martes, 12 de noviembre de 2019

Hotel Cataluña y La Nueva Cubana



Apenas yo caminaba cuando demolieron el Hotel Cataluña, y siento no haber gateado hasta él para verlo antes de su desplome.
Como los otros inmuebles vecinos, el sitio fue manigual, solar mercedado y como primera construcción, casa de familia, cuyo propietario no tardó en abrir comercio por el buen lugar en que se había instalado. Corrían los primeros años de la fundación y la casa de vivienda estaba justo a dos pasos de la todavía polvorienta plaza Mayor. Cuando quedó terminada la parroquial Mayor en 1738, el edificio le hizo sombra a la casa, pero no era la iglesia la construcción vecina del frente. Adosado al lateral izquierdo de la parroquial, existía un edificio a vocación comercial, cuyo frente de tres grandes puertas daba al oeste. Con la demolición de la parroquial llevada a cabo en 1923, el Gran Hotel Cataluña, de modestas líneas coloniales, quedó visible para todos los que acudían a la plaza-parque, reorganizado y renovado en 1925 por el alcalde de la ciudad, Méndez Peñate, proyecto conocido como «parque republicano».
Hasta la segunda mitad de la década del 30’: Inmueble de dos niveles, con cubierta de tejas, cornisa con decorado de molduras simples y en medio de la cornisa el cartel del hospedaje: Gran Hotel Cataluña. El hotel ocupaba toda la planta alta y la mitad de la planta baja, en la cual, a su derecha, dos puertas daban acceso a una cafetería. Una lámpara entre las dos puertas y un pequeño cartel que anunciaba los cigarros Camels. La puerta principal del inmueble daba acceso al salón-recibidor del Cataluña. Cinco de las habitaciones del hotel daban a la plaza, con grandes puertas-ventanas de persianas pequeñas y sencillo balcón de baranda en hierro forjado. En la parte superior de las puertas-ventanas, tres lucetas de cristales. Santa Clara bullía en esos años republicanos, y los inmuebles alrededor del parque iban adoptando las nuevas tendencias del urbanismo. El primer Gran Hotel Cataluña, anclado entre el flamante Instituto de Segunda Enseñanza (1915) y el inmueble haciendo esquina con Colón, había rehabilitado su fachada en los finales del siglo XIX, y fue ese el aspecto que mantuvo hasta los finales de la segunda mitad de la década del treinta. La rehabilitación de la esquina de Colón y Parque impulsó a los propietarios del Cataluña a repensar una renovación del establecimiento, no solo porque se imponían nuevas normas de confort sino porque el urbanismo se implicaba en nuevas tendencias por tardías que fueran. Fue así como el inmueble se regaló una nueva fachada mostrando la influencia del art déco, -ya en pleno declive- en un ambiente puramente ecléctico.
Década del 40’: Vestido de un tardío Art Déco, el edificio mostró la sobriedad reflejada incluso en su enseña hotelera, que en lugar de acaparar como antaño casi toda la cornisa, fue colocada sobre el muro en la puerta principal del inmueble : Hotel Cataluña. Amplia puerta y sobre las falsas columnas, a cada lado, sendos apliques. A la derecha se mantuvo el establecimiento gastronómico, con dos nuevas puertas con cortinas de enrollar metálicas. Los balcones de baranda fueron remplazados por balcones de cemento enterizos  y las puertas-ventanas mantuvieron la cristalería superior, no así la marquetería. Las persianas de las puertas fueron sustituidas por marquetería con cristales, y la abertura se redujo, sin que por ello se redujera la iluminación natural de las habitaciones. Ésta vez, la cornisa queda imbricada al muro de la fachada que presenta formas decorativas precisas, recuadros compuestos de triángulos y círculos fragmentados. Los recuadros rectangulares de la fachada debajo de los balcones, eran molduras de yeso desprovistas de decoración. En esta renovación, el estilo constructivo y quizás limitaciones en el costo de la obra, no dieron cabida a la pertinencia de corredores con arcadas, si tenemos en cuenta que ya estaba construido el neoclásico edificio del Instituto, y el edificio de la esquina había crecido con un portal limitado.
Década del 50’ hasta su demolición: El aspecto constructivo del edificio no cambió, y su línea Art Déco tampoco, aunque le fue incorporada una marquesina, en un intento de minimizar la incidencia del sol y la rudeza del clima. El agregado de la marquesina, sujeta a la fachada por tensores, permitió la mantención de las dos ventanas de la recepción, abiertas, y se le incorporó a cada una, una estructura en madera y cristal que a su vez permitía una separación entre el exterior y el ambiente discreto del salón. Un detalle del inmueble, -que todo parece indicar era rehabilitado con regularidad para conservarlo y mejorar su aspecto, fue la renovación de las puertas-ventanas que daban al parque. La marquetería y cristales fueron sustituidos por persianas, y las puertas volvieron a abrir a toda su altura. El establecimiento situado en los bajos a su derecha, que llegó a ocupar un lugar cimero en la gastronomía santaclareña, incorporó su enseña encima de la marquesina y marcó la vida social de la ciudad (durante algunos años, sobre la parte izquierda de la marquesina, un enorme cartel anunciaba el bien cubano café “Pilón”) « La Nueva Cubana ». La Confitería y Dulcería, propiedad de González Bello, ofrecía una gama de servicios propios a una población que consumía delicadezas y productos cubanos tradicionales, y a una clientela que alquilaba el establecimiento para banquetes, fiestas de cumpleaños, bodas y bautizos. El establecimiento también ofrecía servicios a otros lugares de la Isla y que le ordenara un pedido. Si con la demolición de la parroquial llevada a cabo en 1923, el edificio colonial, de líneas modestas, se desnudó a los ojos de todos los que acudían a la plaza, otra demolición, la propia, dejó impávidos a los que asistieron a la desaparición de los dos establecimientos. Cuarenta y dos años después, correría la misma suerte que la parroquial, a diferencia que el Padre Conyedo no vio su obra venirse abajo a golpe de mandarria, cosa que pudo ver el propietario del hotel, que no soportó aquel descalabro, y como su edificio, se desplomó para siempre ante el desamparo. ©cAc-2019

Esta crónica –ahora revisitada- fue publicada anteriormente con el título Cataluña en Santa Clara, en este mismo blog, en septiembre del 2009, utilizando soportes visuales de archivos de colección, y fotos por su autor©cAc

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