Cuando nos referimos al mosaico de obras diseminadas por
Santa Clara, y que están ligadas al humanismo y la perseverancia de Marta
Abreu, pensamos únicamente en la benemérita patriota villaclareña. Con este
texto, aparecido en el 2008, en este mismo espacio, y reescrito en este año
2019 que marcó los 110 años de la desaparición de Marta (Paris 2 de enero de
1909), quiero también extender ese pensamiento a los padres de Marta, y a sus
hermanas, que fueron todos hacedores de altruismo y bondad.
Faltando dos años para el término de la primera guerra de
independencia (1868-1878), a la edad de 64 años, murió en La Habana, Pedro
Nolasco Abreu, y en su testamento tenía dispuesta una suma de dinero para
socorrer a los pobres de Santa Clara. Este dinero fue utilizado por Rosa, Marta
y Rosalía, para fundar San Pedro Nolasco, en la propia casa paterna. San Pedro
Nolasco, -como reza en la tarja situada en la parte superior de la puerta
principal del inmueble sito en la calle Máximo Gómez-, fue una escuela de
instrucción primaria, de carácter gratuito, fundada en 1878, y sostenida por
sus hijas.
La otrora casa familiar de los Abreu-Arencibia, luego de
convertida en escuela de instrucción primaria, con la República fue dedicada a
Escuela de Artes y Oficios, y desde finales de la década de 1960, un
establecimiento gastronómico que comenzó llamándose 1878, y con el tiempo
devino Colonial 1878. Actualmente mantiene su función de restaurante.
La casa de los Abreu hacía parte de un inmueble,
típicamente colonial, que ocupaba toda la parcela que hacía esquina en Maura
(Independencia) y Weyler (Máximo Gómez) al finalizar el siglo XIX. Por la calle
Independencia el edificio llegaba casi hasta la calle Lorda. Originalmente, la
fachada de la vivienda dejaba ver tres grandes ventanas a la izquierda de la
puerta principal y dos a la derecha, todas a ras de la acera, con hermosa
herrería como protección-decoración.
Casas y establecimientos de la familia Abreu en la esquina de Maura y Weyler. Santa Clara, finales del siglo XIX.
También la madre de las hermanas Abreu, Doña Rosalía
Arencibia, no escatimó pensamiento y dinero, y tal como lo había hecho su
esposo, testó 20000 pesos para hacer construir una escuela para niñas pobres.
Tras el fallecimiento de Doña Rosalía en 1882, las tres hermanas se dedicaron a
cumplir el pedido de la madre. Colindante a la casa paterna, que ya funcionaba
como escuela gratuita, existía una parcela, en la que en tiempos de la
fundación, existió un primitivo cuartel de bomberos, y en esa parcela fue
construida la escuela Santa Rosalía. La tarja colocada en 1884 sobre la puerta
de la institución reza que la misma, gratuita y para niñas pobres, fue mandada
a fundar por Doña Rosalía Arencibia de Abreu, y que el sostén corría por las
manos de sus hijas. Aunque la escuela fue inaugurada en diciembre de 1885, ya
funcionaba desde 1884. Media docena de profesoras educaban al centenar de niñas
matriculadas en la escuela, atendida por monjas de la orden Amor de Dios.
Con el advenimiento de la República, las dos escuelas,
donadas a la Junta de Educación por las hermanas Abreu, mantuvieron su misión
educativa. San Pedro Nolasco fue convertida en Escuela de Artes y Oficios por la Junta de Patronos y Santa
Rosalía, falta de pupilas, cerró su puerta. En 1946, un grupo de artistas
graduados de la capitalina Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro,
fundó la Escuela de Artes Plásticas de Las Villas Leopoldo Romañach. Con la
construcción de la EVA (Escuela Vocacional de Arte), que integró en un solo
plantel todas las disciplinas, la Academia heredera del edificio mandado a
construir por Rosalía Arencibia, dejó de llamarse con el nombre dado en 1946.
De la Academia quedaba una parte de su placa esculpida, situada entre la puerta
principal y la primera ventana de la izquierda.
En la década del 80 del pasado siglo XX, el edificio,
falto de mantenimiento durante años, el deterioro basculó al abandono, y a la
cuasi destrucción del emblemático inmueble del patrimonio urbano. Falto de
techos, roído por la humedad, albergando un almacén de materiales primero, y
entre sus muros destruidos, acogió durante un tiempo las veladas sabatinas del « Mejunje »,
una cruzada a vocación cultural emprendida por el actor y dramaturgo Ramón
Silverio. De la noche a la mañana, el espacio cultural dejó de ser huésped de
esos muros y el vetusto edificio herido de muerte, se convirtió en « parqueo
de bicicletas » durante los pedaleos del periodo especial. Después de una
total recuperación que restauró todos los componentes de su colonial
arquitectura, el edificio fue rehabilitado, y rescatando también la memoria
histórica de la ciudad, volvió a llamarse Santa Rosalía, ésta vez, albergando
en sus muros, un complejo gastronómico y cultural. ©cAc-2019
Esta crónica –ahora revisitada- fue publicada
anteriormente con el título Colegios San Pedro Nolasco y Santa Rosalía, en este
mismo blog, en noviembre del 2008, utilizando
soportes visuales de archivos de colección, y fotos tomadas por su autor ©cAc
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