del templo sobre el que se inscriben el símbolo de la virtud y el símbolo de los límites con los que debe mantenerse cualquier masón respecto a los demás: la escuadra y el compás. Sobre el capitel de cada columna sendos globos, uno, el globo terráqueo, el otro, la esfera celeste. Adosada a cada columna, una lámpara de aplique como alumbrado exterior. Una entrada  nos lleva al alto soportal del templo, sostenido ésta vez por el mismo estilo de columnas pero de fuste acanalado, y apoyada sobre las dos columnas centrales, la placa de granito gris sobre la que se inscribe en letras negras LOGIA PROGRESO.
La segunda puerta, que da acceso al interior del templo, sobria pero de elegante factura, lleva en su parte superior, un trabajo de carpintería y vidrio, que además de su doble simetría, lleva a pensar a dos soles con sus rayos. A cada lado de la puerta, dos placas, una que señala el ala femenina “Hijas de la Acacia” y la otra, colocada el 13 de noviembre de 1949, recuerda a la Asociación Jóvenes Esperanza Fraternidad de la Logia Marta, fundada en 1936.
Otras seis puertas-ventanas, con baranda de hierro simulando un simple balconcillo, hacen parte de los muros del inmueble principal. Al fondo, por el lado izquierdo, existe una dependencia del templo, con una puerta de acceso y dos ventanas.
Para los pasantes, el espacio exterior de la Logia, es, si nos evadimos del ruido callejero, un abra de paz, un jardín muy verde y colorido o menos verde y menos colorido según sea la estación, cuidado con esmero, donde se levantan esculpidas en piedra, la memoria y el homenaje.
Cuando se entra al recinto, a cada lado fue concebido un espacio de descanso, que podría interpretarse como de meditación, si tenemos en cuenta que ambos espacios fueron concebidos con canteros y bancos. En el ala derecha del jardín, el mismo cantero redondo y cuatro bancos con respaldo. En medio del cantero, un pedestal sobre el que reposa un busto de José Martí colocado sobre dos libros. Inscrito en el pedestal, “Al Honorable Martí, la Logia Progreso, 1944”. Martí y la inscripción, son visibles al pasante, por haber sido situado el monumento en armoniosa simetría entre las dos columnas que forman el ángulo en la esquina que hacen las dos calles.
En el ala izquierda del jardín, además de la profusión de plantas donde sobresalen una areca, una caña santa, crotos, mariposas, hibiscos y sansevierias, sobre un cantero redondo rodeado de cuatro bancos sin respaldo, fue erigido un modesto obelisco de granito, colocado en octubre de 1956, oda a la libertad, la igualdad y a la fraternidad, que recuerda la declaración referente a la masonería cubana, expresada en el primer congreso nacional de historia y hecha suya por el Ayuntamiento de Santa Clara en sesión del 14 de febrero de 1948.
El lateral de la Logia por la calle de San Cristóbal, es una suave cuesta, y al final del cercado, una puerta da acceso a una escalera que lleva a otra dependencia de la Logia y que otrora alojara la escuela “Progreso”, abierta al fundarse la fraternidad. El edificio, también cercado, por una valla alta de mampostería y reja de hierro, queda elevado con respecto al nivel de la calle, está rodeado de un portal en escuadra, con tres grandes arcadas laterales y una arcada frontal sobre la cual puede leerse aún ESCUELA PROGRESO. La escuela Progreso dejó de pertenecer a la logia cuando la enseñanza fue nacionalizada después de 1959, y desde 1992 se convirtió en la sede de la antena provincial de la Asociación Canaria de Cuba “Leonor Pérez Cabrera”. Siempre me he preguntado, por qué la Asociación Canaria, que tiene otros medios de financiamiento no construyó su sede en otro lugar, o negoció su instalación en algún otro edificio semi-abandonado de la ciudad que mereciera rescate y conservación. Pertenece actualmente el local de la escuela, a la institución masónica? Estudioso de la propiedad urbana, yo espero que la institución masónica, por derecho, recupere en algún momento la dicha dependencia. Falta de recursos, el inmueble de la Logia (me refiero a lo que se puede observar desde la calle) se deteriora cada día más, y es notable la diferencia con el local de la escuela que les perteneció.
Las calles Juan Bruno Zayas y Eduardo Machado (San Cristóbal) forman una esquina hermosa de la ciudad, y por mucha prisa que se lleve, la prisa no nos impide mirar el edificio, sus dos palmas, sus buganvilias matizadas. Con menos prisa, el pasante descubrirá, -y siempre descubrirá algo-, jardín, monumentos y columnas. Y descubrirá igualmente una colonia de gatos, que una vez arrojados en sus jardines por dueños inescrupulosos (o dueños simplemente de gatas no esterilizadas), viven a la buena de Dios, alimentados por benévolas manos de vecinas que cada tarde-noche les llevan sobras y comidas para su manutención. Descubrirá también el deterioro, la falta de mantenimiento, que evidentemente requiere de un presupuesto importante, y como en otros sitios de la ciudad, la falta de civismo de los ciudadanos, vecinos y menos vecinos, que botan escombros, basuras y desechos en la misma esquina donde se cruzan las dos calles, y junto al poste de electricidad frente a la cerca por la calle Zayas. Reflexionen, autoridades a quienes compiten la salvaguarda del patrimonio; vecinos que tienen el privilegio de convivir al lado de una institución que sobrepasa la centuria. No puede olvidarse este edificio santaclareño, -para cuya construcción Marta Abreu hizo un aporte monetario, y que también es patrimonio cultural e histórico de la ciudad. ©cAc-2019
Esta crónica, reactualizada, sobre la Logia Progreso, fue publicada anteriormente, en agosto del 2009, en el aniversario 110 de su fundación. cAc-2019.


[1] Los fundadores de la Logia Progreso fueron : José M Doporto, Vicente Espinosa, Rafael Godoy, Fernando Grosso, Manuel Malló, Carlos Pegudo, Santiago Quintero, Ramón Santos y Juan Evangelista Valdés, que fuera el primer venerable maestro de la Logia (de febrero 1899 al 30 de julio de 1900).

domingo, 20 de enero de 2019

Una foto, un enigma… (Clínica La Caridad – Santa Clara)




Aún sin terminar lo que yo pensaba como una serie de artículos que tenía como centro el Palacio de Justicia de Santa Clara, y por consecuencia el espacio urbano que lo envuelve (enlace al final de este texto), me distancio momentáneamente para consagrarme a un trabajo de memoria, -no precisamente la mía, me refiero a la memoria patrimonial, la villaclareña, y tratar de conciliar dudas respecto a una vieja imagen colgada en la red por un coterráneo mío y que tiene la virtud de trasladarnos al pasado, al pasado reciente y empujarnos a desentrañar el lado mudo de una fotografía.
En un principio, y con buenas intenciones, hurgamos alrededor del Parque de los Mártires, por la banda oeste, donde tres edificaciones que datan de épocas diferentes, aún se mantienen en pie. Una quinta campestre del periodo colonial, una construcción doméstica de principios del siglo XX reconvertida en oficinas ferroviarias y el inmueble construido en 1894 para alojar la Planta Eléctrica que proporcionaría modernidad al alumbrado público de Santa Clara, rehabilitado en su funcionalidad durante la etapa republicana y que actualmente es la sede de la Empresa Eléctrica de Villaclara.
Antes de hurgar en el sitio antes mencionado, habíamos manejado la posibilidad de que esa Clínica hubiera estado situada en una de las dos arterias periurbanas que a finales del siglo XIX y principios del veinte, vieron levantar en sus terrenos, amplias construcciones domésticas, quintas, fincas de recreo e instituciones civiles y religiosas. Me refiero a las carreteras de Sagua, que corre hacia el norte; y de Camajuaní, hacia el este. Sin embargo, a fuerza de escrutar la memoria, ninguna de las dos vías de comunicación arrojó el resultado que buscábamos.
Otra arteria, la calle Cuba, que nace en el corazón de la ciudad, y se escurre buscando el sur, fue, tanto en el periodo colonial como en el republicano, sensible al desarrollo constructivo. Parcelada desde los tiempos de la fundación, en sus primeros cuatrocientos metros a partir de la Plaza Mayor, albergó posteriormente en sus arrabales edificaciones sanitarias. Y justamente en esta calle Cuba, nos detuvimos para tratar de insertar la susodicha clínica.
La foto muestra el edificio en cuyo frontispicio aparece inscrito a relieve CLINICA y en la parte superior, medio oculto por el farol en peltre blanco, el año de construcción del inmueble: 1919. En el pie de foto CLINICA: LA CARIDAD. Sta CLARA. La foto hace parte de las tomadas en la ciudad, finalizando la década del 1930, y convertidas en postcards de la época, enunciadoras del desarrollo urbano. Dónde realmente estaba situada esta clínica santaclareña? El estudio nos permite afirmar que hacía parte del “complejo” sanitario extendido en la calle Cuba y que iba desde la calle Hospital (actual Miguel Coyula) hasta la calle Nueva Gerona (actual Capitán Velazco).
La primera de las edificaciones de ese tramo fue el Antiguo Hospital Militar, que fuera demolido en la década del 1920 y en su lugar construido el Hospital San Juan de Dios, más tarde devenido Hospital Provincial. Seguido del Hospital Militar, que no estaba cercado, se levantaba un conjunto de tres inmuebles dentro del recinto protegido por un muro compuesto de columnas bajas coronadas por una bola, y entre columna y columna, balaustres de yeso labrado.  De los tres inmuebles, el primero recuerda una dependencia del segundo, de factura más antigua. El segundo inmueble, que es la clínica de marras, se llamó San Rafael antes de llamarse La Caridad. Al construirse la Clínica San Rafael, fueron sembrados en el jardín delantero, frente a cada ala del edificio, sendos jóvenes pinos, que ya en la década del 30, once años después, constatamos que han crecido y robustecidos sus troncos. Para entonces, las seis jardineras en forma de copa que coronaban las columnas más próximas a la entrada principal, ya no existen, y en su lugar fueron situados seis mojones piramidales. El frontispicio descansaba sobre un portal soportado por cuatro columnas con variantes del orden corintio, estucadas imitando mármol. La puerta de entrada de la clínica así como las ventanas, formaban arcos en su parte superior, y la marquetería trabajada con vitrales. Este edificio, aunque de alguna manera se  asemejaba en su estilo arquitectónico al tercer inmueble, las diferencias son reconocibles. El edificio albergaba la Clínica Lubián, tenía la misma planta que su vecina, pero con una fachada más señorial. El portal poco profundo pero más ancho, lo sostenían cuatro columnas distantes unas de otras, y de factura más austera. La Clínica Lubián dejó de llamarse así en 1929 para convertirse en Policlínica Provincial, institución privada destinada a tratar a una población de bajos recursos.
La Caridad fue demolida en la década del 1940 y en su lugar fue construida la Clínica Dispensario Dolores Bonet. Años más tarde, la Policlínica Provincial se convertiría, después de una renovación constructiva en Policlínico Chiqui Gómez. El Hospital Provincial pasó a ser hospital universitario Celestino Hernández, imbricado al edificio de la antigua clínica Dolores Bonet, y a su vez unido al edificio del Chiqui Gómez por una pasarela aérea cerrada, y convertido en área de cardiología, actualmente Cardiocentro. ©cAc-2019

viernes, 18 de mayo de 2018

Escudriñando el edificio… Palacio de Justicia de SC (I)


LEX MDMXXVI PALACIO DE JUSTICIA MDMXXX LEX


Imposible escudriñar el Palacio queriendo ofrecer el esplendor de antaño, el tiempo ha pasado…, imposible escudriñar hoy el Palacio queriendo mostrar esas viejas piedras salpicadas de historia, el acceso es difícil…, pero es posible imaginar, escudriñar viejas y nuevas imágenes, y ante la imposibilidad de entrar y poder apretar el obturador, -para como otros hicieron en diferentes momentos-, hacer grande y accesible la memoria histórica, me recuesto en la fuente, doy la espalda al monumento e intento acompañarme de ustedes, en la visita imaginaria al Palacio de Justicia.
Santa Clara duerme la siesta de un jueves azulado. Cruzo la calle, me detengo sobre el separador entre la calle y la calle anexa de parqueo temporal, miro la imponente fachada y el frontispicio soportado por las seis columnas que dejan ver las tres grandes puertas en arco que dan acceso al edificio y las tres ventanas del nivel intermedio. Subo los quince escalones que me llevan al soportal, y antes de entrar, volteo para desde allí mirar la perspectiva que ofrece el monumento y del otro lado de la carretera, la que fuera Cárcel Provincial. Molduras y relieves ornan la fachada, columnas decorativas adosadas y sendas lámparas en bronce flanqueando la puerta principal, que como las otras dos puertas, destacan sus arcos superiores, joya de la carpintería, la herrería y el vidrio, donde el escudo de la nación trona en el medio.

Al traspasar el umbral, se llega a un hall enorme con gruesas columnas estructurales, y cuya luz permite apreciar el comienzo de la escalera en mármol, protegida por una baranda de elegante obraje.
La escalera se divide en dos alas que llevan a la primera planta. Desde el entrepaño y hasta el siguiente nivel, se aprecian dos vitrales, que junto al de la claraboya, permiten luz y protección a la caja de escalera. Los tres vitrales, son obra del artista italiano Gino Ciolli, dos con detalles alegóricos a la justicia, y en el tercero se centra el escudo de la ciudad. En el nivel superior, aparece un segundo vestíbulo arropado por seis columnas, dos de las cuales flanquean el comienzo de una escalera en mármol, también protegida por una baranda cuyo pasamanos, como el de la baranda anterior, es de roble.  Nótese que el edificio contempla un patio interior, viva herencia del usual y agradable patio colonial, que no desentona con la vocación administrativa del inmueble. La escalera principal desemboca en un pasillo ancho también bautizado por la luz natural del patio interior, y que da acceso a diferentes salas y oficinas. 

Este nivel es de menor puntal y en él se suceden columnas estructurales que permiten atenuar la luz que llega por los ventanales que dan al patio y otorgan cierta discreción juiciosa. La elección de los pisos y los materiales imprimen solemnidad en el ajetrear de la justicia. La carpintería y la herrería fueron cuidadosamente diseñadas y trabajadas. Impecable mobiliario elaborado por sagrados carpinteros ebanistas. Lámparas y apliques luminarios en bronce dan un toque de luz compartido entre sobriedad y elegancia, esa luz que intenta llegar, llega o no llega, en el momento de hacer justicia. ©cAc-2018

jueves, 17 de mayo de 2018

La inauguración (30 de marzo de 1930)



Al finalizar 1929, año crucial para el mundo abocado por la Gran Depresión, el Palacio de Justicia era una obra cuasi terminada. El edificio se erguía airoso. Como se erguía el recién instalado monumento a la memoria de José Miguel Gómez. Sin embargo, ambos seguían en medio de la tierra seca y polvorienta, mientras no cayera una gota de lluvia. Ello no impidió que, comenzando la primavera de 1930, fuera inaugurado el Palacio de Justicia, en la ciudad de Marta, pero para toda la jurisdicción de Santa Clara, que era entonces el nombre de la provincia. En lo adelante, los santaclareños lo nombrarían Audiencia, tal como se le sigue llamando en nuestros días.
El hecho de ser la construcción más alta en todo el radio que circunda el edificio, le otorga gran parte de su majestuosidad. Su estilo arquitectónico tampoco lo demerita. La obra fue proyectada y ejecutada bajo la dirección del ingeniero Fernando Martínez, que, sin obviar el eclecticismo, se afincó en el neoclásico siguiendo variantes particulares, y otorgando a la planta una simetría casi perfecta. ©cAc-2018

lunes, 12 de febrero de 2018

Colocación de la primera piedra del Palacio de Justicia


Poco después de la demolición de la Audiencia, comenzó el movimiento de tierra y la nivelación del terreno. Hacia el río el terreno descendía suavemente, creando una ligera cuesta. Justo en el declive, fue conservado un fragmento de muro del otrora cuartel de Tarragona. Mientras avanzaba la construcción de la carretera Central viniendo desde Occidente, fue colocada la primera piedra del edificio. Corría el año 27. El tejido propiamente urbano aún no se había extendido en esa porción de la ciudad cuando comenzó la edificación del palacio. Por el norte, la Cárcel Pública se alzaba como línea divisoria entre el término de las pedregosas calles rebautizadas por la naciente república (J.B.Zayas y E.Villuendas), al Este, la trama vial ya se extendía desde el parque Leoncio Vidal hacia el Sur (Cuba), y a lo largo del Paseo de la Paz, se levantaban viviendas humildes, viejos caserones y quintas que se construyeron para los licenciados del ejército libertador. Hacia el Oeste, crecía el barrio Condado del otro lado del río. El palacio iba ganando en volumen y altura rodeado de una franja pedregosa y de sabana, que verdeaba gracias a la proximidad del río. Durante la época de lluvias, el lodazal y los estancamientos de agua eran moneda corriente, no obstante, los trabajos se hicieron tenaces y el andamiaje vaticinaba una gran obra. Mientras se construía el futuro Palacio de Justicia, otra obra iba naciendo frente al edificio: el sitio que albergaría el monumento a José Miguel Gómez, y cuya primera piedra había sido colocada, todavía estando en activo La Audiencia. Una vez comenzada la obra en 1927, no hubo pausa en los trabajos, de ahí que cada día el cronograma constructivo avanzara, y al comenzar 1928, el edificio ya había terminado su nivel más alto. 
En mayo de ese año los exteriores, -decoración y agregados-, ya habían culminado, y en los meses siguientes, los trabajos de marquetería no se hicieron esperar. La colocación de vidrios, lucetas y vitrales, por la fragilidad, fueron, antes del mobiliario, casi de las últimas etapas de la ejecución. Durante una visita de Carlos Miguel de Céspedes para inspeccionar los trabajos de la CN n°1, el ministro -hacedor de ideas- del recién creado ministerio de Obras Públicas- dio fe de la casi concluida obra, majestuosa, imponente, en la periferia de una ciudad provinciana, lejos del mar, pero en el camino que unía La Habana con el Oriente cubano. ©cAc-2018


sábado, 10 de febrero de 2018

El Palacio de Justicia de Santa Clara (generalidades)



Doscientos cuarenta y un años después de haberse fundado el villorrio que devendría ciudad en 1867, Santa Clara inauguró un majestuoso edificio para instituir justicia. Corría marzo de 1930. El juzgado había ocupado hasta 1927, el recinto del Cuartel de Tarragona, renovado y convertido en sede de la Audiencia de Santa Clara. Ese mismo año, el edificio fue demolido, quedó ajustado el presupuesto presentado por la municipalidad y se iniciaron los trabajos. Desde 1925 ocupaba la presidencia de la república, Gerardo Machado y Morales, que integrara el ejército Libertador durante la segunda guerra de independencia, y que, al término de la guerra, fuera alcalde de Santa Clara, entre 1899 y 1902. El primer mandato de Gerardo Machado (1925 – 1929) se caracterizó por la euforia constructiva y la urbanización de las ciudades, entre las cuales Santa Clara se vio beneficiada. La atravesaría la CN n°1, cuyo trazado pasaba frente al comenzado Palacio de Justicia. Carretera Central y Palacio de Justicia, dos obras que van a sacar a Santa Clara del letargo provinciano, casi al mismo tiempo. Cincuenta y seis días separaron la inauguración del Palacio de Justicia y la inauguración del tramo de carretera entre Matanzas y Santa Clara. Ambas inauguraciones se realizaron durante el segundo mandato de Machado (1929 – 1933). ©cAc-2018



miércoles, 7 de febrero de 2018

El Paredón de fusilamientos

Tristes son todos los fusilamientos. Porque truncan vidas y porque envuelven en sombras a las familias. Ensombrecen la historia y enlodecen los poderes. Crucificar, ahorcar, lapidar, fusilar, ensañamiento de los hombres contra los hombres desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días. Fusilar, triste manera de arrebatar la vida a quienes por la vida luchaban. Los fusilamientos durante la gesta independentista contra la dominación colonial española, triste pasaje en la historia de Cuba. Y muchos de los fatídicos fusilamientos, tuvieron sitio en la Santa Clara libertaria de la segunda mitad del siglo XIX. Un paño de pared que vio desplomarse seres consagrados a la más cara de las ilusiones: la libertad. Y por la libertad fueron allí fusilados, contra una pared de la que hoy queda un pan de muro, y que nuestros antecesores, en materia de memoria histórica, tuvieron el cuidado de conservar. Y justamente, cuando intentamos escribir la historia, nos asaltan dudas. La duda, en este caso, nos autoriza a preguntarnos si el sitio donde fusilaban hacía parte de una pared lateral del Cuartel de Tarragona o si el muro fue levantado expresamente, exterior al recinto militar para utilizarlo como lugar expedito para llevar a cabo los fusilamientos. Recordemos que el cuartel, terminada la dominación española, fue reconvertido en la Audiencia, y que más tarde, demolido el inmueble, el terreno fue utilizado para construir el Palacio de Justicia. Si la pared utilizada como paredón de fusilamientos fue mantenida en pie y conservada por santaclareños comprometidos con la recuperación de la memoria histórica, la acción se llevó a cabo durante los días en que estaba siendo demolido el edificio de la Audiencia, es decir, en 1927. En este caso, la ubicación espacial del cuartel, posteriormente Audiencia, difiere completamente con la idea hasta ahora contemplada. En realidad, el inmueble estaba situado mucho más próximo del camino que sería la carretera central, y su frente iba desde la calle más tarde convertida en Paseo hasta donde se sitúa el Paredón, limítrofe con la sabana existente en ese momento.De manera que el plano espacial quedaría de esta manera:
El pedazo de pared rescatado para la historia local se convirtió en un humilde sitio de memoria, al cual sus iniciadores, miembros del Club Revolucionario Villareño Martí, le adosaron una tarja de mármol con la siguiente inscripción: CAMINANTE! ¡DESCUBRETE! Este lugar está santificado por la sangre de los patriotas que el tirano hizo morir porque ansiaban la libertad de la Patria. Esta primera tarja fue colocada posterior a 1929 y antes que finalizara la década de 1930, pero no puedo precisar la fecha exacta. 

























Posteriormente, otro grupo de intelectuales y apasionados de la historia local multiplicó esfuerzos por conservar y rehabilitar la herencia cultural y patrimonial de la ciudad. Al Centro de Veteranos y al Grupo de los Mil se debe la placa de bronce colocada un poco más baja que la marmolea tarja. La placa, que data de 1951, lleva en relieve el escudo nacional cubano, un machete y una bandera, ambos cruzados, y tiene como inscripción: A la memoria de los patriotas fusilados en este lugar. Y seguidamente la relación de patriotas: José Pulido + Marzo 3 de 1896. Casildo de Armas + Oct. 23 de 1896. Adolfo García + Enero 20 de 1897. Domingo Niebla + Enero 20 de 1897. Hoy solamente queda adosada la placa de bronce. No conozco el momento y las razones por la que fue desmontada la primera tarja, pero todo hace suponer que existía aún cuando el muro de ladrillos fue pintado, pues durante mucho tiempo quedó la marca de la tarja. Aunque la placa de bronce recuerda solo a cuatro patriotas, una tercera placa podría recordar a Tello Mendoza, Vicente Machado, Cándido Rocha, Ramón Prieto, y al primer ejecutado en el sitio, el patriota Rolando Valderas, y por cuya memoria, el Ayuntamiento rebautizó la pedregosa calle Suburbios con su nombre, en época temprana de la República. Tampoco puede olvidarse a aquellos peninsulares anclados en la Isla y que se unieron al ejército Libertador: José Vega, Adriano Admidasay, Atanasio Ventura, Juan Iturralde y José Gómez.
El sitio del Paredón entre 1959 y 1961. Nótese la verja en hierro forjado como fuera concebida originalmente.
El muro de recordación y su entorno han sufrido transformaciones y el abandono de las autoridades, que, en lugar de valorizar el sitio, como sitio memorial, lo convirtieron en anexo de juegos y actividades artísticas, al quedar situado y encercado por la valla que delimita el área perteneciente al Palacio de Pioneros, antiguo Club de Leones. La colocación de una cerca de alambre tipo Peerless trajo consigo la transformación del sitio que perdió su cercado original, una pequeña cerca en hierro forjado. La valla impidió igualmente el acceso al monumento, quedando bloqueada la escalinata que desciende hasta el mismo. La escalinata está flanqueada por dos gruesos basamentos, sobre los cuales se yerguen todavía sendas farolas del mismo estilo de las utilizadas en el contiguo Parque de la Audiencia. La tercera farola se situaba sobre el basamento del extremo derecho del paredón. 
Foto tomada en el año 2004
Durante años, a cada preparación de Carnavales, el muro recibía dos brochazos de lechada y en ocasiones lechada coloreada. La estructura y el muro en cuestión se han visto pintados de blanco, amarillo, rosado… y pegado a la cerca que separa al muro de la calle, un quiosco y una pipa de cerveza. Puede así recordarse la historia local, sin tarja, e ignorantes del llamado a los paseantes? Sin necesidad de quitarse el sombrero, al menos el silencio y el respeto podrían sellar el llamado a no olvidar.
Foto tomada en el año 2009
Recientemente (noviembre de 2017) pude constatar trabajos en el área del Paredón del lado del “palacio de pioneros. Desgraciadamente no apreté el obturador cuando debí hacerlo y tampoco osé preguntar en qué consistían los trabajos. Pensé que, de cierta manera, tenían que ver con la renovación exterior del Palacio de Justicia como parte del proyecto Villaclara con todos. Pienso que para rescatar el sitio y rendir homenaje a todos los hombres allí fusilados, la primera etapa sería redimensionar el espacio alrededor del viejo muro y separarlo jurídicamente del terreno perteneciente al parque de pioneros. El antiguo Paredón de fusilamientos, que aparece en la relación de “Sitios históricos” de la Oficina de Patrimonio de Santa Clara, merece igualmente ser inscrito en la lista de Monumentos Locales de la ciudad. ©cAc-2018

viernes, 2 de febrero de 2018

La Real Cárcel de Santa Clara

Desde que fue fundado el villorrio en 1689 y hasta la segunda mitad del siglo XIX, Santa Clara no contó con una verdadera penitenciaría. Los presos cumplían la pena en celdas habilitadas, primero en el Cabildo de la calle Amargura (actual Marta Abreu), cuando fue fundado el villorrio, y más tarde en la Casa Capitular instalada en la vivienda del capitán Luis Pérez de Morales, frente a la Plaza Mayor. Con la sucesión de tenientes gobernadores, la casa albergando el Cabildo, mejoraba sus condiciones y seguía fungiendo como cárcel de la villa, función que duró hasta 1862. Cinco años antes de ser honorada con el título de ciudad, la villa se dotó de una prisión, que evidentemente se llamaría Real Cárcel de Santa Clara, siendo teniente gobernador, el coronel Patiño y Domínguez. La construcción de la cárcel estuvo dirigida por el comandante de Ingenieros Jorge Talces. Corría 1862, año terminal de Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre, como gobernador de la Capitanía General de Cuba.
Autorizada la Jefatura Militar de Santa Clara a construir la cárcel, y con el asentimiento del Ayuntamiento, las partes acordaron ejecutar la obra en un terreno donde finalizaban dos estrechas calles que cerraban en ese punto el horizonte urbano: Santo Espíritu (Juan Bruno Zayas) y San José (Enrique Villuendas).  Terrenos yermos, guayabales, caserones de madera distanciados, calles no delineadas, pedregosas y polvorientas, el Cuartel de Tarragona en la misma perspectiva, y más al Sur, si se trazaba una línea recta a partir de San José, el fondo del viejo hospital militar.


La cárcel fue construida siguiendo el estilo neoclásico, y asegurando una verdadera armonía de volúmenes. Originalmente concebida de una sola planta, el edificio estaba compuesto por un pórtico frontal de cubierta plana sostenida por diez columnas toscanas y flanqueadas por dos piezas a partir de las cuales, hacia el interior, se extendían sendas naves que formaban una herradura. Luego de un patio central cuadrado, una nave paralela al cuerpo frontal unía las alas izquierda y derecha del presidio. La dicha nave posibilitaba la inserción de un segundo patio, de forma rectangular. Todas las naves dejaban ver pequeñas ventanas rectangulares protegidas por rejas. Para la cubierta de las naves fue utilizada la teja criolla.  El pórtico estaba coronado por un pretil recto severo en su decoración, una puerta de acceso principal con arcada superior enrejada y seis ventanales a cada lado de la puerta, de simple herrería. En la explanada de tierra frente al inmueble fueron plantados algunos árboles. El resto del recinto carcelario estaba bordeado de un terreno que lo separaba de las “calles”, pero sin ningún muro divisorio ni cerca. A la entrada, sobre la pared, una placa de mármol fue colocada en el mismo año 1862 para recordar la construcción del inmueble.



La Real Cárcel dejó de ser Real para convertirse en Cárcel Pública al término de la dominación colonial (posteriormente Cárcel Provincial), y un año después la San José periurbana, donde se levantaba el penal fue convertida en Paseo de la Paz. El edificio no cambió de aspecto en todos esos años, pero los cambios republicanos dieron terminación o renovaron la maraña urbana heredada. A la Cárcel le fue agregado un recinto enrejado sostenido por pilares rematados en punta. En el jardín contiguo a la nave izquierda le fue incorporada una fuente circular, y fueron plantados olivos y palmas. Entre columna y columna de las que soportan el frontón, fueron insertadas rejas de hierro forjado. En 1923, el Paseo de la Paz es rebautizado Avenida General Juan Bruno Zayas, y una placa colocada en el cruce de la “avenida” con la calle Caridad, dio fe de este cambio (la placa desapareció no hace mucho cuando la vivienda enclavada en la esquina fue reconstruida). 


En un trágico accidente ocurrido en la esquina de la carretera Central y el Paseo de la Paz, en septiembre de 1950, perdieron la vida dos empleados del Juzgado, y para recordarlos, colegas de la profesión y amigos colocaron una placa “in memorian” en junio de 1951. Durante el ataque a Santa Clara por las tropas del ejército Rebelde, la penitenciaría fue asaltada y tomada el 31 de diciembre de 1958. La Cárcel Provincial devenida “la cárcel” después de 1959, estuvo en activo hasta la construcción del Penal de alta seguridad, conocido como Pretensado. ©cAc-2018