La Ceibita, sitio
histórico de Santa Clara
El tamarindo que se alza en el
Parque del Carmen, abrazado por el monumento a las familias fundadoras de Santa
Clara, representa el centro fundacional de la tricentenaria villa. Una
cubanísima ceiba fue el árbol elegido por el Club Juan Bruno Zayas para señalar
y no olvidar el lugar por donde los mambises entraron a Santa Clara el último
día de aquel año 1898, que marcó el fin del colonialismo español en la Isla.
Ese 31 de diciembre, el joven
general del Ejército Libertador, José de Jesús M onteagudo, al mando de una
división de fuerzas insurrectas, cortó la alambrada con la cual las fuerzas
españolas intentaban proteger la ciudad. Terreno “sabanoso”, polvoriento y “amaniguado”
aquel al oeste de la ciudad que viera entrar a los libertadores. Y
“Libertadores” nombraron los villaclareños al camino viniendo de los arrabales
del sur y que desembocaba en la prolongación de la calle Calvario, y que en
dirección al centro fue bautizada como avenida de la Libertad, nombre que
precedió al actual.
Casi dos años más tarde, en
noviembre del 1900, -siendo alcalde municipal José M. Berenguer y Sed, en la
confluencia del camino bien nombrado como calle de los libertadores, y la calle
del Calvario, los miembros del Club Revolucionario Juan Bruno Zayas y de la
sociedad Liceo de Villaclara, acordaron plantar un árbol que recordara la
entrada de los mambises, que ha golpe de machete habían cortado la alambrada
construida por los españoles para impedir la llegada de los insurrectos a la
capital villaclareña. El árbol en cuestión, fue una ceiba. Una ceiba joven
plantada en un redondel de tierra, destinada a crecer protegida por una reja de
hierro de cuatro lados sostenida por cuatro columnas bajas. El Club
Revolucionario, además de plantar la ceiba, agregó una tarja para recordar la
plantación y el corte de la alambrada por los insurrectos. La tarja, iniciativa
del Liceo, hacía parte de un proyecto de organización urbana entre el sitio
donde acababa de ser plantada la ceiba y el puente “El Gallego”, construido sobre
el río Bélico. El paseo arbolado nunca llegó a realizarse, sin embargo, el
tramo vial desde el monumento hasta su comienzo en la esquina de la plaza y la
calle Weyler fue rebautizado como avenida de la Libertad. Contaba mi abuela, -esposa
y cuñada de mambises[1],
que saliendo de la plaza, reunidos frente al ayuntamiento, santaclareños y
veteranos de la guerra de independencia, caminaban unidos hasta el monumento,
en recordación de la épica gesta. La cesación del coloniaje y posteriormente la
fundación de la República en 1902, habían consolidado el patriotismo de los
cubanos.
Conviene anotar que en los
primeros años de la República, y luego de la desaparición física de Marta
Abreu, la calle del Calvario, rebautizada avenida de la Libertad, -por acuerdo
del ayuntamiento, le fue oficializado el nombre de la patricia villaclareña.
La terminación de la carretera
Central (CN n°1) entre las ciudades de Matanzas y Santa Clara, el 25 de mayo de
1930, alteró el eje vial que saliendo de la plaza se extendía hacia el Oeste.
La calle Marta Abreu quedó seccionada, el primer tramo hasta el desaparecido
puente del Gallego, reconstruido durante la ejecución de la CN n°1, y el
segundo tramo, conocido como Prolongación de Marta Abreu, doscientos metros
después de La Ceibita, y que se adentra en el reparto Virginia.
Los trabajos de la carretera
Central no afectaron al cuadrilátero que protegía a la ceiba, y así se mantuvo
durante diecisiete años.
El modesto monumento quedó pegado
a la carretera por su senda sur en dirección al Oriente, y nada más razonable,
-tratándose de una vía destinada a ser el camino principal y el más moderno, de
una punta a otra de la Isla, de elevar el valor monumental del sitio. En 1947,
por iniciativa del entonces alcalde de Santa Clara, Juan Artiles López, el
monumento fue rehabilitado y remozado. Con la renovación se aprovechó entonces
todo el redondel de tierra, construyéndosele un muro enchapado con piedras, a
manera de cimiento y a manera de banco, profundo como para poder sentarse y
descansar, y encima un muro más estrecho sobre el cual fue instalada una reja
de hierro forjado, -muy parecida a la utilizada en la protección original,
empalmada a siete columnas, dos de las cuales sirviendo de acceso al interior
del monumento, provisto ésta vez de una verja de hierro, y dando a la carretera
Central. Originalmente no se le concibió iluminación utilizando lámparas, pero
sí un asta suficientemente alta como para que la bandera cubana pudiera ondear
sin trabas. En la acera al exterior del carrusel, fueron colocados bancos, cuyo
asiento era de granito.
Delante de la ceiba, y con frente
a la carretera, fue colocado un segundo monumento, a la memoria del general
José de Jesús Monteagudo, cuyo rostro esculpido en bronce es de la autoría de
la reconocida artista cubana, Rita Longa. El mambí da la espalda al otrora
camino como si siempre estuviera entrando en Santa Clara para hacer huir a sus
opresores. La talla está incorporada sobre un muro delgado en cuya base fueron
colocadas, la tarja del monumento primitivo y aquella que marca la restauración
hecha en 1947.
El sitio de La Ceibita, que fuera
un día suburbano, y más tarde paso obligado al atravesar la isla y por ende
atravesar la ciudad, ha visto pasar todos los periodos republicanos e
históricos de la Isla. Hoy día, el monumento vegeta mientras los que pasan, lo
hacen en una sola dirección. La trama vial ha sido transformada, aunque no
tanto el paisaje urbano. Menos visible, y de cierta manera, más abandonado. Y
no es que me aferre a detallar siempre problemáticas que tienen que ver con el patrimonio,
es que si no se atienden, se convierten en un verdadero problema, a la vista y
conocimiento de todos, pero sin reclamo ciudadano. La ceiba estaba destinada a
crecer, y creció hasta convertirse en el hermoso árbol que marca la ruta de los
Libertadores. Evidentemente, los muros podían ser el blanco del progreso de las
raíces, que en una ceiba son de talla importante. Una fisura es visible en la
parte izquierda del muro en sus dos niveles. El asta para la bandera,
desapareció, (por qué fue suprimida el asta?) como desaparecieron los bancos
exteriores (a quién podía molestar los bancos?). En una época no lejana fueron
incorporados faroles colgados de brazos introducidos por perforación en los
cinco muros que sostienen las rejas. La verja de entrada en hierro no tiene
seguridad, -un candado es suficiente y no arruina el presupuesto de la ciudad.
A la verja de entrada le falta un elemento inferior. Sobre el rostro del
patriota quedan manchas de la última pintura (cal blanca?) que le dieron al
monumento. No creo que se haya hecho un estudio a profundidad de la iluminación
adecuada para un sitio en el que prevalece lo natural, y donde no era necesario
incorporar farolas. Actualmente no queda un solo farol colgado, y los brazos no
son más que un elemento que afea al monumento. Si observamos además, el estado
de limpieza del sitio, y me refiero al interior de los muros, nos percatamos
que existe abandono, en gran medida por la falta de civismo ciudadano. Mucha
gente, -y me refiero a los que tiran bolsas con desechos, confunden un lugar histórico con basurero.
Siendo la ceiba un árbol esencial en los rituales del panteón Yoruba, se puede
encontrar a los pies de nuestro árbol en cuestión, ofrendas y atributos de la
santería. No es basura evidentemente, pero tratándose de un sitio público y
normalmente cerrado, no debería ser utilizado para depositar esas ofrendas. En
mi opinión, la fe no debe tener barreras, entonces, por qué no caminar lejos,
con fe, y depositar en otras ceibas las susodichas ofrendas? En resumen, hay un abandono que puede ser
solucionado, educando, emplazando a esas personas a llenarse de civismo
ciudadano y respeto a si mismo, multando a los infractores, y el abandono que
puede resolverse con el mantenimiento y la conservación periódica. Qué piensan
las autoridades de patrimonio, los historiadores y las autoridades que dirigen
la ciudad, el municipio y la provincia? El patrimonio es de todos y la memoria
histórica no puede echarse a menos. ©cAc-2019
Esta crónica que
pretende recordar un monumento y a un patriota, fue publicada en este mismo
blog en febrero del 2010, utilizando soportes visuales de archivos de colección,
y fotos tomadas en el 2009, por su autor©cAc
[1] Gonzalo
y Alfredo Casanova Rojas
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