Hasta
el fin de la dominación española, en 1898, se mantuvo activo el Cuartel de
Tarragona, situado al sur de la ciudad, de frente al camino Real. Entonces esa
porción santaclareña, era un vasto espacio de manigua, frutales y solares
yermos donde se levantaban algunas construcciones domésticas diseminadas. El
Cuartel de Tarragona no fue una obra relevante de la arquitectura militar colonial
cubana. Amén de haber sido clausurado con la vuelta de los militares españoles
a la península, el inmueble sirvió de base constructiva para rehabilitarlo y
usarlo en nuevas funciones. Santa Clara se dotaba de una institución de
justicia: La Audiencia de Santa Clara, mal llamada Audiencia si consideramos
que la tal institución tiene sus orígenes en la época de la Corona de Castilla,
y en la América colonial, las Audiencias se establecieron en el siglo XVI,
durante los reinados de Carlos I y Felipe II. La Audiencia de Santa Clara,
también era conocida como “el Juzgado”.
El
edificio que encausara y aplicara justicia en la región central de la Isla, no
tardó en desaparecer con la evolución del progreso republicano, que demolía y
construía en aras de la modernidad urbana. La Audiencia de Santa Clara, una vez
salvaguardados los documentos y expedientes, fue demolida en 1927. La silla
presidencial de la República la ocupaba Gerardo Machado y Morales, en su primer
mandato. ©cAc-2018…un paseo en el tiempo, una mirada atrás para recordar calles y muros con sus tristezas y alegrías, los inicios polvorientos, la hora de los adoquines, del desorden, de las ingratitudes y de las esperanzas que se forjan escudriñando el viaje lento de una hoja flotando en las aguas del Bélico…
sábado, 20 de enero de 2018
jueves, 18 de enero de 2018
El Cuartel de Tarragona
Hasta el primer cuarto
del siglo XIX, contaba la villa de Santa Clara con dos guarniciones militares
acantonadas, una en el cuartel conocido como Cuartel de Lepanto, situado en la
periferia sur, en los arrabales donde finalizaba la polvorienta calle San
Francisco Javier, y la otra en un cuartel de mejor factura, pero de poca
capacidad, situado en el cuartón norte donde comenzaban las calles San
Francisco Javier y Segunda de San José. En los días en que se festejaban los
137 años de fundada la villa, llegaron a Santa Clara, comandados por Don
Ignacio Castellá, tres compañías pertenecientes al Batallón de Tarragona. El
Cuartel de Lepanto, viejo y poco confortable no tenía condiciones para albergar
a los soldados españoles. Falto de cuartel, y sin sostén de la Real Hacienda, el
Ayuntamiento se encarga de dar alojo a las tres compañías, y acondiciona y
facilita una vivienda situada en la Plaza Mayor.
Otro acontecimiento
concerniendo alojo a militares vino a agravar los sobresaltos del cabildo. Poco
después del arribo de las compañías del Batallón de Tarragona, llegó una fuerza
del Regimiento de Caballería Dragones de América. El Ayuntamiento optó por
alojar a la fuerza recién llegada en el inmueble construido en 1794 por el
Presbítero Hurtado de Mendoza en la calle Santa Elena, la escuela para niños
“Nuestra Señora de los Dolores”. Tiempo después, el Regimiento de Caballería
fue trasladado a la guarnición norte de la villa, que devendría Cuartel de
Dragones; y por espacio de diez años, las compañías del Batallón de Tarragona
pernoctaron frente a la Plaza Mayor.
En 1835, la villa se
convirtió en Jefatura Militar, dirigida por el coronel Don Francisco de Paula
de Alburquerque, que a su vez también dirigió la Comandancia de Armas. La
necesidad de trasladar a los hombres del Batallón de Tarragona a una verdadera
guarnición era un sujeto caro al Ayuntamiento, el cual asintió a la demanda del
coronel de Paula de construir una nueva guarnición en los terrenos maniguales
colindantes al barrio de la Pastora, y ello en calidad de préstamo. Fue de esta
manera, que vio la luz el Cuartel de Tarragona. Notable por haber sido prisión
de patriotas y sitio de fusilamientos, que se llevaban a cabo en una pared
lateral derecha del cuartel, y que se convirtiera en el triste paredón que
cegara la vida de aquellos hombres que se levantaron en armas contra la
dominación colonial. ©cAc-2018
miércoles, 17 de enero de 2018
Preámbulo para una memoria villaclareña
Desde hace mucho tiempo intento darle
vida con letras a un espacio urbano santaclareño que comprende dos
edificaciones, un parque, un sitio histórico y un antiguo club filantrópico. El
conjunto está identificado en una trama vial que comprende una carretera
nacional, un paseo, una corta avenida, dos calles, un callejón, y la margen de
un río.
El espacio urbano al que me refiero está
compuesto por:
Palacio de Justicia (1)
Parque de la Audiencia (2)
Paredón de Fusilamientos (3)
Esc. Fructuoso Rodríguez (4)
Parque “José Luis Miranda” (5)
La orilla derecha del río Bélico pone
límite por el Suroeste, al terreno donde se extiende el Parque “J. L. Miranda”,
el cual queda bordeado al Norte por la carretera Central, y al Este por el
tramo final de la calle Juan Bruno Zayas. Justo pegado a la calle, el sitio que
fuera Paredón de Fusilamientos, pero enclavado dentro del parque. Del otro lado
de la calle que lleva el nombre del patriota villaclareño, el Palacio de
Justicia y la Escuela. Entre ambas edificaciones, además de la carretera
Central, una plaza abierta que los santaclareños denominan parque, el Parque de
la Audiencia. Si nos situamos en el cruce de la carretera con el eje ancho,
mirando hacia el Oriente, una vía larga de cien metros da acceso al barrio de
la Pastora: la desconocida Avenida del General Juan Bruno Zayas, y hacia el sur
buscando la salida que lleva a Manicaragua, el Paseo de la Paz, rebautizado
como avenida Ramón Gonzales Coro. Por la derecha de la escuela pasa la calle
Caridad, oficialmente nombrada General Roloff, también patriota de la gesta
independentista. Al fondo del Palacio de Justicia se accede por una calle que
nace en el Paseo, y serpentea el Parque de Pioneros hasta convertirse en la
truncada calle Alemán que se desliza por el barrio Chamberi.
El área, que pudiera considerarse de
notable valor histórico, ha visto en un largo periodo profundas renovaciones y
rehabilitaciones, ha sufrido abandonos, ha sentido el deterioro del tiempo, la
falta de mantenimiento y no pocas indisciplinas por parte de una franja de la
población, que, por ignorancia o incivismo, destruyen el patrimonio urbano de
la ciudad. ©cAc-2018
domingo, 16 de julio de 2017
Otro julio en tu historia, Santa Clara
Ayer la ciudad de Marta cumplió 328 años de fundada. A la
sombra de un tamarindo. Entre dos arroyos. Por gentes como ustedes y como yo,
deseosos de construir un mundo nuevo en una tierra vieja (ellos la descubrieron
casi virgen, apenas habitada por el rumor del viento y de las aguas del río
acariciando las piedras) Trescientos veintiocho años. Casi nada y mucho. Vidas
e historias acumuladas. Y en ese cúmulo de gentes y piedras, sabores y
sinsabores, nosotros. Para vivirla, amarla, y también mal amarla. ¿Y es que no vemos
la realidad? No son necesarios los carteles, la propaganda colgada con apuro de
fechas y los discursos edulcorados de dirigentes locales que no ven o no
quieren ver, incluso esa valla que dice “hacer de Santa Clara una ciudad
ordenada, higiénica y mucho más bella” con imágenes coloridas de fondo.
Hablemos de Santa Clara. A la que Conyedo se entregó en cuerpo y alma, a la que
Hurtado de Mendoza encaminara como instructor del progreso, a la que Marta amó
y entregó espíritu y fuerza. 1689 – 2017. Tres centurias y poco más. La ciudad
viviendo el siglo XXI, acatarrada, cojeando, fatigada.
Y es que el paisaje urbano de Santa Clara tiene síntomas
de enfermo que se debate entre la vida y la muerte. La inyectan, pero esas
inyecciones son muy puntuales, cerca del corazón, intravenosas, capaces de
darle vida al muerto, y que dejan ver colosales inversiones. Digamos, el Hotel
Central. Las curas paliativas, también puntuales, no tienen el presupuesto que
necesitarían esas intervenciones constructivas, y en lugar de ejemplares, [o
casi ejemplares] restauraciones o rehabilitaciones, los trabajos acometidos
denotan falta de presupuesto, exigencia en la calidad de las intervenciones y
el acabado, lo cual podemos asimilarlo a maquillaje urbano (¿?). Tanto las
inyecciones como el maquillaje a los enfermos no son suficientes. La lista de
cosas por arreglar, limpiar, rehabilitar, es enorme y se expande desde el mismo
centro hasta los barrios periféricos. La lasitud se apodera de la ciudad de
Marta. El abandono, las incivilidades, van dando aires haitianos a la más
central de las ciudades cubanas. ¿La culpa es de quién?, no piensen en el totí,
la culpa es de todos, de toda la comunidad, de las autoridades y de los
santaclareños, que -se conforman o nos conformamos- con ese abandono, suciedad,
e indisciplinas ciudadanas.
Cuando desaparezca lo poco que queda de patrimonio
urbano, de conjuntos de inmuebles y fachadas, Santa Clara no tendrá patrimonio
que ofrecer a los turistas y viajeros que pasen o pernocten en la ciudad. El
turismo va en aumento, por mil y otras razones, de índole cultural, histórico,
o simplemente, deseos de descubrir otra cosa que nos sean las obligadas Habana,
Trinidad, las límpidas aguas de Varadero, o los ya menos vírgenes cayos del
litoral norte villaclareño.
En muchas ocasiones he tratado de redescubrir Santa
Clara, amarla como es ella y propulsarla con sus encantos y desencantos en
páginas digitales. Y no cejaré en ello. Santa Clara es poco verde y sombreada
–desgraciadamente; rica en arroyos con pretensión de ser ríos, arroyuelos y
cañadas, también desgraciadamente despreciados, maltratados, contaminados y
convertidos en basureros; posee una trama urbana en concordancia con su manto
hidrográfico, que pudiera rendir mejores desplazamientos tanto peatonales como
vehiculares, pero otra vez por desgracia, los especialistas del sector no dan
pie con bola. El otrora pueblo convertido en ciudad vuelve a ser pueblo soleado
y sucio, tanto en su radio de entre ríos, como en los barrios que circundan el
centro, y peor en la periferia que toca y a veces se extiende más allá de la
carretera que circunvala el núcleo urbano de la capital provincial.
Pueblo-ciudad provinciana con vocación artística y cultural, sede de escuelas,
institutos y una universidad como pocas existen en la Isla. La ciudad que viera
nacer a Marta y que alguna vez pensamos conservarla, mejorarla, cuidarla y
darle aires de algo más que pueblo grande, se nos cae. Se nos vienen encima,
balcones, tejas y hasta balaustres endebles por el tiempo y la precariedad. ¿Qué
hacer? ¿Cómo repensar Santa Clara? No dejemos solos a los profesionales y
especialistas de Patrimonio, de Planificación Física, urge a la ciudad que sus
dirigentes sean menos políticos y más consagrados a la difícil tarea de
dirigir, sin altanerías y con verdadera vocación de guardianes de la memoria
colectiva. Buen aniversario Santa Clara, y buena suerte, para seguirte amando. ©cAc-2017
domingo, 23 de octubre de 2016
Colegio Las Teresianas / ESB “Juan O. Alvarado”
Links de los artículos
antes mencionados:
martes, 1 de diciembre de 2015
Travesía de la C N n°1 por Santa Clara (IV y final)
Al llegar a la altura de
la avenida conocida como Paseo de la Paz, la carretera Central llega a su punto
culminante en la travesía por Santa Clara. Y cabe anotar que en este sitio la
trama vial marca una diferencia. La ruta nacional no cruza una avenida sino el
comienzo de dos avenidas. Hacia el sur, el Paseo de la Paz, como hemos dicho
anteriormente, y hacia el norte, en dirección al centro, la avenida del Gral
Juan Bruno Zayas, de tan solo 100 metros de longitud y desconocida para muchos.
La C N n°1 al dejar atrás este cruce y
descender suavemente buscando el Oriente cubano, dejó de ser un quebradero de
cabeza para los ingenieros y constructores. La vía no encontrará obstáculos
mayores en su desplazamiento por Santa Clara.
Las arterias se suceden, unas yendo
o viniendo de la recién organizada Plaza convertida en Parque Republicano,
-oficialmente nombrado Parque Leoncio Vidal- y otras en dirección a los barrios
del sur: Cuba, Colón, Maceo, Celestina Quintero y Unión.
Al pasar la calle
Maceo, la ruralidad vuelve a envolver el paisaje de Santa Clara. Caserones aislados,
solares yermos y palmares. El palmar anunciaba la proximidad del arroyo/río. El
Cubanicay. Sector valonado con maniguas y frutales. El río dueño absoluto de la
franja verde. La obra de fábrica no fue de envergadura si se tiene en cuenta la
sección tortuosa y los vericuetos para contornear el Bélico. Puente abarandado
de tramo largo, la barandilla típica de la carretera con término en la calle 1ra
de La Vigía. Una vez cruzado el Cubanicay, la carretera se desplaza buscando la
salida de la ciudad. Algún que otro cruce adoquinado y una sencilla obra de
fábrica sobre un riachuelo de primavera serán los trabajos pertinentes en el
último tramo de la travesía por Santa Clara.
Yo me permito ir más allá del
último tramo urbano, para presentarles otro puente sobre la carretera Central,
el puente sobre el río Ochoa. Esta obra de fábrica, de envergadura por los
desniveles del terreno y comparable en diseño al puente sobre el río Arroyo
Grande, cierra el ciclo de trabajos sobre la C N n°1 de Cuba, a su paso por
Santa Clara. ©cAc-2015
lunes, 30 de noviembre de 2015
Travesía de la C N n°1 por Santa Clara (III)
La carretera Central se
deslizó por tierra firme después de haber cruzado el Bélico entre Candelaria y
San Cristóbal, y así continuó en su
travesía por Santa Clara hacia el Oriente. Sin embargo, correría paralela
al río, distante unos cincuenta metros desde San Miguel hasta la calle
Nazareno. Al cruzar Nazareno, que tiene puente sobre el Bélico, una nueva obra
de fábrica va a ser construida para consolidar y hacer viable la intersección.
El desnivel del terreno es importante. De un lado, tierra firme. Del otro, el
declive que lleva al cauce. Este otro sector de la carretera, que hace parte
del “malecón de Santa Clara”, y que no
es puente pues no atraviesa el río en ningún sitio, me deja perplejo: si no es
puente, qué es?, un viaducto? Si observamos la carretera desde distintos
ángulos, sobre ella y desde el otro lado del río, nos damos cuenta que la obra
fue majestuosa, por su serpenteo del río, su muro de contención y
encauzamiento, y la calzada en cuesta hasta llegar al Paseo de la Paz y desde
donde la carretera se desplaza cuesta abajo y suavemente para encontrar otro
río: el Cubanicay.
Una remarca me parece importante al observar esta sección de
la C N n°1: las calles Pastora y Síndico del lado del barrio de la Pastora,
llegan a la carretera, pero no la cruzan. Del lado del río, la baranda se
convierte en balcón-mirador, con un ensanche colgadizo. Puede interpretarse
este saliente como una anterior visión futura de la posibilidad de unir esas
calles para acceder al centro desde la periferia?
Pero otra duda me asalta: inicialmente hubo
cruce de la carretera con la calle Caridad?, el cruce fue añadido más tarde?,
pero antes que la empresa diera por concluida la 4ta división de la C N n°1. El
Bélico tiene puente en la calle Caridad, la superestructura mezcla dos diseños
de barandas, las concebidas para la carretera Central en las esquinas, y
barandas de hormigón como las concebidas para el puente de Nazareno. Yo pienso
que originalmente no hubo intersección de la calle Caridad con la carretera cuando
en este sector fue encauzado el río y construido el “viaducto”. Se debe este
cruce a las obras que emprendió el Grupo de los 1000 en los años 40?.
El
malecón abarandado después de haber pasado Caridad muere en el límite con la
calle Alemán. El término de la acera haciendo curva y la última columna, más
gruesa y más alta para cerrar la baranda nos autorizan a pensar que la calle
Alemán cruzaría la C N n°1, y atravesaría el terreno yermo hasta unificarse con
Alemán Sur a la altura de la calle Estrada Palma.
Observado este sector desde
distintos puntos de mira y de las especificidades técnicas del mundo de los
ingenieros de puentes y caminos, y teniendo en cuenta los cambios urbanos que
se sucedieron una vez terminada la C N n°1, me atrevo a escribir, que el tramo
de la carretera Central desde la calle Marta Abreu hasta la calle Alemán ,
denominado malecón de Santa Clara por unos, -incluyendo los documentos de la
Secretaría de Obras Públicas-, o malecón del Bélico, nombrado así tanto por
admiradores como detractores de la ciudad huérfana de costa marítima, no es un
puente, son varios si abarcamos el conjunto de obras de fábrica, no es
íntegramente una carretera, y sí un viaducto que sorteó la herencia urbana
encontrada y las zancadillas que tiende la naturaleza: hilos de agua, ríos,
arroyos, quebradas y ondulaciones, árboles centenarios y plantas y piedras que
solo allí podían encontrarse. Lo urbano y lo rural unidos por el cordón de la
vida. ©cAc-2015
viernes, 20 de noviembre de 2015
Travesía de la C N n°1 por Santa Clara (II)
La siguiente obra de
fábrica fue mucho más compleja. Se necesitó encauzar el río Bélico y proceder a
la demolición del puente construido en 1858, el Gallego. Las tomas de agua de
la antigua potabilizadora de la ciudad, las tuberías de aguas negras y el alcantarillado,
que pasaban y convergían en las orillas del río, se convirtieron en un
quebradero de cabeza. El rigor no se hizo esperar. El engarce de la calle Marta
Abreu y la nueva vía fue un éxito. Sobre el Bélico fue construido un nuevo
puente, de baranda corrida al norte y baranda del lado del río, sobre la curva
y en toda la extensión del puente hasta la calle Rafael Tristá.
Aquí el puente,
obra de fábrica realizada para implementar la intersección, se desprende del
muro, se extiende sobre el río y reposa inmediatamente en la otra orilla de
Tristá. Ese muro de contención permitió encauzar el río y elevar el nivel de la
carretera al mismo nivel que la calle Marta Abreu. Este muro continuó hasta la
altura de la calle San Cristóbal, a la cual no se le proyectó intersección con
la carretera ni balcón hacia el río. En ese punto la carretera se convierte en
largo puente abarandado desde Tristá hasta la calle Candelaria. Ese “largo
puente” desde la época de la construcción fue llamado “malecón de Santa Clara”,
la oralidad popular convino también en llamarlo “malecón del Bélico”.
Del otro
lado y antes de que la carretera cruce el Bélico, una escalinata desciende
hacia el Lavadero del Condado, uno de los cuatro lavaderos mandado a construir por Marta Abreu para las mujeres lavanderas del barrio. La escalinata daba acceso a cuatro viviendas adosadas entre sí, construidas de madera y cubierta de tejas.
Siguiendo el curso del río, del lado del Lavadero, la baranda primero se detuvo a la altura de Candelaria, - se pensó en algún momento unir las dos secciones de Candelaria a través de un puente?, Si se pensó o proyectó, la obra de fábrica no fue llevada a cabo, pero hacia el río quedo el balcón colgadizo como una posibilidad de esa unión. Llegaba inicialmente la baranda hasta la misma calle San Miguel? Es posible, en ese momento no existía la gasolinera y en su lugar el terreno declinaba hacia el río. La baranda de la carretera, tenía unión en escuadra con la baranda del puente de San Miguel? También es posible. Por qué se construyó entonces la baranda de remate desde la Central en dirección al río? O fue posteriormente, cuando edificaron la Estación de Servicio?
Recordemos que Candelaria pavimentada esconde en sus entrañas el cauce rocoso del arroyo Marmolejo, que moría en el Bélico. Del otro lado del río recomenzaba Candelaria, y bordeando el arroyo, el fondo de casas del suburbio. Del Marmolejo quedó un hilo de agua, aún con fuerza para ligarse Bélico.
Es necesario acotar que en este sector se procedió a encauzar el Bélico para edificar la obra de fábrica complementaria: el puente sobre el río en la calle San Miguel. San Miguel, a diferencia de Candelaria, ya en ese tiempo era una larga arteria que naciendo en el antiguo camino de las Bocas, atravesaba Santa Clara, cruzaba el Bélico en un paso inseguro y se deslizaba por el barrio del Condado y los suburbios que se levantaban a su lado hasta perderse en los maniguales que hoy son periferia semi urbanizada de la ciudad. ©cAc-2015
domingo, 15 de noviembre de 2015
Travesía de la C N n°1 por Santa Clara (I)
Setecientos veintitrés
días después de haberse iniciado la construcción de la carretera Central, el 25
de mayo de 1930 fue inaugurado el tramo entre la ciudad de Matanzas y Santa
Clara.
Además de las dos capitales provinciales, quedaban unidos por carretera
viniendo desde la Atenas de Cuba, los pueblos de Limonar, Coliseo, Jovellanos,
Perico, la ciudad de Colón, Los Arabos, Cascajal, Mordazo, Manacas, Santo
Domingo y La Esperanza. En ese año de 1930, la entrada de Santa Clara se
situaba en las proximidades de La Ceibita, lugar por donde entrara el Ejército
Libertador, al mando del General José de Jesús Monteagudo, el 31 de diciembre
de 1898.
El camino convertido en carretera estaba marcado por la ruralidad, y
hasta el puente sobre el Bélico, otrora El Gallego, de la calle del Calvario,
ya rebautizada como Marta Abreu, se sucedían alguna que otra quinta y viejos
caserones de madera y tejas. A la derecha todavía en pie el viejo Rastro e
inmediatamente, el arroyo de la Tenería, mucho antes llamado Botijuela.
Sobre
el arroyo de la Tenería se construyó la primera obra de fábrica al interior de
la ciudad: puente con barandas, de un lado la baranda enteriza, y del otro, la
baranda con una abertura hacia la vivienda colindante con el arroyo. ©cAc-2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
Prólogo historicista para la carretera Central

La losa del pavimento, de alta calidad, tenía dos espesores,
0,15 cm en el centro de la calzada y 0,22 cm en los bordes de la misma. La losa
de hormigón fue cubierta de warrenite, una mezcla asfáltica compuesta de piedra
y cemento bituminoso de un espesor de dos pulgadas. En los cruces, cruceros e
intersección con otras vías, se usaron adoquines, y bloques de granito para
proteger el pavimento. Esos bloques o muros en los cruces y cruceros estaban
pensados para la Cuba azucarera que utilizaba carretas de bueyes. Puro hormigón
armado.
Los hitos kilométricos llevaban a relieve las distancias y el nombre de
las poblaciones. La parte superior del mojón mostraba el código vial: C N n°1.
301 kilómetros de carretera fueron construidos entre la capital cubana y Santa
Clara. El kilómetro 301 lo marcaba el hito situado a la entrada de la ciudad. Viniendo
de La Habana, La Esperanza es la última población atravesada por la carretera
antes de llegar a Santa Clara. A su salida, la carretera se eleva convirtiéndose
en puente elevado sobre el terreno accidentado por el que pasa la línea de
ferrocarril que une Santa Clara con la ciudad de Cienfuegos. Obras de fábrica
menores se suceden, así como el puente sobre el río Arroyo Grande. Abanico
blanco abierto sobre el agua y el verde del campo, uno de los 486 puentes
construidos en hormigón armado.
jueves, 12 de noviembre de 2015
Agua, caminos y escuelas, preámbulo de la C N n°1

lunes, 9 de noviembre de 2015
Una mirada al Gallego de 1858 encontrado al azar…
En el pasado mes de
octubre, la crónica sobre el puente “El Gallego” hacía referencia al mismo como
“unos de los tantos y modestos puentes de la ciudad de Marta”. Y en efecto,
viendo una fotografía de época, me permito escribir algo más sobre el puente,
para acompañar la imagen que les presento. El hecho de que hace parte de los “tantos”
no es una exageración. Villorrio fundado entre arroyos y cañadas, primero los
pasos y luego los puentes, se encargaron de unir orillas apenas distantes. La
modestia como yo decía, iba de par con los erarios públicos, en una isla
maniatada por una gobernación colonial. La mayor parte de las obras erigidas en
la villa luego ciudad de Santa Clara durante la etapa colonial, llevaban impreso
el espíritu comunitario de los vecinos, y el sentido altruista de sus hijos.
Así pasó con El Gallego. El puente era el camino hacia el progreso, a la
conquista del oeste sabanoso, al ensanche urbano. Construir el puente sobre un
arroyo, río en época de crecidas, matizado de rocas y pozas dulces que hacían
la delicia de sus vecinos, llevaba tiempo y quebradero de cabeza para la
administración. La ingeniería de la época también tenía su parte en la
concepción y construcción. El Bélico serpenteaba viniendo del sur. Orillas de
poco declive. Las mujeres lavaban en sus orillas y los animales pastaban o
encontraban el descanso después de la faena jornalera. El Gallego original unió
dos orillas de poca inclinación. Sin embargo, la losa debía cubrir dos extremos
bastante separados: el término de la calle Calvario y el engarce con el camino
hacia el oeste. El uso de la ménsula para descargar el sobrepeso de bastiones y
pilas se impuso. El puente El Gallego observaba tres arcos, siendo el arco central
el de mayor luz entre los bastiones. Los ingenieros pusieron énfasis en la
rigidez de la estructura. Lo de modesto quizás esté ligado a la concepción
arquitectónica de la superestructura: nada monumental, largo andén con
barandilla simple. Del puente, lo hermoso estaba en la concepción de su
infraestructura. El trío de arcos dejando pasar el agua despreocupada, limpia,
reflejando el azul casi eterno del cielo, las piedras resbaladizas, la hierba y
los guijarros protegiendo sus orillas. ©cAc-2015
viernes, 16 de octubre de 2015
Puente de San Cristóbal sobre el Cubanicay
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